IGEHCS   24394
INSTITUTO DE GEOGRAFIA, HISTORIA Y CIENCIAS SOCIALES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Geografía indígena argentina. Debates en torno a la invisibilización, la pobreza y el autorreconocimiento
Autor/es:
ROSSO, INÉS
Lugar:
Córdoba
Reunión:
Congreso; XVIII ENCUENTRO DE GEOGRAFÍAS DE AMÉRICA LATINA - EGAL VIII CONGRESO NACIONAL DE GEOGRAFÍA DE UNIVERSIDADES PÚBLICAS DE LA REPÚBLICA ARGENTINA; 2021
Institución organizadora:
Universidad Nacional de Córdoba
Resumen:
Existe un amplio consenso en el marco de investigaciones indígenas latinoamericanas sobre la fuerte correlación observada entre indigenismo y pobreza, cuyas explicaciones están sin dudas ancladas en los procesos históricos y políticos que desvincularon a los pueblos originarios del control de sus territorios, los sometieron a situaciones de explotación inconmensurables, desmembraron a sus comunidades masacrando a sus poblaciones y los relegarona los márgenes de la sociedad en el marco de la consolidación de los estados nacionales.En Argentina, el proceso de génesis y creación del Estado nación, evidencia una intencionalidad de exterminio e invisibilización perpetuada por diferentes dispositivos, no solo a través de las matanzas, sino también por medio de procesos de sometimiento, concentración, deportación, distribución y explotación de los pueblos indígenas (Delrio et al, 2018). Situaciones que lejos de terminar hacia fines del siglo XIX, se condensan en el esfuerzo por construir y difundir un estereotipo de lo indígena que le permita al Estado naciente perseguir, reprimir y violentar a la supuesta potencial amenaza que los pueblos originarios significaban contra la integridad nacional y el anunciado progreso civilizatorio de los territorios nacionales.El siglo XX no transformó esta situación. Hechos como la brutal matanza ocurrida en Santa Cruz en el marco de las huelgas rurales en los establecimientos ganaderos de 1920-1921, difundido como la Patagonia Rebelde (Bayer, 1972), los episodios de San Javier, en el Chaco santafesino hacia 1905, la Matanza de Napalpí en 1924 y las violentas represiones en Pampa del Indio y El Zapallar en 1933, en la actual provincia de Chaco sufridos por los pueblos Qom y Mocoví (Ubertali, 2013 [1987]), constituyen hitos de los crímenes ejecutados contra los originarios argentinos que se negaban a seguir siendo explotados del modo más grosero. Incluso mediando ya el siglo XX el pueblo Pilagá tuvo su violenta correlación en 1947 al perpetrarse la Masacre de Rincón Bomba en el entonces Territorio Nacional de Formosa (Mapelman, 2015), como una muestra más de la práctica genocida sostenida, cuyas salvajes matanzas se extendieron aún más allá de la etapa de las campañas militares, cuando desde el Estado ya se presumía una supuesta integración pacífica (Mapelpan y Musante, 2010).Estos procesos se fueron acuciando y haciéndose cada vez más devastadores hasta el día de hoy, confirmando la premisa de que fue el Estado argentino en formación el que decidió borrar unilateralmente la experiencia de conocimiento y trato mutuo que lo precedió(Lenton, 2005).El factor común de estos avasallamientos fue el despojo territorial. A medida que se realizaban las mensuras y se entregaban a la oligarquía local y al capital extranjero las tierras más valiosas, la población indígena era desplazada, exterminada u obligada a incorporarse al trabajo asalariado en las estancias, obrajes e ingenios. Así, se fortalecía la invisibilización de las poblaciones indígenas que dejaban de ser nombradas como tales para transformarse en pequeños productores de subsistencia o en trabajadores rurales. Más tarde, la expulsión de la población del campo a las ciudades, continuó construyendo la idea de desaparición de lo indígena, imponiendo una visión de incompatibilidad de reproducción de la cultura originaria en el contexto urbano. Habitar las ciudades pasó a ser una condición asumida forzadamente y en desigualdad de oportunidades, lo cual determinó la configuración de un patrón que vincula de manera compleja a pueblos indígenas y pobreza, producto de este trato diferencial, discriminatorio y de disciplinamiento social ejercido por siglos. No cabe dudas que la población indígena no ha tenido ni tiene las mismas oportunidades de empleo y acceso a los servicios públicos, a la protección de la salud, a la educación y a la administración de justicia que otros grupos sociales (Cimadamore et al, 2006).Sin embargo, esta afirmación no implica que toda persona que se reconoce indígena sea pobre. Esta historia de sometimiento y violencias ha fomentado la creación de un imaginario que refuerza concepciones y prácticas discriminatorias, creando generalizaciones que entrampan hasta las mismas luchas y reivindicaciones indígenas. La compasión que genera el reconocer el genocidio indígena y la situación de exclusión y vulnerabilidad en la que el Estado nacional posicionó a los pueblos, muchas veces se contrapone a la fuerza emancipatoria de los pueblos y con la imposibilidad de reconocer y valorar procesos de resistencia y lucha que se traducen en reclamos de autonomía, autodeterminación y reformulación de las relaciones de los pueblosindígenas con el Estado.Si bien los estudios sobre la pobreza nos ayudan a comprender las consecuencias del despojo de los territorios ancestrales y la condición de desventaja en la que se los ha posicionado a los pueblos indígenas en la construcción de los Estados nacionales, no alcanza para comprender la complejidad del mundo indígena e incluso nos ubica en el lugar de perpetuadores de esta situación, alentando la idea de inferioridad y de jerarquización de los grupos sociales, e incluso fortaleciendo el imaginario de invisibilización frente a la incompatibilidad aparente de ser indígena y habitar dignamente las ciudades, acceder a estudios superiores, ejercer como profesionales, etc.El riesgo de caer en esa estigmatización en el intento por reivindicar los derechos indígenas, nos aleja del anhelo de una sociedad que se autorreconozca indígena, que se defina en función de sus raíces y construya un horizonte menos hostil y que cobije igualitariamente la multiplicidad de naciones.Se presenta entonces en este trabajo un estudio preliminar sobre la relación entre la pobreza y el autorreconocimiento indígena, en el que se evidencia por un lado que la vulneración de los derechos territoriales de los pueblos indígenas constituye la matriz de una historia de despojo sobre la que se construyó el Estado nacional,lo cualestá directamente vinculado a las situaciones de desventaja que estos padecen. Por otro lado, se pone a consideración el hecho de que no hay una correlación cuantitativa entre la variable de pobreza crónica propuesta por Gasparini et al (2019) y la población que se reconoce miembro o descendiente de pueblos indígenas (INDEC, 2010), lo cual, más allá de las consideraciones metodológicas del último Censo que serán tenidas en cuenta, puede evidenciar que la eventual estigmatización producto de una asociación lineal entre indígenas y pobreza, refuerza el proceso de invisibilización y obstaculiza elautoreconocimiento.Bajo esta hipótesis de trabajo, que continúa siendo explorada más allá de los resultados que aquí se presentan, la cuestión de la autodeterminación de los pueblos emerge como un aspecto central para entender el desafío socioeconómico de la reducción de la pobreza.Se sugiere que uno de los principales obstáculos en la construcción de sociedades más justas es, precisamente, la falta de reconocimiento y los niveles concretos de autodeterminación indígena, lo cual permitiría concretizar otras formas posibles de existir y habitar, posicionando a la territorialidad como un aspecto fundamental del debate contemporáneo acerca del destino de nuestras sociedades y la pobreza.