Los “pobres y libres” de la ciudad. Economía y nuevos sujetos sociales en San Miguel de Tucumán a fines de la colonia

ZAMORA, ROMINA

Mundos Indígenas

Aconcagua

Lugar: Sevilla; Año: 2006; p. 151 - 170

San Miguel de Tucumán era en el siglo XVIII una ciudad marginal. Formaba parte de la Gobernación del Tucumán, la provincia más austral del Virreinato del Perú, la frontera del Imperio hasta la creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776. La ciudad no tenía mucho más del 10% de la población total de la jurisdicción, y por ello mismo no puede estudiarse desagregada de la campaña. Pero la ciudad era el teatro del poder y además tenía sus propias formas de relación y de vecindad. En tanto sociedad de Antiguo Régimen, el eje del orden social estaba dado por la familia y por la casa. Pero también como territorio marginal, es posible que se hayan hecho evidentes y hayan aflorado en esta ciudad algunos elementos propios del cambio social provocado por la nueva dinámica económica y política borbónica, por el aumento demográfico y el mestizaje, que en ciudades de más larga tradición o con grupos sociales más acendrados se mantuvieron como subterráneos o fueron de más difícil observación. A través del poblamiento y la significación del espacio urbano se puede ver de qué manera hacia fines de la colonia comenzó a quebrarse desde dentro la sociedad estamental de Antiguo Régimen, con el surgimiento de nuevos sujetos sociales que por encima de las divisiones étnicas eran identificados con la ciudad, todo un nuevo mundo compuesto por gente que representaba a la corporación de vecinos el doble problema, triple tal vez, de ser pobres, de no estar relacionados con una casa, de no contar con medios propios para mantenerse y a pesar de todo ello, ser libres. Desde el punto de vista social, el crecimiento de los sectores populares urbanos, que se tornaba inmanejable, haya sido uno de los fenómenos demográficos más significativos y que han producido más rupturas en la organización social corporativa y jerárquica del Antiguo Régimen colonial hispanoamericano. La historiografía ha marcado ya la importancia que el crecimiento poblacional ha tenido para el desarrollo de las ciudades latinoamericanas. Ello, además, relacionado con el profundo mestizaje, biológico pero sobre todo cultural, que implicaba la incorporación funcional de hombres y mujeres con diferentes estatus jurídicos en el territorio urbano. Ese mundo eran muchedumbres de hombres y mujeres que se incorporaban a la vida cotidiana urbana, ocasionalmente, convocados de alguna manera por las ferias y los mercados, en busca de empleo, con un oficio o como criados y conchabados; o de manera más permanente, estableciendo sus viviendas dentro de los límites de la ciudad. Muchas de estas viviendas de los sectores sociales más bajos funcionaban como punta de lanza, y parientes y conocidos de la jurisdicción podían llegar e instalarse temporalmente, generando una dinámica variopinta que tenía la marca de lo transitorio, y que las autoridades y los vecinos en general no dudaban en estigmatizar. Si bien la ciudad era el ámbito que ofrecía mayores posibilidades de movilidad social, ello no equivalía directamente a un ascenso social, que sí eran opciones pocas y limitadas en una sociedad preindustrial que todavía se imaginaba de manera corporativa y donde dejar de ser indio no significaba directamente dejar de ser pobre. Eso lo demuestran, todavía, ciudades que no son indias sino mestizas, acordonadas de villas miseria. Pero en los intersticios de la normatización que buscaba proyectarse en la ciudad, donde el dominio espacial era un significante físico del dominio social, los grupos pobres y libres construyeron su propia forma de relación y de vida cotidiana. Esa cultura popular puede considerarse la cultura típicamente urbana, a la vez que la mirada “desde abajo” puede ayudar a desmontar los mecanismos de estructuración y deferencia de una sociedad, para pensarla como una totalidad.