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El garbanzo (Cicer arietinum) es una de las legumbres invernales más importantes que se cultivan en el mundo. Para la región del noroeste argentino constituye una alternativa de diversificación en lo que respecta a cultivos invernales, ya que hasta el presente se viene utilizando fundamentalmente el trigo y esporádicamente el cártamo. La superficie plantada anualmente con garbanzo en el mundo ronda 10 millones de hectáreas, registrándose una gran variabilidad en la superficie cosechada y los rendimientos por hectárea, debido a la presencia de sequías durante el cultivo. La producción mundial es de aproximadamente 8 millones de toneladas, pero con grandes altibajos en el tiempo. Puede citarse como ejemplo el hecho de que alcanzó volúmenes de 6,7 millones de toneladas en 1990 y 9,5 millones de toneladas en 1999. La producción argentina no es significativa en el contexto mundial: ronda entre 2.500 y 3.000 toneladas anuales. Este volumen excede la demanda domestica, pero aun así resulta pequeña para poder desarrollar negocios permanentes con el exterior. En los últimos años, la cosecha se ha incrementado impulsada por un aumento de la demanda brasileña. Las exportaciones de garbanzos en la campaña 2004 fueron de 1.250 toneladas, que aumentaron en un 15 % con respecto al año 2003. En nuestro país la producción de esta leguminosa enfrenta una serie de limitaciones, como ser la obtención de semilla de buena calidad, ya que muchas veces el productor solamente consigue semillas de muy bajo poder germinativo. Otra limitación es la de no contar con cultivares que posean resistencia a condiciones climáticas adversas como sequía y frío, y a enfermedades como la causada por Fusarium. Debido a la importancia que se le asigna a esta legumbre invernal, el Programa Granos de la Estación Experimental Agroindustrial ?Obispo Colombres? (EEAOC) inició en 2002 estudios básicos referidos a selección de cultivares, identificación y control de pestes, manejo agronómico, etc. En el presente trabajo se informa sobre los resultados obtenidos en 2004 con respecto a la evaluación de genotipos de garbanzo en Tucumán. En estos estudios se enfatizó en la búsqueda de cultivares adaptados a las condiciones agro ecológicas de la región y con resistencia a enfermedades y otros factores climáticos adversos, como sequía y bajas temperaturas.

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