PERSONAL DE APOYO
SOUTO Nora Beatriz
congresos y reuniones científicas
Título:
Algunas observaciones sobre los conceptos de partido y facción (Río de la Plata, primera mitad del siglo XIX)
Autor/es:
SOUTO, NORA
Lugar:
Bariloche
Reunión:
Jornada; XII Jornadas Interescuelass/Departamentos de Historia; 2009
Institución organizadora:
Universidad Nacional del Comahue
Resumen:
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La Revolución de Mayo de 1810
provocó no sólo la división de la sociedad entre quienes se opusieron y quienes
se adhirieron a ella, sino que, con el correr de los meses alcanzó al mismo
grupo revolucionario que se vio escindido en torno el rumbo que debía seguir el
nuevo gobierno. En adelante, las disputas facciosas se convirtieron en un rasgo
inherente de la política de este período que los contemporáneos no dejaron de
advertir. Merced a su conocimiento de la historia clásica, los hombres cultos
de la época compartían la idea de que partidos y facciones habían sido connaturales
a la democracia ateniense y a la república romana y las experiencias
revolucionarias más recientes como la francesa o la norteamericana, no hacían
más que confirmar que éstos seguían siendo elementos comunes a los gobiernos
que fundaban su legitimidad en la soberanía popular.
A grandes rasgos puede observarse
que cuando los actores políticos del período hablan de partido/facción,
términos que usan frecuentemente en forma intercambiable, lo hacen en, al
menos, tres contextos que involucran de distinto modo al sistema político. En
primer lugar, partidos y facciones son protagonistas exclusivos en las
situaciones de conflicto que amenazan la supervivencia del orden vigente. En
segundo lugar, estas voces son objeto de análisis en el marco del debate acerca
de las formas de gobierno que se da, especialmente, durante la primera década
revolucionaria. Y por último, desde la Revolución de Mayo en adelante, aparecen
vinculadas a la implantación del sistema republicano representativo. La
variedad de estos contextos, sin embargo, no oculta el común repudio hacia los
partidos/facciones. La clave para entender este rechazo de los partidos se
encuentra muy ligada al modo en que los
hombres de la época entendían la sociedad y el cuerpo político, concepción que
se fundamenta en la primacía de los valores de unidad y armonía. Toda división
es nefasta pues engendra el caos y la anarquía. En consecuencia, hay un consenso muy
extendido acerca de que los gobiernos deben estar por encima de los partidos,
que no representan más que el interés de unos pocos, para favorecer, en cambio,
los intereses de todos, designados sucesivamente como bien común, voluntad
general, voto público u opinión pública.