INVESTIGADORES
RICHAUD Maria Cristina
congresos y reuniones científicas
Título:
Niños en riesgo por pobreza. Aportes para una educación que respete su diversidad
Autor/es:
RICHAUD DE MINZI, MARÍA CRISTINA
Lugar:
Huancayo, Perú
Reunión:
Congreso; Primer Congreso Internacional de Psicología y Pobreza; 2008
Institución organizadora:
Colegio de Psicólogos del Perú
Resumen:
Niños en riesgo por pobreza. Aportes para una educación que respete su diversidad Dra. María Cristina Richaud En la Argentina actualmente el 40 por ciento de los menores de 18 años viven en condiciones de pobreza, de los cuales el 20% son indigentes. La creciente prevalencia del fracaso escolar en los niños en riesgo ambiental preocupa a educadores, investigadores y políticos (McLoyd, 1998; National Center for Children in Poverty, 1997; Weissberg & Greenberg, 1998), ya que los niños son nuestro potencial humano y la creciente presencia de riesgo por pobreza, limita severamente su bienestar y éxito futuro. Para la gran mayoría de los niños, la pobreza implica riesgos en su desarrollo (Huston, 1994). En la niñez se asocia con un conjunto de problemas que incluyen: bajo peso al nacer, mortalidad infantil, enfermedades contagiosas, lesiones y muerte (Klerman, 1991). Además, crecen en barrios con altas tasas de desempleo y sin los mínimos cuidados para un desarrollo saludable. Entre otros problemas, predomina la ruptura familiar, la conducta antisocial, las redes sociales restringidas a los límites del entorno marginal y la falta de control social informal sobre las conductas y actividades de niños y adultos en el barrio (Wilson, 1996). Los niños de la pobreza presentan atrasos en el desarrollo intelectual y en los logros escolares. Cuando comienzan la educación preescolar tienden a tener menores niveles de habilidades relacionadas con la escuela que los niños no pobres; su progreso es más lento y muchos terminan por desertar (McLanahan, Astone, & Marks, 1991; Ramey & Campbell, 1991). Por otra parte, los niños pobres presentan altas tasas de problemas socioemocionales y de conducta, incluyendo ansiedad, aislamiento social, agresión y delincuencia, distrés psicológico y baja autoestima y autoeficacia (McLoyd, 1991). En la adolescencia estos problemas pueden afectar a la sociedad más amplia, en la forma de delincuencia juvenil, embarazo temprano y deserción escolar (Garbarino, 1992). En la población pobre existe un alto nivel de analfabetismo acompañado de una baja calidad de vida, ingresos y participación social, como también de falta de oportunidades. Los niños en riesgo ambiental muestran patrones constantes de baja atención, alto ausentismo y elevadas tasas de deserción que afectan inevitablemente el rendimiento y los logros. No es esperable que los niños con este desarrollo deficitario alcancen el nivel de los otros niños en corto tiempo, o quizás nunca lo alcancen del todo. Sin embargo, sí podemos esperar que desarrollen sus potencialidades y acerquen su perfil de recursos lo más posible al resto de los niños, al menos para garantizar su bienestar psicológico. Al mismo tiempo este panorama no significa que todos los niños pobres están condenados a obtener bajos logros. Aunque los niños pobres están en riesgo, no todos “sucumben”. Muchos son sanos, productivos intelectualmente y con una buena adaptación social. La pobreza es un factor de riesgo, pero no haremos justicia con las personas que viven en la pobreza si fracasamos en comprender que muchas de ellas sobreviven y crecen, a pesar de las considerables dificultades que deben enfrentar. Más aún, a partir del estudio de estos niños resilientes, podemos aprender qué clase de apoyos y condiciones del medio los capacita para volverse adultos productivos (Bradley et al., 1994; Werner, 1989). Garmezy (1987) afirma que "el ethos de la escuela y sus maestros debería nutrir un importante factor protector en el desarrollo del niño y del adolescente a través de facilitar la adquisición de capacidades cognitivas y sociales que constituyen la base para la supervivencia en un mundo amenazante" (p. 166). Benard establece que el proceso de protección en la escuela se basa en: el cuidado, el establecimiento de altas expectativas y la oportunidad para interactuar positivamente con los demás. La escuela tiene la posibilidad de crear "un ambiente coherente a tal grado poderoso que por lo menos seis horas al día puede superar a casi cualquier otra cosa en la vida de los niños" (Edmonds, 1986, citado por Benard, 1992).