INVESTIGADORES
AVALLE Gerardo
congresos y reuniones científicas
Título:
Pobreza en la prensa escrita
Autor/es:
MARÍA ALEJANDRA CIUFFOLINI; ANDREA IVANNA GIGENA; GERARDO AVALLE; DIANA FERREYRA; GUILLERMO CÓRDOBA; JORGE IGNACIO ASIS; ISABEL ALBERTINI; EZEQUIEL ÁVILA
Lugar:
San Salvador de Jujuy
Reunión:
Congreso; VII Jornadas Regionales de Investigación en Humanidades y Ciencias Sociales; 2002
Institución organizadora:
Universidad Nacional de Jujuy
Resumen:
Plantear una investigación, en los términos de “culturas populares”, es situarse en un campo altamente conflictivo desde su misma enunciación, ya que puede percibirse de inmediato una dificultad implícita en los mismos términos –“cultura” y “popular”- aparentemente definitorios. No nos detendremos aquí en la historia y usos de ambos términos, sobre los que existe una copiosa y controvertida literatura, si en cambio interesa destacar el particular sentido que estos conceptos, revisten en nuestro trabajo. Aquí la cultura se considera como el sistema significante a través del cual necesariamente (aunque entre otros medios) un orden social se produce y reproduce, se comunica, se experimenta y se investiga (R. Williams;1994). La cultura es siempre política porque toda cultura proporciona significados acerca de la vida pública a los miembros de una sociedad determinada. Sin embargo, no debe entenderse aquí el concepto de cultura política (en singular) que remite inevitablemente a una concepción de un conjunto homogéneo y bien trabado, de actitudes, valores y creencias sobre la realidad política que es compartido por toda la población y que es funcional para el propio mantenimiento y estabilidad del sistema político; se trata muy por el contrario, de asumir el carácter polémico y plural de las diferentes culturas políticas que conviven de forma conflictiva en toda sociedad en un momento determinado lo cual abre el paso a la consideración del juego de hegemonías, dependencias y luchas entre ellas existentes. Respecto de, ¿qué es lo popular?, siguiendo a Garcia Canclini, podemos afirmar que lo “popular” no puede identificarse por una serie de rasgos internos o un repertorio de contenidos tradicionales, premasivos. Así lo popular no se definiría por su origen o tradiciones, sino por su posición, siguiendo a Gramsci, la que construye frente a lo hegemónico; o como afirma Cirese (1979): “la popularidad de un fenómeno debe ser establecida como hecho y no como esencia, como posición relacional y no como sustancia”. En esta aserción, lo popular permite abarcar sintéticamente todas las situaciones de subalternidad, no se deja nombrar suficientemente ni por lo étnico, ni por el lugar en las relaciones de producción, ni por los ámbitos geográficos (rural-urbano). El éxito de esta denominación radica justamente en su capacidad de reunir bajo un concepto paraguas grupos muy diversos cuya situación común es la subordinación y cuya expresión son formas de resistencia contra los distintos tipos de poder. Es más siguiendo a Foucault (1984), podríamos decir que es en estos espacios de resistencia, tensión, donde las relaciones de fuerza se articulan en formas de visibilidad y de enunciabilidad, lo cual lo constituye en un lugar privilegiado de observación para dar cuenta tanto de lo popular como de lo hegemónico. Los conceptos hasta aquí desarrollados, constituyen, por un lado, un campo de trabajo, más que un objeto de estudio científicamente delimitado, y; por otro, son el marco en el que se articulan los siguientes objetos de estudio: la pobreza en la prensa escrita, la unión de organizaciones de base por los derechos sociales, el movimiento piquetero, concepciones sobre desigualdad en políticas públicas. De allí el privilegio, por un lado, -que otorgamos en nuestros trabajos- en el plano de las técnicas de campo, a aquellas que algunos denominan “semi-directivas” y “no directivas” y más generalmente, aquellas que se acercan a las técnicas del etnólogo, ya que son las únicas que nos permiten recoger la palabra social de los sujetos bajo una forma que admite la aplicación del análisis del discurso. No se trata, como bien dice Verón, de “pretender que tales técnicas son más “naturales” o que ellas inducen un discurso más espontáneo, toda técnica es una intervención artificial en el ambiente cotidiano de un actor social. Se trata simplemente de una cuestión de “tamaño” del objeto a analizar, para reconstituir las categorías cognitivas evaluativos de los sujetos, tenemos necesidad de lo discursivo”.