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Entre otros aspectos, la Ley de Educación Superior dictada en el año 1995 plantea la posibilidad de llevar adelante modelos de organización y gestión diferentes a aquellos característicos de los formatos tradicionales. Postulando como uno de sus fines más importantes la posibilidad de democratizar la oferta académica llegando a sitios donde las instituciones de formación superior no llegaban, las primeras plataformas educativas fueron implementadas en las universidades y ofrecidas al público conforme a pautas comerciales direccionadas a determinados "nichos estudiantiles" y con una propuesta pedagógica que sólo difería del modelo presencial en el hecho de que estaba mediatizada por un entorno tecnológico. En este marco, la innovación, tanto en las tecnologías empresariales como en las educativas, estaba dada por un formato tecnológico sin precedentes que comenzaba a visualizarse como algo novedoso debido a su capacidad interactiva y de almacenamiento, su velocidad de procesamiento, su capacidad de aprendizaje y su flexibilidad, tanto como a la existencia de una oferta de múltiples recursos y a la potencialidad de generar nuevos conocimientos. Pero esta innovación encuentra, entre otros límites, la escasa capacidad de integración de estas nuevas tecnologías por parte de diversos sectores de la sociedad. El sector educativo no escapa a la problemática del rol de las tecnologías. En esta línea nos preguntamos si las TIC son proveedoras de innovaciones en educación o si simplemente funcionan como herramientas que se adaptan a modelos de enseñanza nuevos o tradicionales. Es decir que el planteo gira en torno a dónde se genera en las universidades la innovación en la relación entre las TIC y la educación superior: ¿en la propuesta pedagógica, en la estructura tecnológica o en la relación entre ambas?

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