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El 28 de junio se llevaron a cabo elecciones de diputados nacionales en los veinticuatro distritos y de senadores nacionales (en 8 distritos). Como las elecciones se adelantaron a la fecha inicialmente prevista (cuarto domingo de Octubre) muchos distritos eligieron simultáneamente representantes locales y provinciales (en particular Provincia de Buenos Aires y Capital Federal) lo que incrementó la importancia de lo que sucediera ese día y facilitó la nacionalización de la campaña (Ver detalles en el Informe Escena Electoral del 10 de mayo Papep). Este proceso electoral adquirió una gran significación pues su desenvolvimiento presentó características inusuales por la intensidad de la disputa política entre los competidores y porque su resultado, aunque confirmó tendencias precedentes, contribuyó a configurar una nueva escena política. Se confirmó el debilitamiento del gobierno (en su popularidad, en su sustento electoral, en la pérdida de cohesión organizacional del oficialismo y, cuando se conforme el nuevo Congreso el 10 de Diciembre, en la pérdida de la mayoría en ambas Cámaras). También se debilitaron los gobiernos provinciales en alguno de sus principales distritos por depreciación electoral y su traducción en una situación minoritaria en los Congresos provinciales. A partir del 10 de Diciembre habrá gobierno dividido a nivel nacional y en varias provinciales. A ello debe agregarse que ello se produce en un contexto de fragmentación política, se conviene que el oficialismo ha perdido claramente las elecciones pero en cambio no es posible identificar una fuerza triunfante, dada la dispersión en varias oposiciones. También el resultado de las elecciones afectó la composición del grupo de aspirantes a la presidencia. Por último la fragmentación se traduce con frecuencia en una escasa articulación entre las fuerzas predominantes a nivel provincial (particularmente en los grandes distritos) con los liderazgos y fuerzas nacionales.

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