INVESTIGADORES
SCHORR Martin
libros
Título:
Cambios en la estructura y el funcionamiento de la industria argentina entre 1976 y 2004
Autor/es:
SCHORR, MARTÍN
Editorial:
FLACSO-Tesis de Doctorado
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2005 p. 340
Resumen:
La experiencia histórica de la mayoría de los países que lideran la actual fase capitalista indica que el desarrollo industrial resulta decisivo. Ello, por cuanto sienta las bases para, entre otras cuestiones relevantes, aumentar la riqueza socialmente disponible; avanzar hacia una creciente integración y diversificación de la estructura económica; generar empleo y acceder a mayores niveles de calificación de la fuerza de trabajo; obtener beneficios de distinta índole por incorporación al proceso de producción de tecnologías, bienes de capital y conocimientos; ganar en términos de autonomía nacional; mejorar la distribución del ingreso; etc.. En otras palabras, el desarrollo del sector manufacturero constituye una condición de posibilidad del desarrollo socio-económico en su sentido más amplio (no la única obviamente, pero sí una de las más trascendentes). Como lo ha destacado el recordado Adolfo Dorfman en su tradicional estudio sobre la industria argentina: “Los efectos correctivos de la industrialización se manifiestan en múltiples formas y muy variados niveles. Recordemos que, en su esencia, [la industria] al adquirir proporciones cada vez mayores del producto nacional... incrementa la riqueza del país; provee muy elevada ocupación...; al sustituir importaciones contribuye a aliviar, en parte, el déficit en el balance de pagos que mejora aún más con las exportaciones no tradicionales; al contribuir a la difusión del avance técnico acrecienta la productividad de los factores capital y mano de obra y eleva su nivel general en el país; a partir de la racional explotación de recursos naturales básicos promueve el desarrollo regional corrigiendo la excesiva centralización industrial” (Dorfman, 1983). A partir de la dictadura militar de 1976-1983, en el marco de una fuerte y acelerada reestructuración del capitalismo en el nivel internacional (asociada a una creciente “financiarización” de la reproducción ampliada del capital a escala global y una nueva ola de transnacionalización productiva), hizo irrupción en el ámbito nacional una corriente de pensamiento que, inspirada en los postulados básicos del neoliberalismo, se convertiría en hegemónica en los años subsiguientes, bajo gobiernos elegidos por el voto popular. Para los thinks tanks de la “nueva derecha”, los “hacedores de política” domésticos e importantes sectores de la sociedad, el destino manifiesto de la Argentina era –y es– el de especializarse en aquellos rubros productivos en los cuales cuenta con probadas ventajas competitivas estáticas (dada su particular “dotación de factores”), como medio para lograr una adecuada y eficiente inserción en el mercado mundial. Fue bajo estos preceptos que se “ordenó” gran parte de las políticas económicas instrumentadas desde entonces, las cuales derivaron en un proceso muy acentuado de “desindustrialización” y reestructuración regresiva de la actividad, en un contexto signado por la conformación y la paulatina consolidación de un nuevo esquema de funcionamiento del capitalismo local, y por una también nueva modalidad de inserción del país en la división internacional del trabajo. El mencionado proceso ha tenido diversas manifestaciones entre las que sobresalen las siguientes: el sector fabril dejó de ser el núcleo impulsor y articulador del proceso económico y político-social; perdió participación en el conjunto de la actividad económica de manera pronunciada; redujo de modo considerable su grado de integración nacional de la mano de un marcado repliegue hacia el procesamiento de recursos naturales y una acelerada retracción de sus segmentos más complejos por efecto del reemplazo de los mismos por importaciones, y, en ese cuadro, de un creciente predominio de las ventajas comparativas estáticas por sobre las dinámicas; si bien incrementó su participación en los flujos mundiales del comercio de manufacturas, lo hizo en base a actividades exportadoras de acotado dinamismo y escasamente “arraigadas” localmente en diferentes planos (creación de empleo y encadenamientos de valor agregado, generación y difusión de desarrollos científico-tecnológicos, etc.); y se consolidó como expulsor neto de mano de obra y como un “foco” de precarización laboral, constituyendo una de las causas principales de la aguda crisis que experimentó el mercado de trabajo y, por esa vía, de la acentuada regresividad distributiva que tuvo lugar. Así, de la mano de la hegemonía neoconservadora de las últimas décadas se alteró significativamente la fisonomía