INVESTIGADORES
GOLOVANEVSKY Laura Andrea
congresos y reuniones científicas
Título:
Cultura de la pobreza, cultura de la caida (los nuevos pobres) y la influencia de las transformaciones laborales en los modos de vida
Autor/es:
LAURA GOLOVANEVSKY
Lugar:
San Salvador de Jujuy
Reunión:
Jornada; VII Jornadas Regionales de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales; 2002
Institución organizadora:
Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales (UNJu)
Resumen:
A partir de una discusión general acerca de la cultura popular se abordan tres ejes principales: la “cultura de la pobreza”, la cultura de la caída (la nueva pobreza) y la influencia de las transformaciones laborales en los modos de vida.             En relación al significado de la llamada cultura popular, en el marco provisto por Grignon y Passeron, se recorren las visiones de diferentes autores, para concluir que entre el relativismo (y su deformación, el populismo) y el legitimismo (y su extremo, el miserabilismo), debe buscarse un punto intermedio, que tenga en cuenta los conflictos y tensiones entre ambos y reconocer que la cultura popular tiene sus propios mecanismos que la diferencian de la alta cultura, pero siempre inserta en una relación de dominación. La “cultura de la pobreza” se aborda a partir de la visión de Lewis, aunque teniendo en cuenta las críticas que ha recibido. Lewis rescata de la pobreza su aspecto positivo, ya que aporta mecanismos de defensa que les permiten a los pobres “seguir adelante”. Enfatiza el carácter transmisible de generación en generación de lo que llama “cultura de la pobreza”, resalta la existencia de sus modalidades propias y las consecuencias que tiene sobre quienes se encuentran en esta situación. El estudio realizado por Lewis es un ejemplo de aplicación del “relativismo cultural” hacia adentro, hacia la cultura de los grupos distintos en la sociedad nacional, hacia las clases subalternas o populares. Tratando de ver en qué consiste la cultura de los pobres Lewis encuentra que, llevados por la necesidad, por sus condiciones de vida, desarrollan valores, sistemas axiológicos, sistemas de conducta, prácticas (educativas, de lectura, de apropiación de objetos culturales) completamente distintas a las de la alta cultura. En general, estas prácticas tienen por finalidad la supervivencia.             Reconocer la existencia de la “cultura de la pobreza” plantea el problema de que se puede intentar eliminar la pobreza, pero no su cultura, ya que se trata de un modo de vida. En este sentido, Lewis apunta a reconocer los aspectos positivos del mismo.           Resumiendo, los sectores populares que viven en la pobreza muestran rasgos propios, que los caracterizan y a la vez los diferencian de otros grupos sociales. Estos rasgos tienen que ver con diferentes aspectos de la vida que van desde las prácticas cotidianas hasta la planificación del futuro (o la ausencia de tal planificación). Pero siempre recordando que estos sectores forman parte de un sistema de dominación, en el cual ocupan una posición específica, que influye y determina muchos de los aspectos centrales en sus vidas.             En la Argentina de las últimas décadas del siglo XX, además de empeorar las condiciones de vida de vastos sectores de la población se ha dado un creciente empobrecimiento de las capas medias, proceso que ha generado también cambios de relevancia en las prácticas cotidianas de estos grupos. Este tema se aborda como “la cultura de la caída” en los nuevos pobres.             La heterogeneidad es el rasgo central de la nueva pobreza. No sólo es el ingreso actual el que define la condición de vida de los nuevos pobres. Una diversidad de recursos se transformarán en sus herramientas principales una vez que se encuentren en la pobreza. Aquí juega un rol fundamental el capital social : la red de familiares y amigos a los que pueden recurrir para buscar trabajo, u obtener algún bien o servicio en condiciones favorables. Este capital social dependerá básicamente de las distintas trayectorias sociales y orígenes familiares. Por ello, en la nueva pobreza la presencia de un mayor capital social marcará siempre alguna diferencia. Pero este tipo de recursos tiene sus límites. Nada asegura cuál será su duración. En el fondo hay una vulnerabilidad real de los nuevos pobres.             