IDIHCS   22126
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES EN HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
El desierto y su semilla. Regeneraciones portentosas de la mandre-lenguano
Autor/es:
DELFINA CABRERA
Lugar:
Poitiers
Reunión:
Congreso; 1996-2016 : déconstruction de l?espace littéraire en Amérique latine; 2016
Institución organizadora:
Université de Poitiers/CRLA Archivos
Resumen:
Si existiera un espacio fundante de la literatura argentina, bien podría ser el desierto, y no porque parte de él para constituirse sino porque lo crea ficcionalmente. Desde Hudson hasta Aira, pasando por Sarmiento y Echeverría (quien lo consideró ´nuestro más pingüe patrimonio´), el desierto supone la invención y el trazado de la geografía que será aquella propia de la Nación. Límite de lo urbano, amenaza siempre latente, pero también conquista deseada, este espacio en apariencia vacío fue determinando lo decible y lo visible en el discurso cultural argentino. Impuso, sobre todo, una lengua literaria civilizada, pura, única, nacional: tamiz y frontera de las voces bárbaras y sus impurezas. En este sentido, el desierto alimenta la imagen monolingüe de la literatura argentina y pone bajo un manto de sombra a las malas lenguas (indígenas, gauchas, inmigrantes, femeninas, pobres) que la atraviesan. Quizá fue entonces a partir de esta imagen que en 1998 un escritor cordobés, Jorge Baron Biza, publica en Buenos Aires su primera y última novela, El desierto y su semilla, un texto que regresa al desierto para volverlo urbano, espacio de despliegue y disputa de subjetividades que a duras penas (en claro contraste con el pan-nacionalismo del boom) reconocen una patria (local o latinoamericana) y una lengua en la que anclarse. El desierto y su semilla elabora una ´regeneración portentosa´ de la lengua nacional y sus espacios de enunciación. Las escoriaciones, descomposiciones y reconstituciones por las que pasa el rostro de la madre del narrador (punto de partida del relato y motor del desplazamiento por distintas ciudades) son la alegoría melodramática de la madre-lengua y de la lengua nacional. Mediante un delicado procedimiento de traducción, el narrador va injertando en el rostro quemado de esa madre, en la propia sintaxis de identificación de la lectura, un cocoliche (modo de hablar propio de los inmigrantes italianos, caracterizado por la mezcla de lenguas) del alemán, italiano e inglés que no responde a sistematicidad ni gramática alguna, pero que a su vez es la lengua que habilita la escritura del espacio semoviente y posnacional de esta novela excéntrica.