PERSONAL DE APOYO
BRENTA Noemi Liliana
artículos
Título:
La Convertibilidad Argentina y el Plan Real de Brasil: concepción, implementación y resultados en los años ‘90
Autor/es:
BRENTA, NOEMÍ
Revista:
CICLOS EN LA HISTORIA, LA ECONOMIA Y LA SOCIEDAD
Editorial:
FUNDACIÓN DE INVESTIGACIONES HISTÓRICAS, ECONÓMICAS Y SOCIALES
Referencias:
Año: 2002 p. 39 - 86
ISSN:
0327-4063
Resumen:
La Convertibilidad y el Plan Real constituyen el puntapié inicial del rediseño de las principales economías del Cono Sur, en función de su inserción en el orden económico internacional surgido a partir del fin de la guerra fría. El análisis conjunto de ambos programas revela la lógica del nuevo modelo y enciende luces de atención acerca de sus flancos vulnerables y su sustentabilidad. Las numerosas similitudes de ambos planes revelan su común encuadre en el Consenso del Washington:  privatizaciones, desregulaciones, apertura comercial y financiera, reformas a las seguridad social, flexibilización laboral, disciplina fiscal.Las divergencias entre los programas aluden, básicamente, a la inclinación de Argentina por un posicionamiento pro-ALCA y pro-dolarización; y la preferencia de Brasil por mantener el control de la política monetaria y cambiaria, considerando al ALCA “una opción” y al Mercosur “un destino”. Los resultados más generales de ambos planes son similares: baja inflación, fuerte crecimiento inicial del PIB y posterior desaceleración.Argentina, Brasil,  y el esquema económico teórico que surge del Consenso de Washington, carecen de un horizonte de crecimiento cierto. Se descuenta que éste resultará del nuevo escenario,  sin reparar en sus contradicciones inhibitorias del crecimiento: tasas de interés positivas; continuo déficit de la cuenta corriente por mayores importaciones –si hay crecimiento- o por mayor carga de intereses –si hay recesión y el riesgo-país aumenta-; la sobrevaluación cambiaria afecta la competitividad de la economía, pero el tipo de cambio elevado hace más gravosos los compromisos externos; el presupuesto público debe ser suficiente para pagar la deuda, pero la contracción del gasto o el aumento de los impuestos afectan el ingreso disponible y reducen la recaudación; las exportaciones deben aumentarse, pero ello requiere acceso a los mercados externos -mientras que la OMC sólo propicia la liberalización de los mercados de servicios y de propiedad industrial que favorece a los países desarrollados-; fortalecimiento del mercado interno -no contemplado por la economía de la oferta-; o financiamiento barato, imposible si se mantienen tasas de interés positivas y se prohiben los subsidios. Por último, es impensable en estos países el cambio tecnológico con derrame interno, factor que explica el 80% del crecimiento económico, porque en el gasto en I&D es crucial el sector público –hoy minimizado-; las transnacionales solo investigan y desarrollan en los países industrializados, y pocas empresas locales están en condiciones de generar saltos tecnológicos significativos. Por ende, todo indica que el sistema podría evolucionar hacia una alta inestabilidad en el mediano plazo, en caso de no acertar con el diseño de instrumentos que promuevan el crecimiento sostenido y la distribución equitativa de sus beneficios, si es que esto es posible dentro de las restricciones del nuevo modelo.