INVESTIGADORES
BARBETTA Pablo Nicolas
congresos y reuniones científicas
Título:
Piquete y cacerola, la lucha es una sola ¿emergencia discursiva o nueva subjetividad?
Autor/es:
BARBETTA, PABLO, BIDASECA, KARINA
Lugar:
Buenos Aires
Reunión:
Jornada; I Jornadas de Interfase entre Cultura y Politica A un año del 19 y 20 de diciembre; 2002
Institución organizadora:
IDES
Resumen:
Entre los nuevos sentidos que plasmó la experiencia inédita del 19 y 20
de diciembre de 2001 en Argentina[1],
la intención de este trabajo es explorar en la transformación de las
identidades en dos grupos sociales heterogéneos que plasmaron con sus prácticas
este singular momento (ins)(des)tituyente: los llamados caceroleros y los piqueteros.
El movimiento piquetero fue el
primero en despertar del letargo. Conformado desde los inicios de la década de
1990 dado el deterioro creciente de las condiciones de vida, laborales, el
incremento de la desocupación y las marcas que dejo el proceso de privatización
sobre todo en aquellos lugares en que la industria fue el centro de la vida
comunitaria (Cutral Có - Plaza Huincul, Neuquén y Tartagal y General Mosconi,
Salta) y el referente de la identidad de los trabajadores, plasmada en los
tiempos del estado de bienestar. Identidad laboral impartida por la condición
de trabajador e identidad partidaria ligada al peronismo sustentaban el lazo
social ahora fuertemente desintegrado.
De trabajador ocupado a
trabajador desocupado, este proceso, que a primera vista aparece como
paradojal, implica la historización de un proyecto político: el desplazamiento
de las posiciones de los sujetos (Laclau y Mouffe, 1987) de las identidades
sociales que corresponden a las categorías de pertenencia de los individuos (trabajador,
desocupado) a la identidad política de piquetero, emergente del
conflicto/antagonismo que tiene como desenlace una operación subjetiva: la politización de la subjetividad, esto
es, la aparición del antagonismo y la definición de un adversario, la
demarcación identitaria y la construcción de una identidad precaria. Nace un
nuevo actor con potencialidad política, que se atreve a desconocer el poder
local y a construir un poder paralelo durante el tiempo que duro la pueblada en
el sur a comienzos del año 1997.
Asimismo, dicho proceso de
desplazamiento abarca a los cuestionados sectores medios los que, aletargados,
comenzarán a vivir hacia el segundo período menemista y durante el gobierno de
De la Rua, los coletazos de la primavera de los primeros tiempos de la
convertibilidad.
Al incremento en los niveles de desocupación y el deterioro de las
condiciones de vida que también los afectará, se sumará la creciente falta de
credibilidad en los representantes elegidos por el pueblo, los altos niveles
de corrupción de la clase política, la indiferencia y apatía, y un corolario
que mostrará la crisis del capitalismo cuya ley sagrada, el respeto por la
propiedad privada, será rota por el mismo capital.[2]
Este escenario es importante para estudiar el preludio de la movilización y la
rebeldía de diciembre, el cuestionamiento del mismo sistema de representación
político que se plasmará en la creación discursiva surgida el 19 y 20: Que se vayan todos, que no quede ni uno
solo. De este modo, surgirá otro nuevo actor, el cacerolero que,
replegado en su intimidad y oculto tras la condición de vecino, se descubrirá
asimismo interviniendo intensamente en la esfera pública, salteando el muro de
la privacidad construido en aquella primavera, y participando en las asambleas
barriales e interbarriales en las que se exigirá de cada quien un
despojamiento (Revista Tres Puntos, 2002).
Dado el estado de los
acontecimientos que están, en este preciso momento, siendo historia, este
trabajo está poblado más por interrogantes que por certezas. Los mismos llevan a
interesarnos por el sujeto simbólico que se construye del acontecimiento: ¿Qué
sujeto parió el 19 y 20 de diciembre? ¿Se trata de un único sujeto colectivo
nuevo, emergente de la protesta social que caracteriza a la Argentina de fin de
siglo o de un sujeto múltiple, diverso? ¿El acto impuso una neutralización de
las identidades previas? ¿Implicó ello efectuar una operación de despojamiento?
¿Cómo pensar la diversidad y multiplicidad de los actores protagonistas, en
tanto condición de posibilidad u obstrucción para la emergencia de este tipo de
sujeto parido por la nueva situación? ¿Qué nuevas sociablidades desplegó el 19
y 20? ¿Qué relación se establece entre ese sujeto y las formas de participación
política (asambleas, democracia directa, etc.) adoptadas por los sujetos?
Por otro lado, como expresamos anteriormente, los hechos del 19 y 20 de
diciembre se plasmaron en una consigna (ins) (des)tituyente: el que se vayan todos, produciendo así una
escisión en el campo político. Es aquí donde nos preguntamos en qué medida el
orden que esta frase connota, ya consiste en estrategias de complementación
de ciudadanías laceradas, es decir, si es posible sostener la idea de una
«revolución democrática». O, por el contrario: ¿estamos
en presencia de un viraje en cuanto al modo de hacer y pensar la política, que
nos obligue a pensarla más allá de la representación política?
[1] El 19 y 20 de diciembre de 2001 han marcado la historia argentina.
Aquel día, luego de establecer el estado de sitio, cae el Presidente Fernando
De la Rua, su ministro de Economía, Cavallo y son destituidos tres presidentes
interinos hasta el nombramiento del actual presidente de la Nación, Eduardo
Duhalde a comienzos de 2002.
[2]A partir de la imposición del
ministro de economía, en la facultad de los plenos poderes otorgados por el
ejecutivo, de lo que se conoció como ley de intangibilidad de los fondos.