IDIHCS   22126
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES EN HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Tecnociencia y valores. Consideraciones en torno a la propuesta de Javier Echeverría
Autor/es:
LIVIO MATTAROLLO
Lugar:
Santa Fé
Reunión:
Congreso; XVII Congreso Nacional de Filosofía; 2015
Resumen:
En la actualidad el análisis filosófico del conocimiento en general y de la ciencia en particular ha dejado de concentrarse en el producto, vale decir, en las teorías, y ha ampliado su perspectiva hacia la práctica o actividad científica. Estas nuevas posiciones respecto de la producción de conocimiento incorporan el aspecto valorativo y lo estiman tan importante como los componentes metodológicos o epistemológicos, en franca oposición a las visiones tradicionales de la filosofía de la ciencia -que postulan una versión algorítmica o logicista de la racionalidad, según la cual basta el proceso de deducción lógica y contrastación empírica para, por ejemplo, optar entre teorías rivales-. En este contexto se pueden ubicar las tesis del filósofo Javier Echeverría, de creciente influencia en las concepciones contemporáneas de la ciencia, quien propone sustituir el concepto de racionalidad algorítmica por el de racionalidad axiológica visto que a su criterio la capacidad de razonar depende fundamentalmente de la capacidad de valorar. Asimismo, Echeverría entiende que a diferencia del monismo axiológico de la filosofía del conocimiento tradicional, anclada en el valor de la verdad, se debe admitir que la actividad del conocimiento está profundamente influida por distintos sistemas de valores, de los que se debe dar cuenta en términos filosóficos si se quiere trabajar con una versión de la ciencia más adaptada a lo que efectivamente sucede.En esta oportunidad concentraremos el trabajo en el análisis que hace Echeverría sobre el concepto de tecnociencia, según lo presenta en La revolución tecnocientífica (2003), el cual constituye a nuestro criterio un muy interesante aporte para el análisis de las prácticas actuales de producción de conocimiento científico. Ahora bien, los argumentos de Echeverría suponen algunas conclusiones obtenidas por él mismo en dos trabajos previos y ligadas por un lado a sus críticas a la ?concepción heredada? y por el otro a su teoría de la acción científica. Si hubiera que sintetizar en una sola palabra al conjunto de las críticas que Echeverría aplica a la filosofía de la ?concepción heredada?, esa palabra sería reduccionismo. Tal reduccionismo se juega en varios aspectos: reducir la ciencia a los contextos de descubrimiento y justificación, reducir la reflexión filosófica válida al segundo de ellos, reducir el objeto de estudio a las teorías, reducir al mínimo el impacto de cualquier valor ajeno al ámbito epistémico y finalmente reducir la racionalidad a su función teórica e instrumental. Frente a estas posiciones, en Filosofía de la ciencia (1995) Echeverría propone considerar a la ciencia en términos de acción que puede explicarse a partir de los valores compartidos por los científicos y distinguir no dos sino cuatro contextos en ciencia, a saber: educación, innovación, evaluación y aplicación. Ya en Ciencia y valores (2002) Echeverría desarrolla su teoría de la acción científica, para lo cual diferencia analíticamente doce componentes de la acción, y avanza en la indagación de los presupuestos valorativos ligados a las acciones científicas a través de una axiología que se distingue por concebir a los valores como funciones aplicadas por un agente a un argumento (Echeverría recupera aquí la noción de función de Frege) y por sostener la tesis del pluralismo teleológico y axiológico, vale decir, que las acciones científicas -y los correspondientes procesos de análisis- están atravesadas por una multiplicidad de valores que incluyen los clásicamente epistémicos y otros que la filosofía de la ciencia tradicional relegó al ámbito de lo no epistémico. La incorporación de la dimensión valorativa es fundamental para Echeverría pues permite el análisis, la crítica y, en su caso, la justificación de la elección tanto de medios como de fines de la actividad científica.Una vez recuperados los puntos anteriores estamos en condiciones de abordar el mencionado concepto de tecnociencia, que es presentado por Echeverría desde dos perspectivas convergentes. Por un lado encontramos la perspectiva histórica, en la que se diferencian tres etapas: (i) la emergencia de la Big Science (1940-1965), primera modalidad de tecnociencia caracterizada por una fuerte apuesta a la investigación básica, financiación estatal y orientación militar; (ii) una década de relativo estancamiento (1966-1976), producto de la contestación social frente a la macrociencia militarizada de Estados Unidos y Europa; y (iii) el auge de la tecnociencia propiamente dicha (1977- ), en virtud de la creciente presencia de iniciativas privadas en las investigaciones que se materializan, por ejemplo, en la creación de empresas tecnocientíficas. La segunda perspectiva es la axiológica, que conlleva la evaluación de la tecnociencia en el contexto de aplicación. Desde este punto de vista, la tecnociencia es distinta de la macrociencia por la mayor diversidad de sistemas de valores involucrados en su desarrollo y fundamentalmente por la estructura financiera que la sostiene. En base al análisis de distintos casos, Echeverría muestra cómo valores clásicamente extra epistémicos tienen una influencia determinante en las investigaciones (los valores militares en el Proyecto Manhattan, los valores económicos en el Proyecto Genoma Humano, entre otros), a tal punto que para el español el desarrollo de un sistema tecnocientífico da lugar a un nuevo modo de producción del conocimiento que supone la consideración de este último ya no como un fin en sí mismo sino como un medio para la acción en vistas de la consecución de diversos fines que, como advertimos, se eligen en base a valores. En este sentido, Echeverría insiste en que la filosofía de la ciencia ya no debe ocuparse del conocimiento científico sino de la acción científica (en estos casos, tecnocientíficas). A modo de conclusión, nuestro interés pasa por sostener que ese cambio en el modo de producción del conocimiento conlleva un cambio en la evaluación filosófica de los valores intervinientes pues, en el marco de la acción tecnocientífica y de la estructura axiológica plural que describe Echeverría, la distinción entre valores epistémicos y no epistémicos pierde su sentido o, cuanto menos, exige una reconsideración.