INVESTIGADORES
ARCE Rafael Gerardo
congresos y reuniones científicas
Título:
Tradición nacional cárnea y cultura sacrificial en Nadie nada nunca de Juan José Saer
Autor/es:
RAFAEL ARCE; LAURA SOLEDAD ROMERO
Reunión:
Conferencia; VI Ciclo Internacional ILECA. Políticas antiespecistas. Cuerpos, afectos y resistencias.; 2021
Institución organizadora:
Instituto Latinoamericano de Estudios Críticos Animales
Resumen:
David Viñas afirma que la literatura argentina comienza con una violación. Esta tesis célebre se ha convertido en un verdadero leitmotiv de la crítica literaria argentina. El foco puesto en la escena de abuso del unitario a manos de las hordas federales en El matadero de Esteban Echeverría sirvió a Viñas para romper con la tradición idealista de la historia literaria argentina que, según sus propios términos, soslayó los cuerpos y contribuyó a la obra de la ciudad letrada como el conjunto de relatos que narraron la historia del triunfo del Espíritu civilizado sobre la materialidad bárbara. No obstante la productividad de esta ruptura, hoy la tesis de Viñas se nos aparece como limitante por sus presupuestos antropológicos y, más aún, falocéntricos. En efecto, es posible afirmar también que la literatura argentina comienza, tal como lo declara el título mismo del relato de Echeverría, con una serie de sacrificios de seres vivientes, su descuartizamiento, desmembramiento y reducciones de sus respectivas corporalidades a productos aptos para la alimentación humana. El sentido alegórico del matadero federal, que ha tenido una larga descendencia en la literatura argentina, ha tendido a soslayar su sentido literal: la tradición carnofágica como mitología nacional que legitima la instauración del proyecto liberal con su correlato económico de base rural y ganadera. La derrota de la nación federal no modificó en lo más mínimo la correlación alegórica Estado-Matadero, sino que más bien la convirtió en su origen sublimado.Nadie nada nunca de Juan José Saer, publicada en 1980 y escrita en los años más sangrientos del terror de Estado argentino, reescribe el matadero de Echeverría y re-inscribe su sentido alegórico en la coyuntura política de su época. Ahora bien, más allá de su relectura programática de la tradición del matadero argentino, la quinta novela del escritor santafesino constituye un eslabón más en una serie de relatos asediados por el imaginario de la materialidad, la animalidad, la corporalidad, la sexualidad y la alimentación. Si la narrativa saeriana reescribe los mitos de origen cosmogónico, antropológico, americano y argentino, puede afirmarse que las naciones latinoamericanas comienzan con escenas rituales de ingesta de carne. Siempre atento a establecer una distancia con los mitos porteños erigidos metonímicamente como argentinos, el irónico regionalismo de Saer interroga la mitología del asado. En efecto, si la saga saeriana se abre y se cierra con la escena típica de los hombres en torno a la parrilla (su primer libro, en La zona, de 1960, y su última novela, La grande, de 2005), el motivo del asado va declinando según modalidades diversas: el cordero sacrificial de El limonero real (1974) y La pesquisa (1994), los moncholos de Glosa (1986) y, por supuesto, la orgía caníbal de El entenado (1983). En este trabajo, nos proponemos pensar la cuestión de la animalidad en Nadie nada nunca, atendiendo a las múltiples y variadas formas de imaginación cárnea que la novela despliega, yendo del cuerpo vivo como unidad orgánica al que se le conjetura una cierta consciencia de sí, pasando por el cuerpo sin vida como materia inerte, hasta llegar a la carne indistinta dispuesta en el plato de comida. En este sentido, la figura del caballo aparece como central, no sólo porque son las víctimas de un presunto asesino serial (que podría en algunas lecturas alegóricas ser los cuerpos de los desaparecidos), sino también por su materialización concreta en un cuasi-personaje de la historia (en bayo amarillo). Siendo el caballo un animal próximo al hombre (como lo deja claro la irónica reflexión de Glosa), el bayo amarillo aparece, a los ojos del protagonista (cuyo nombre es también animal: el Gato Garay), como extraño, hostil, por lo que el vínculo antropomórfico se pone en cuestión. La carne de caballo colgada en la carnicería, el cuerpo femenino que produce espanto y vértigo, la relación cuasi sádica y paranoica que el protagonista masculino entabla con esos cuerpos otros, la imaginación materialista que iguala una corporalidad indiferenciada, tan pronto disponible para la devoración, tortura, sometimiento sexual y desaparición, nos permite replantear el problema de la animalidad en la narrativa saeriana en términos ético-políticos de relación con la alteridad radical que sería ese otro animal.