y el patrón de desenvolvimiento de la industria argentina y se destruyó una parte sustantiva de la importante masa crítica acumulada –no sin complicaciones y limitaciones de diversa naturaleza– durante los casi cinco decenios en los que había estado vigente –en sus distintas variantes– la estrategia de sustitución de importaciones. Sin lugar a dudas, la trayectoria manufacturera de mediados de los años setenta en adelante constituye una de las razones centrales (si no la más relevante) del marcado retroceso que atravesó la Argentina en materia económica y social o, en otros términos, del proceso de subdesarrollo que se verificó. Y también del estancamiento relativo que sufrió el país respecto de las naciones centrales y de muchas de las que integran la periferia (las que no casualmente en el mismo período afianzaron su industrialización, o bien se preocuparon por desarrollarse en términos industriales –en no pocas ocasiones prácticamente desde cero–; ello, a partir de la puesta en práctica de una variada gama de políticas que, en la generalidad de los casos, se encontraron en las antípodas de gran parte de las aplicadas en el medio doméstico –tanto en lo que respecta a su orientación teórico-conceptual como en lo atinente a los objetivos estratégicos perseguidos–). Ahora bien, sería un error afirmar que la “desindustrialización” argentina tuvo un carácter homogéneo (en el sentido que impactó por igual sobre los diferentes sectores y actores del campo fabril), dado que en el mencionado comportamiento agregado resulta posible identificar derroteros muy disímiles. Por un lado, se constata la existencia de un núcleo sumamente reducido de ganadores: un puñado de grandes empresas y grupos económicos de capital nacional y extranjero que pasaron a ocupar el centro del poder económico de la actividad (y del conjunto de la economía local) a partir de, entre otras cosas, su presencia decisiva en ramas estrechamente vinculadas a la explotación de recursos básicos; su privilegiada relación con el aparato estatal; su vinculación con el exterior en términos productivos, comerciales y financieros; y su apropiación de porciones crecientes del excedente por la desaparición, el debilitamiento estructural y la absorción de amplias capas del empresariado. Por otro lado, se manifiesta una cantidad considerable de perdedores: los trabajadores (tanto los que fueron despedidos –la mayoría de los cuales pasó a engrosar las filas del “ejército de reserva” y/o logró insertarse en actividades de elevada precariedad e informalidad–, como los que pudieron preservar sus fuentes de trabajo –muchos de los que, sin embargo, vieron reducir en forma pronunciada sus ingresos y empeorar sus condiciones laborales–); y las firmas de menores dimensiones (en buena medida por la orientación asumida por las políticas económicas implementadas, su inserción predominante en los sectores más castigados por la reconversión fabril y la redistribución regresiva del ingreso que se manifestó en el período de referencia). En definitiva, a raíz del “huracán neoconservador” de los últimos largos años se verificó una crisis de “desindustrialización” que tuvo un carácter a la vez regresivo y heterogéneo, en tanto se asentó sobre una doble transferencia de ingresos: desde los obreros hacia los patrones y, dentro de éstos, desde los estamentos más débiles y de menor poderío económico hacia un conjunto acotado –aunque cada vez más poderoso e influyente– de grandes firmas y conglomerados empresariales. En ese contexto, la finalidad central de esta Tesis es la de realizar un análisis socio-histórico y de economía política sobre la evolución de la industria manufacturera argentina desde mediados del decenio de los setenta hasta la actualidad, haciendo especial hincapié en el derrotero seguido por las diferentes clases sociales y fracciones de clase que se desenvuelven en el nivel fabril interno en el marco de una crisis de magnitudes inusitadas, así como en los principales factores explicativos de dicha trayectoria. Se busca, así, aportar desde una visión integradora y de largo plazo diversos elementos de juicio respecto de la regresividad y la heterogeneidad características de la reestructuración manufacturera de los casi treinta últimos años. Atento a dicho objetivo general, el trabajo se divide en tres partes. En la primera, conformada por los Capítulos 1 y 2, se pasa rápida revista a los principales “hechos estilizados” del desenvolvimiento sectorial registrado durante la fase inaugural de lo que aquí se denominará el “modelo financiero y de ajuste estructural” (coincidente con la etapa de la última dictadura militar), y el período en el cual se afianzaron muchos de los rasgos sobresalientes de aquélla (contemporáneo del primer gobierno de la