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Una de las premisas básicas de la historia reciente del movimiento obrero es la existencia de una rotunda derrota durante la última dictadura militar. Así, los años 1976-1983 se transformaron en un parteaguas historiográfico: antes, la historia glamurosa de la radicalización de las luchas de la clase obrera; después, una historia todavía a tientas, que rastrea ora las resistencias a la ofensiva neoliberal de los noventa, ora las complicidades con la misma de sus máximos dirigentes, y que sacrifica, salvo excepciones, los años de Alfonsín. Esta ponencia parte de una intuición: que la noción de derrota proyecta un falso consenso que es necesario revisar. No se trata de que no pueda postularse la existencia de una derrota histórica del movimiento obrero sino que la confluencia semántica oculta profundas diferencias de interpretación. El objetivo que aquí se persigue es examinar estas diferencias con la convicción de que el debate sobre el qué, el por qué, el cómo, e incluso el cuándo de esta derrota puede contribuir a sentar las bases de un programa de investigación que articule más adecuadamente la historia pre y post 76 del movimiento obrero argentino.

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