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En los últimos años la noción de precariedad se ha convertido en un salvoconducto de las ciencias sociales. En campos tan dispares como la sociología del trabajo, la biopolítica o el diseño gráfico, lo precario define a menudo un modo de aproximación a un amplio rango de objetos y problemáticas, que incluyen desde la violencia en Irak y los presos de Guantánamo hasta el modo de producción y diseño de una editorial en el barrio de La Boca en la Argentina, desde el debate acerca de la imposibilidad de cierre de lo social hasta la animalidad, desde el reciclaje hasta el modo de vida en las favelas. Lo precario aparece así ligado a la vulnerabilidad, asociado a una semántica de la fragilidad o a una sintaxis perecedera; lo precario ha sido también un modo de pensar una gradación con respecto al confort burgués: viviendas precarias, servicios precarios, situación precaria, objetos precarios, vidas precarias. Lo precario como carencia, pero también como interpelación o demanda, como modo de ser puesto de manifiesto, pero también como abandono. Lo precario, en suma, como aquello que no posee lo suficiente, como el modo de denominar una falta, pero también como modo de apertura a lo inminente. Con el objetivo de indagar semánticas de lo precario en diferentes investigaciones contemporáneas y con particular interés por analizar el modo diferencial en que la noción de precariedad ha sido pensada y definida dentro de las ciencias sociales, se proponen cinco dimensiones sociosemióticas para desglosar operativamente dicha noción: la precariedad constitutiva de toda fijación hegemónica de sentido, la precariedad como modo de la experiencia subjetiva del cuerpo, la precariedad como exposición, la precariedad como potencia formalmente indeterminable, la precariedad como forma del abandono.

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