reconquista de la democracia). Siempre desde la perspectiva que resulta de priorizar un encuadre socio-histórico y de jerarquizar analíticamente el trayecto recorrido por las distintas clases y fracciones de clase (y los procesos que concurren en su explicación), en la segunda parte, integrada por los Capítulos 3 a 5, se estudia con detenimiento el comportamiento de la industria local en el transcurso de la crucial “década larga de los noventa” (en rigor, desde mediados de 1989 hasta fines del 2001). En ella se profundizaron sobremanera muchos legados críticos de las dos etapas anteriores, al tiempo que emergieron nuevas problemáticas que, en conjunción con aquéllos, trajeron aparejados serios interrogantes en cuanto al futuro de la actividad fabril y las posibilidades realmente existentes para desandar buena parte del sendero recorrido de la mano de la hegemonía neoliberal. El inicio del siglo XXI encontró a la Argentina transitando la crisis económico-social más profunda y prolongada de su historia, la cual expresó el agotamiento del “modelo financiero y de ajuste estructural” iniciado en 1976. En ese marco, de la mano del nuevo régimen macroeconómico que se ha tendido a configurar a partir del abandono del esquema de la Convertibilidad los primeros días de enero del 2002, y de la existencia de un escenario político-ideológico (doméstico e internacional) que ha logrado establecer ciertas fisuras en el discurso neoconservador hasta entonces abrumadoramente mayoritario, se ha generado un entorno mucho más propicio para el sector industrial. En efecto, desde mediados de dicho año se ha venido asistiendo a una fuerte recuperación de la actividad manufacturera que ha sentado las bases para que desde diversos ámbitos (empresariales, políticos y académicos) se afirme que la Argentina está transitando por un “proceso de reindustrialización” y que se está en presencia de un modelo económico que estimula “la producción y el trabajo nacionales” y, como tal, se encuentra en las antípodas de su antecesor vigente entre 1976 y 2001. En función de ello se sostiene que se cuenta con los elementos necesarios y suficientes como para revertir la “desindustrialización” de las últimas décadas y los sesgos de la misma, y por esa vía recrear un “capitalismo nacional”. De allí que en la tercera parte del estudio (Capítulo 6) se procura identificar algunas de las tendencias más significativas de la dinámica manufacturera verificada en lo que va del nuevo régimen macroeconómico vigente a partir del 2002. Se persiguen allí diversos propósitos, entre los que se destacan: analizar el proceso político-ideológico que derivó en la conformación, en las postrimerías de la Convertibilidad, de una alianza social policlasista que impulsó una salida de dicho esquema a partir de una devaluación de la moneda doméstica y el papel que en ella se le otorgaron a conceptos como industria, nación, modelo industrial, burguesía nacional; dilucidar las principales líneas de continuidad y de ruptura entre la nueva situación fabril y la existente en el transcurso del “modelo financiero y de ajuste estructural”; discutir algunos de los supuestos que están detrás del “modelo industrial” vigente y de las fracciones de clase que han logrado devenir en el centro hegemónico del mismo. Una de las conclusiones más importantes de esta tercera parte de la Tesis es que si bien la configuración macroeconómica post-Convertibilidad ha favorecido a la industria (situación auspiciosa luego de un cuarto de siglo de políticas y contextos operativos de claro contenido “desindustrializador”), surgen varias dudas en cuanto a las posibilidades que ofrece el actual escenario para viabilizar una efectiva reindustrialización del país sobre bases de sustentación crecientemente inclusivas en lo económico-social, así como la reversión de la regresión de la trama fabril acaecida a partir de la última dictadura militar. Por ello, cierran el estudio unas breves reflexiones finales en las que se plantean algunos lineamientos estratégicos básicos que podrían “ordenar” una política orgánica o sistémica de reindustrialización de la Argentina que intente hacer suyas la premisa mencionada al comienzo de esta introducción (la centralidad del desarrollo manufacturero en el desarrollo socio-económico de una nación) y las ideas de Dorfman (1983): “Es necesario llevar a efecto los objetivos esenciales de una política de industrialización y desbrozar el camino para un rápido, intenso, equilibrado desarrollo económico y social, que ofrezca oportunidades de empleo seguro y remunerativo y eleve los niveles de vida de las grandes masas. La tarea no es fácil… pero es, a la larga, la única solución auténtica y permanente para los problemas del subdesarrollo económico, social y político”.