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La ponencia tiene por objetivo analizar el sentido de comunidad entre las personas sin hogar que conviven en una plaza de Madrid, España. Se examinan los mecanismos de ingreso al grupo, por qué eligieron ese espacio de la ciudad, las dinámicas que apuntan a un control sobre una fracción del espacio público como es la plaza, pues todos estos factores apuntan a la conformación de un sentimiento de comunidad. No se trata de retratar un panorama idílico: si bien existe una voluntad de aproximarse a otras personas en situación de calle, dicho sentimiento coexiste con una sensación generalizada de desconfianza que contamina la sociabilidad del sujeto. Es decir, por un lado, el individuo quiere dialogar con quien se encuentra en una situación similar, precisa cooperar con otras personas sin hogar para resolver necesidades acuciantes inherentes al contexto de exclusión; así, surgen códigos y formas de reciprocidad que son básicos para entender cómo operan los grupos de calle. Por otra parte, la calle es un espacio altamente estigmatizado, donde la tentación de aislarse y distanciarse de los "sin techo" es muy grande. Asimismo, esta gente se encuentra afectada por una tensión recurrente: adaptarse a los códigos propios de los grupos de calle o acatar los preceptos sociales que suelen entrar en contradicción con los primeros. Dichas tensiones derivan en formas específicas de vinculación, en sociabilidades marcadas por fuerzas contradictorias. En primer lugar, las sociabilidades son resultado de vivir en el espacio público: se trata de un territorio que impone condiciones que no siempre pueden ser cumplidas por una persona sin hogar. En segundo lugar, las sociabilidades entre los sin hogar son fáciles de entablar, pero a su vez se caracterizan por ser laxas, efímeras; si bien son de fácil adaptación frente a las coyunturas cambiantes, difícilmente persistirán en el tiempo.

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