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Historiadores y aficionados cuentan que el tango nació en los arrabales porteños en las últimas décadas del siglo XIX, que atravesó sus primeros años en los prostíbulos y asociado a la mala vida y que, desde la cultura del ?centro? era visto, y denunciado, como un género vulgar de danza y de música. El relato continúa marcando que hacia 1910, pese a esos orígenes marginales por distintos caminos cruzó el Atlántico y llegó a Europa: para 1910 el tango se bailaba en París y en 1913 se convirtió en una moda absoluta, tal como ha quedado plasmado en diversos comentarios y caricaturas aparecidas en la prensa parisina. En efecto, poco antes del estallido de Gran Guerra el tango circulaba como música y danza en los cafés concerts y los dancings parisinos pero también como ?moda tango? en revistas y periódicos. Allí se promocionaban desde ropas hasta modos de comportarse asociados al tango. Ese conjunto de imágenes, productos y prácticas, en diálogo con la música y la danza, suponía determinados tipos de cuerpos femeninos y masculinos como así también modos de relacionarse entre sí. En esta presentación propongo revisar ese conjunto de imágenes, productos y prácticas vinculadas al tango (retratadas y descriptas en publicaciones de la época) que predicaban sobre tipos corporales y modos de relación, para indagar qué tipo de corporalidades se proponían y en qué sentido esas corporalidades y relaciones quedaban asociadas de una u otra manera asociados a modelos disruptivos o desafiantes del orden establecido. Estas preguntas, por otro lado, se inscriben en la cuestión del desarrollo de las industrias culturales, aspecto central para explicar no sólo el éxito del tango en París hacia 1913 sino la mixtura típica del tango parisino, en el que se combinaban rasgos de los orígenes porteños con otros adquiridos en París y otros tomados de distintos ritmos también en auge por esos años en Europa.

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