INVESTIGADORES
RODRIGUEZ Laura Graciela
congresos y reuniones científicas
Título:
Una antropóloga haciendo trabajo de campo entre mujeres peronistas
Autor/es:
RODRÍGUEZ, LAURA GRACIELA
Lugar:
Buenos Aires
Reunión:
Jornada; Terceras Jornadas sobre Etnografía y Métodos Cualitativos; 2001
Institución organizadora:
IDES
Resumen:
Esta ponencia se refiere a algunas cuestiones relacionadas con la identidad de género de la investigadora en el trabajo de campo. Esta cuestión me llevó necesariamente a recoger y analizar los diferentes significados nativos de la categoría “mujer”, ya que éstos estaban lejos de ser homogéneos y coexistían con otras “identidades” como la de clase, la pertenencia étnica, la identidad nacional/provincial. En este sentido, la noción de “identidad” se mostraba relacional y por afirmación de una alteridad, antes que como una “esencia”. Estos temas estaban presentes en la interacción de la investigadora con las informantes y afectaban inevitablemente la relación. Así, estudiar a las “mujeres” siendo la investigadora una “mujer” presentaba aristas bastante complejas que eran necesarias de tener en cuenta a la hora de obtener la información etnográfica. La cuestión del género en el campo científico en general y en la antropología en particular, fue una de las cuestiones que el feminismo puso en discusión a partir de los años sesenta del siglo XX en Estados Unidos y Europa. Las feministas criticaron el rasgo androcéntrico de las etnografías haciendo visible que el investigador era generalmente un hombre y que las perspectivas nativas recogidas en el campo eran producto de entrevistas a hombres (Lamas, 1996). Asimismo, cuestionaron la uniformidad de la persona del investigador como occidental, adulto, racional, moralmente responsable y masculino. Cierta corriente de antropólogas feministas ha fundado su programa en la idea de que las mujeres tienen un punto de vista diferente al de los hombres en el campo y que sólo ellas están capacitadas para investigar a las mujeres. Este programa ha merecido justas críticas al interior del mismo movimiento feminista ya que sostener que sólo las mujeres pueden o deben estudiar a las mujeres, es equivalente a decir que para entender a un grupo hay que pertenecer a él. Si realmente hubiera que pertenecer a un grupo para llegar a conocerlo, la antropología no sería más que una aberración (Shapiro, 1981; Moore, 1999; Segato, 2003). Como Joan Scott (2000) aclara, “No hay nada de esencialista en defender que algunas mujeres – a partir de un análisis de su posición estructural, de su ‘experiencia’ – sean mas sensibles a estas ‘cuestiones de las mujeres’, el argumento se torna esencialista únicamente cuando se asume que todas las mujeres automáticamente pensarán o deberán pensar sobre estos asuntos del mismo modo”. (2000:109). Asimismo, no está claro qué significa el “interés de las mujeres”. Scott se pregunta: “¿Existe un ‘interés de las mujeres’ coherente, que atraviese las barreras de clase, etnicidad, sexualidad y raza, y, si fuera así, en qué consiste?” (2000:104). Es decir, las mujeres conforman la mitad de la humanidad y exponen la misma variedad de puntos de vista contrapuestos que tienen los hombres (Scott, 2000). Ahora bien, existe un consenso generalizado acerca de que un investigador puede abordar cualquier objeto independientemente de cuál sea su sexo, aunque algunos sean culturalmente más posibles para las mujeres y otros para los hombres. El investigador en el campo es incorporado, inexorablemente, a las categorías locales de género y esto habilita y limita al mismo tiempo las actuaciones. Algunos testimonios muestran que las investigadoras mujeres son más vulnerables y están más expuestas al asedio sexual que los varones; que las conductas de las investigadoras son juzgadas en términos sexuales antes que políticos o académicos; y que la edad o el estatus marital del investigador resultan relevantes para los informantes (Guber, 2001).