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Si algo caracteriza a la Antártida del resto de los continentes, esseguramente su singularidad ambiental. Es uno de los ecosistemas másfrágiles y de mayor influencia a nivel global en cuanto al equilibrio ambientaldel planeta. Por esta razón el impacto de las actividades humanas en suentorno se han transformado a lo largo del siglo XX en un tema deimportancia internacional.En ese sentido, los estudios sobre la Antártida, y especialmente los queanalizan su ambiente y los problemas resultantes de la intervención antrópica,son fundamentales a la hora de entender la configuración de la región austral.Por lo tanto, el campo de la historia ambiental puede y debe plantear desdeuna perspectiva multidisciplinar un estudio que, centrado en la Antártida,sirva para estudiar las interacciones de las acciones humanas, sus ideas y elimpacto en el medio ambiente material. Esta cuestión generó a lo largo delsiglo XX fuertes debates y controversias que manifestaron la multiplicidad deintereses centrados en la posible ocupación, soberanía y explotación delcontinente blanco, pero a la vez también generaron acuerdos únicos en su tipoen la historia contemporánea para gestionar la actividad humana de formamultilateral. En ese contexto la Argentina no fue ajena a la disputa por elterritorio antártico. Su proyección sobre el sector fue, junto con otros países,un intento asociado a las miradas más tradicionales sobre el concepto desoberanía, pero mientras tanto el mundo asistía a la conformación de unconsorcio internacional que iba en dirección contraria y terminó por limitaresa reivindicación soberana. De esta forma, se ha ido perfilando un verdaderosistema del tratado antártico, un conjunto de disposiciones, que de formaflexible, han ido dando respuesta a los riesgos que han amenazado alcontinente blanco.

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