INVESTIGADORES
TATIAN Diego
congresos y reuniones científicas
Título:
Prudencia y melancolía en Spinoza
Autor/es:
DIEGO TATIÁN
Lugar:
Buenos Aires
Reunión:
Jornada; XV Coloquio Descartes: Jacques Lacan y la cultura filosófica; 2001
Institución organizadora:
Fundación Descartes
Resumen:
           Tal vez Spinoza haya sido el último gran filósofo para el cual la prudencia –en su caso, tanto teórica como práctica- ocupa un lugar central en la construcción de la vida buena.          Como para Aristóteles, también para Spinoza la prudencia es la virtud de la criatura finita, de la finitud humana, sólo que en el estagirita remite al hecho de estar el hombre en un mundo imprevisible –en particular en lo que concierne a los asuntos humanos- y esta circunstancia mundana presupone a su vez una ontología de la contingencia, en tanto que en Spinoza la finitud del modo humano se recorta sobre una ontología de la necesidad. Como lo había hecho Aristóteles, Spinoza sustituye el Bien y el Mal en sí por lo bueno y lo malo para el hombre, sólo que cuando el primero habla de hombre se refiere a una forma, en tanto que para el segundo, el hombre como cualquier otra existencia se define por una esencia individual, que consiste en una cantidad determinada de potencia. Por lo cual, lo bueno y lo malo lo son siempre respecto a una singularidad, y no se revelan como tales sino en la vida prudente –que en rigor no difiere de lo que Spinoza llama una vida ex ductu rationis, una vida conducida por la razón.    Pero lo específico de la prudencia spinozista se desplaza de la tradición aristotélica que la postula como una virtud de los medios convenientes (y por tanto la articula a la deliberación) procurando evitar todo exceso en la relación que el hombre establece con el mundo. En Spinoza, la cautela parece más bien regular las relaciones de los hombres entre sí, o más precisamente de los hombres en los que la libertad y el conocimiento son las pasiones mayores, respecto de los hombres mal apasionados, de los ignari.          Si para Spinoza la cautela es un modo de elaboración de la potencia, la melancolía denomina su inexistencia y se halla comúnmente asociada a una retórica que cancela el horizonte político de los hombres en favor de una presunta edad de oro, o de una “vida inculta y agreste”, en realidad dominada por la soledad y la ausencia de “solidaridad” (mutuo auxilio). La melancolía obtura de este modo lo que de suyo está siempre abierto y cuyas posibilidades no podemos establecer con antelación a su ejercicio: “no sabemos lo que puede un cuerpo”; tampoco lo que pueden los hombres que reúnen sus fuerzas positivamente para enfrentar necesidades y para construir la libertad común.          A diferencia de la melancolía, la prudencia nunca implica pasividad sino siempre actividad en un mundo, donde hay otros con los que puedo entrar en relación –y ellos conmigo- de múltiples maneras. La potencia mediada de cautela no se inhibe sino al contrario, se incrementa; es finita, pero de una finitud variable conforme la situación generada por los pasajes afectivos connaturales al hecho de ser con otros, y de ser, en general, una pars naturae.