El obispo Molina como figura rectora del Tucumán del temprano siglo XIX.

NANNI, FACUNDO; M. C. GUERRA OROZCO

San Salvador de Jujuy

Jornada; IV Jornadas de Iglesia y Religiosidad; 2011

Universidad Nacional Santo Tomas de Aquino

La muerte de José Agustín Molina, ocurrida el 1° de Octubre de 1838 causó amplia conmoción en el pueblo tucumano. Los tres albaceas que Molina había dispuesto estando ya enfermo, decidieron ocupar un quinto de los bienes del cura para el funeral. El ceremonial montado no tenía antecedentes en su magnitud: El cuerpo fue velado durante cuatro días, se realizaron misas al día y al mes de su muerte, y el acontecimiento contó con la asistencia de milicianos, los curas, músicos y amplia concurrencia del vecindario. Uno de los albaceas, Francisco Ugarte, tuvo incluso que justificar la fastuosidad de las exequias: Fue el modelo de amor a su familia, de caridad para con todos, y la honra del país de su nacimiento. Era necesario por lo mismo esforzarse en solemnizar sus funerales, para aliviar el dolor que su muerte había causado en toda la población...[1] El fallecimiento también causó conmoción en los jóvenes tucumanos de orientación romántica como Marco Avellaneda y Juan Bautista Alberdi, a pesar de su diferencia generacional y de idearios.[2] La magnitud de la celebración es una evidencia más del influjo de Molina entre su sociedad, rasgo que hemos abordado desde las diferentes facetas de este actor social particular dentro de las redes sociales de su entorno. Los sermones desde el púlpito, las deliberaciones en la Sala de Representantes y la circulación de escritos literarios otorgaron a este cura una amplia capacidad para influir sobre los vecinos del viejo Tucumán. A través de estos diferentes circuitos comunicativos, Molina proyectó su retórica tendiente a defender una moral y una política impregnada de nociones católicas. La sujeción de las pasiones, el temor ante el desorden social, el valor del matrimonio y los vínculos familiares, constituyen diferentes expresiones de una moral de fuerte herencia hispánica, que se evidencia no sólo en sus escritos sino también en su accionar. [1]  El detalle de los gastos del funeral se encuentra en A.H.T, Serie A, Caja 81, Expte. 18, fojas 413 ss. [2] Marco Avellaneda escribió a Alberdi para compartir la triste noticia: Nuestro Dr. Molina ha muerto. ¿Y cómo no? – Era un prelado virtuoso, buen ciudadano, buen amigo, amante de su patria, celoso de sus derechos, de sus libertades y de sus glorias. ¿Y cuando hombres de esta clase han hecho huesos duros? El infierno me trague si Dios no es Mozambique o federal…  He hecho a la muerte de Molina una cosa, que si no son versos, son renglones desiguales (…) Escritos Póstumos de J. B. Alberdi. Tomo XV., Carta de Marco Avellaneda a Alberdi, del 21 de Octubre de 1838, p. 318. Reedición a cargo de Oscar Terán, Universidad Nacional de Quilmes, 2002