INVESTIGADORES
CERUTI Maria Constanza
congresos y reuniones científicas
Título:
Angelitos: culto a momias infantiles en el Noroeste de Argentina
Autor/es:
CERUTI, CONSTANZA
Lugar:
Teguise, Lanzarote (Islas Canarias)
Reunión:
Congreso; VI World Congress on Mummy Studies; 2007
Institución organizadora:
Universidad de Las Palmas de Gran Canaria
Resumen:
                      En distintos rincones del Noroeste de Argentina llama la atención el fenómeno de la devoción religiosa profesada a cuerpos de niños momificados. En el mundo andino, desde épocas prehispánicas hasta nuestros días, los infantes difuntos han sido considerados como intercesores de la comunidad en el mundo de los dioses. El sincretismo religioso con el Catolicismo determina que las criaturas fallecidas sean consideradas como pequeños ángeles, los cuales son homenajeados con peculiares servicios funerarios, conocidos como “velorios del angelito”, que sorprenden por su carácter festivo.              Particularmente eficaces en su papel de intercesores ante la divinidad son considerados aquellos niños cuyos cuerpos se conservan momificados naturalmente, principalmente por deshidratación, en el árido entorno de los Andes. Tal es el caso del renombrado “Angelito Miguel”, visitado por centenares de personas en el remoto cementerio de Villa Unión, en la Provincia de La Rioja. Se trata de un infante cuya momia, de aproximadamente tres décadas de antigüedad, permanece expuesta en un pequeño féretro con tapa de vidrio, recibiendo cuantiosas ofrendas de juguetes, que acompañan las peticiones de los fieles. La autora también ha documentado la existencia de otros “angelitos”, venerados a escala local, como el de una momia infantil de sexo femenino que reposa en féretro de cristal en el cementerio del paraje de Anillaco, también en la provincia de La Rioja.                Hace quinientos años, bajo la dominación del imperio Inca, la creencia en la eficacia de la intercesión infantil cimentó las bases de la ceremonia incaica de capacocha, en la que niños y jóvenes mujeres eran sacrificados en las altas montañas para convertirse en mensajeros hacia el mundo de las deidades ancestrales que poblaban sus cimas. En la provincia de Salta, el descubrimiento de las momias congeladas de los tres niños Incas a 6.700 metros de altura, en la cima del volcán Llullaillaco ha permitido ahondar la comprensión acerca del culto prehispánico a infantes momificados; el cual cabe presumir que subyace a la actual veneración de los “angelitos” en el Noroeste de Argentina. Como corolario de este trabajo, la autora hará referencia al interesante conjunto de creencias y ritos que ha comenzado a entretejerse en torno a las momias del volcán Llullaillaco.             En distintos rincones del Noroeste de Argentina llama la atención el fenómeno de la devoción religiosa profesada a cuerpos de niños momificados. En el mundo andino, desde épocas prehispánicas hasta nuestros días, los infantes difuntos han sido considerados como intercesores de la comunidad en el mundo de los dioses. El sincretismo religioso con el Catolicismo determina que las criaturas fallecidas sean consideradas como pequeños ángeles, los cuales son homenajeados con peculiares servicios funerarios, conocidos como “velorios del angelito”, que sorprenden por su carácter festivo.              Particularmente eficaces en su papel de intercesores ante la divinidad son considerados aquellos niños cuyos cuerpos se conservan momificados naturalmente, principalmente por deshidratación, en el árido entorno de los Andes. Tal es el caso del renombrado “Angelito Miguel”, visitado por centenares de personas en el remoto cementerio de Villa Unión, en la Provincia de La Rioja. Se trata de un infante cuya momia, de aproximadamente tres décadas de antigüedad, permanece expuesta en un pequeño féretro con tapa de vidrio, recibiendo cuantiosas ofrendas de juguetes, que acompañan las peticiones de los fieles. La autora también ha documentado la existencia de otros “angelitos”, venerados a escala local, como el de una momia infantil de sexo femenino que reposa en féretro de cristal en el cementerio del paraje de Anillaco, también en la provincia de La Rioja.                Hace quinientos años, bajo la dominación del imperio Inca, la creencia en la eficacia de la intercesión infantil cimentó las bases de la ceremonia incaica de capacocha, en la que niños y jóvenes mujeres eran sacrificados en las altas montañas para convertirse en mensajeros hacia el mundo de las deidades ancestrales que poblaban sus cimas. En la provincia de Salta, el descubrimiento de las momias congeladas de los tres niños Incas a 6.700 metros de altura, en la cima del volcán Llullaillaco ha permitido ahondar la comprensión acerca del culto prehispánico a infantes momificados; el cual cabe presumir que subyace a la actual veneración de los “angelitos” en el Noroeste de Argentina. Como corolario de este trabajo, la autora hará referencia al interesante conjunto de creencias y ritos que ha comenzado a entretejerse en torno a las momias del volcán Llullaillaco.             