INVESTIGADORES
RICHAUD Maria Cristina
congresos y reuniones científicas
Título:
Cómo formar un investigador. Algunas reflexiones surgidas de la práctica
Autor/es:
RICHAUD, M. C.
Lugar:
La Plata
Reunión:
Congreso; II Congreso Internacional de Investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de la Plata; 2009
Resumen:
La formación de los científicos   La formación de investigadores es considerada central en los estudios de postgrado. Estos asumen en general como objetivo fundamental, formar académicos de la más alta calificación, capaces de realizar investigaciones que generen nuevos conocimientos. Sin embargo, en general y para cumplir tan ambicioso objetivo, no van más allá de configurar documentos curriculares o establecer cursos de epistemología o metodología de la investigación, o a lo sumo que los alumnos ejerciten investigación haciendo investigaciones. Existe una ausencia sistemática de planificación  esperándose la generación espontánea de investigadores. En general parecería que una conducta socialmente institucionalizada consiste en esperar que el investigador se forme por sí mismo, lo que parece efectivo en la medida en que toda institución universitaria sostendrá que cuenta con investigadores, aún cuando en ningún caso haya programa alguno para su formación. La primera recomendación sería planificar la formación del investigador. Es necesario pensar sobre la formación de investigadores, asumiendo que la misma es un objetivo que debe ser evaluado y medido en términos de sus logros. Cuándo debe comenzar la formación. Cualquier programa debe preocuparse por la detección temprana de talentos. Según Ruiz (2006) hay diez criterios que deberían seguirse para formar un investigador. Lo primero que es necesario tener es la figura de quien orienta o guía, es decir el maestro, pieza insustituible de cualquier programa de formación investigativa. La noción pedagógica expresa el conducir, el persuadir, el corregir con delicadeza. Pedagogo es quien introduce de su mano a su discípulo en un mundo nuevo de saberes y verdades; le enseña a dudar y buscar; le transmite la cultura; se convierte en un estructurador de valores y rasgos humanos desde su propia vivencia; es ejemplo y autoridad personal; sabe recibir y cumplir una misión.  Sin este tipo humano del “maestro” no hay formación posible, menos en la investigación. Según la etimología de la palabra investigador, in-vestigium-ire, significa el que rastrea algún vestigio importante.  Cualquier esfuerzo de formación resultará inocuo (cuando no contraproducente) si no parte del principio de que se le debe transmitir al iniciado un verdadero gusto por la “aventura” del conocimiento. Todo proceso de investigación que comienza con una búsqueda o descubrimiento sencillo debe resultar apasionante para el joven.  El maestro debe llevarlo de la mano en este proceso. Sobre qué apoyar un proceso de formación investigativa? Sobre las condiciones del intelecto (percepción, razonamiento) y naturalmente valores del espíritu (conciencia, sentido de trascendencia, imaginación, sueños e ideales).  Sentar dichos básicos de la investigación, debe ser uno de los primeros esfuerzos de cualquier proceso formativo. Aprender a investigar es en buena medida “aprender a pensar”.  Además de adquirir o afianzar habilidades tales como el ingenio, la curiosidad, el sentido de observación y la crítica, el joven investigador debe aprender a conceptualizar, a desarrollar posturas escépticas y a moverse de manera metódica y reflexiva. Preguntarse cómo formar en o para la investigación, equivale a asumir la cuestión esencial de aprender y saber pensar.  Esta es una tarea lenta que exige continuidad y persistencia, y que debe además confundirse con el esfuerzo de largo aliento de una preparación humana y profesional que imparta la Universidad. No caben aquí tentativas aisladas, fugaces o fraccionadas.   El joven investigador deberá además ser el protagonista de su propia educación. Así, entonces, formarse supone “aprender a aprender”; los estudiantes “aprenden” con la conducción y orientación de sus maestros. Al joven investigador no se le debería “enseñar” como sujeto pasivo, sino más bien brindarle los medios para que él construya, a través de procesos idóneos, tanto el conocimiento, como sus valores, habilidades y otras competencias  humanas y académicas. La manera de ver o hacer ciencia ha sufrido grandes transformaciones. A partir de la crítica de Ludwig Von Bertalanffy al denominado Método Científico de Descartes, la mayor parte de las teorías científicas postmodernas ven la necesidad de introducir al observador explícitamente, como elemento constituyente de un fenómeno o hallazgo de ciencia; es decir los fenómenos o procesos no existen estrictamente como algo independiente del observador.  Por otra parte, los científicos hoy ya no pretenden alcanzar una verdad última, única, absoluta, objetiva e inmutable; las cosas se mueven, más bien, a través de ‘explicaciones transitorias’, en función del contexto en que se aplican. El consecuente y reciente auge de las denominadas “ciencias cognoscitivas” está conduciendo a que el lugar central en el ámbito científico lo ocupen “quien conoce” (el sujeto que aprende, que construye conocimiento) y los aprenderes, perdiendo preponderancia por tanto “lo conocido” (y lo que se enseña) y los saberes. La Internet está transformando por completo la manera como la gente se expresa, se relaciona, estudia, aprende, etc. Mirando hacia delante, resulta impensable trabajar con seriedad en asuntos como por ejemplo la creatividad –que es además de la esencia de la investigación- o desempeños colaborativos sin acudir a las tecnologías de la información y la comunicación. ¿Podrán entonces estar ausentes los estudiantes de mañana de estas nuevas formas de comprender y hacer ciencia e investigación?  Otro aspecto por demás importante a tener en cuenta es alcanzar la coherencia y armonía (complementación, coordinación, cooperación) entre diferentes modalidades o vertientes de formación humana y profesional del alumno en la Universidad. Además, y desde otro ángulo, el criterio de lo ‘unitario’ aboga por la idea de ir haciendo compatible o proporcional a la investigación con la realidad de los fenómenos y problemas del mundo natural y social.  Si algo testimonia el sorprendente avance de la ciencia y el conocimiento en el mundo es que la realidad es eminentemente compleja y no puede aproximarse con mente o modelos mentales incapaces de aprehenderla en su verdadero carácter. Este hecho ya había sido reconocido antes, aceptándose que una sola disciplina o rama del conocimiento resultaba por lo general insuficiente para conocer y comprender la mayor parte de los fenómenos reales. Hoy, con el descubrimiento de potentes nociones cognoscitivas y epistemológicas, se avanza hacia estadios superiores de coordinación entre campos del saber, como es por ejemplo la idea de la transdisciplinariedad.