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Desde mediados del siglo XX comenzaron a perfilarse nuevas modalidades de formación de familias, que se acompañaron de procesos de democratización, individuación y mayor comunicación en las relaciones de pareja. Las prácticas preventivas de la salud varían según las necesidades de las etapas de la vida y son diferentes por sexo. En comparación con los varones, las mujeres presentan tasas más altas de morbilidad y discapacidad a medida que avanza la edad y, por su mayor longevidad, tienen mayores probabilidades de sufrir enfermedades crónicas. Las funciones reproductivas femeninas generan necesidades particulares que las acercan a los servicios de salud. El sexo, además de marcar diferencias biológicas y culturales en la determinación de los problemas de salud, constituye uno de los mediadores sociales en las experiencias diferenciadas de las personas de un mismo contexto social. También la disponibilidad de capital social asociada al nivel educativo desempeña un papel preponderante en la percepción de la salud. Desde un abordaje cualitativo, el objetivo de este trabajo es analizar y comparar las estrategias de cuidado de salud de varones y mujeres de 28 a 40 años, de estratos socioeconómicos medios de la Ciudad de Buenos Aires, que viven en pareja, tienen hijos y trabajan en empleos remunerados (51 casos).

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