En distintos rincones del Noroeste de Argentina llama la atención el fenómeno de la devoción religiosa profesada a cuerpos de niños momificados. En el mundo andino, desde épocas prehispánicas hasta nuestros días, los infantes difuntos han sido considerados como intercesores de la comunidad en el mundo de los dioses. El sincretismo religioso con el Catolicismo determina que las criaturas fallecidas sean consideradas como pequeños ángeles, los cuales son homenajeados con peculiares servicios funerarios, conocidos como “velorios del angelito”, que sorprenden por su carácter festivo.              Particularmente eficaces en su papel de intercesores ante la divinidad son considerados aquellos niños cuyos cuerpos se conservan momificados naturalmente, principalmente por deshidratación, en el árido entorno de los Andes. Tal es el caso del renombrado “Angelito Miguel”, visitado por centenares de personas en el remoto cementerio de Villa Unión, en la Provincia de La Rioja. Se trata de un infante cuya momia, de aproximadamente tres décadas de antigüedad, permanece expuesta en un pequeño féretro con tapa de vidrio, recibiendo cuantiosas ofrendas de juguetes, que acompañan las peticiones de los fieles. La autora también ha documentado la existencia de otros “angelitos”, venerados a escala local, como el de una momia infantil de sexo femenino que reposa en féretro de cristal en el cementerio del paraje de Anillaco, también en la provincia de La Rioja.                Hace quinientos años, bajo la dominación del imperio Inca, la creencia en la eficacia de la intercesión infantil cimentó las bases de la ceremonia incaica de capacocha, en la que niños y jóvenes mujeres eran sacrificados en las altas montañas para convertirse en mensajeros hacia el mundo de las deidades ancestrales que poblaban sus cimas. En la provincia de Salta, el descubrimiento de las momias congeladas de los tres niños Incas a 6.700 metros de altura, en la cima del volcán Llullaillaco ha permitido ahondar la comprensión acerca del culto prehispánico a infantes momificados; el cual cabe presumir que subyace a la actual veneración de los “angelitos” en el Noroeste de Argentina. Como corolario de este trabajo, la autora hará referencia al interesante conjunto de creencias y ritos que ha comenzado a entretejerse en torno a las momias del volcán Llullaillaco.             En distintos rincones del Noroeste de Argentina llama la atención el fenómeno de la devoción religiosa profesada a cuerpos de niños momificados. En el mundo andino, desde épocas prehispánicas hasta nuestros días, los infantes difuntos han sido considerados como intercesores de la comunidad en el mundo de los dioses. El sincretismo religioso con el Catolicismo determina que las criaturas fallecidas sean consideradas como pequeños ángeles, los cuales son homenajeados con peculiares servicios funerarios, conocidos como “velorios del angelito”, que sorprenden por su carácter festivo.              Particularmente eficaces en su papel de intercesores ante la divinidad son considerados aquellos niños cuyos cuerpos se conservan momificados naturalmente, principalmente por deshidratación, en el árido entorno de los Andes. Tal es el caso del renombrado “Angelito Miguel”, visitado por centenares de personas en el remoto cementerio de Villa Unión, en la Provincia de La Rioja. Se trata de un infante cuya momia, de aproximadamente tres décadas de antigüedad, permanece expuesta en un pequeño féretro con tapa de vidrio, recibiendo cuantiosas ofrendas de juguetes, que acompañan las peticiones de los fieles. La autora también ha documentado la existencia de otros “angelitos”, venerados a escala local, como el de una momia infantil de sexo femenino que reposa en féretro de cristal en el cementerio del paraje de Anillaco, también en la provincia de La Rioja.                Hace quinientos años, bajo la dominación del imperio Inca, la creencia en la eficacia de la intercesión infantil cimentó las bases de la ceremonia incaica de capacocha, en la que niños y jóvenes mujeres eran sacrificados en las altas montañas para convertirse en mensajeros hacia el mundo de las deidades ancestrales que poblaban sus cimas. En la provincia de Salta, el descubrimiento de las momias congeladas de los tres niños Incas a 6.700 metros de altura, en la cima del volcán Llullaillaco ha permitido ahondar la comprensión acerca del culto prehispánico a infantes momificados; el cual cabe presumir que subyace a la actual veneración de los “angelitos” en el Noroeste de Argentina. Como corolario de este trabajo, la autora hará referencia al interesante conjunto de creencias y ritos que ha comenzado a entretejerse en torno a las momias del volcán Llullaillaco.