Además del capital social, otro recurso es el capital cultural. El origen social, la educación recibida, el tipo de experiencias y la posición ocupada en los distintos ámbitos sociales que se han transitado van forjado formas casi inconscientes de mirar el mundo y de representarse su propio lugar en él. Esto origina disposiciones a percibir, a actuar, a reflexionar, a demandar, que varían según la clase social.             Los nuevos pobres constituyen un estrato híbrido. Se trata de un grupo social caracterizado por la combinación de prácticas, costumbres, creencias, carencias y consumos asociados a diferentes sectores sociales. Esta hibridez resulta de tres procesos simultáneos : a) carencias y necesidades insatisfechas del presente, b) bienes, gustos y costumbres que quedan en el pasado y c) posibilidad de suplir algunas carencias gracias al capital social y cultural acumulado.             El empobrecimiento también puede verse como un profundo cambio cultural producido por la completa transformación de la vida cotidiana. Al caer, cada práctica que de algún modo guarde relación con la economía familiar debe ser examinada, reevaluada y modificada, o directamente suprimida, a la luz de la nueva situación familiar. Esta alteración de las prácticas rutinarias arrastra consigo ideas, creencias, expectativas, categorías de percepción que hasta entonces eran consideradas evidentes. Entonces los nuevos pobres deben encontrar significados nuevos para una situación frente a la cual no tienen respuestas, ni en su historia familiar ni en las experiencias comunes de la sociedad. El empobrecimiento marca  un corte abrupto con el modelo histórico-cultural vigente. Por ello, se requiere una redefinición del mundo exterior, que permita de alguna forma reestablecer certezas acerca de él, y de esta manera, en alguna medida, controlarlo y relacionarse con él.             El empobrecimiento, al desestructurar lo cotidiano, pone en cuestión la propia identidad. El empobrecimiento va erosionando lentamente las bases en las que se sostiene la identidad social del individuo. En el caso de la nueva pobreza esto se complica por su propia hibridez, por la coexistencia en una misma persona de hábitos, relaciones sociales, títulos y creencias propias de un pasado no pobre y un presente pobre. Entonces el empobrecimiento implica la construcción de una identidad totalmente novedosa.             Se puede señalar la vinculación entre el empobrecimiento y el debilitamiento de la “condición salarial”, y en este sentido se aborda la influencia de las transformaciones laborales en los modos de vida y la cultura popular.  A partir del crecimiento en la desocupación y la precarización del empleo se puede hablar de una instalación de la precariedad como algo cotidiano. En este sentido, la exigencia de la flexibilidad resulta muy “costosa” para los trabajadores. En un grupo de población activa cada vez más numeroso, se ha perdido la identidad por el trabajo.  Los grupos que enfrentan estas turbulencias ven desestabilizados sus modos de vida. Esto tiene también sus efectos sobre el carácter de los individuos, ya que se vuelve muy dificultoso perseguir objetivos de largo plazo en una sociedad a corto plazo, mantener relaciones sociales duraderas y desarrollar una identidad en una sociedad compuesta de episodios y fragmentos.             En el caso argentino desde los años treinta, y aún desde antes, la cultura de los sectores populares se construyó en torno del trabajo asalariado. Cuando el trabajador es desplazado de su papel central dentro de la cultura popular, ésta también cambia. Así, la desaparición de la figura del empleo permanente, a tiempo completo y con protección social, especialmente para los nuevos ingresantes al mercado de trabajo, da lugar a la “lógica del cazador”, el que, en un universo marcado por la inestabilidad y el riesgo, busca su supervivencia en los espacios que el Estado ha dejado vacíos. Por otro lado, esta cultura popular centrada en el trabajo se encontraba muy vinculada al peronismo. En la actualidad el rol del peronismo como articulador de la experiencia pública y privada de los sectores populares urbanos se encuentra en desaparición, en parte como consecuencia de la creciente heterogeneidad de los sectores populares debido a los cambios en la estructura social argentina, mostrando el debilitamiento y la desaparición de los marcos sociales y culturales del antiguo mundo obrero.