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Situada en el corazón del altiplano surandino, la región del Salar de Uyuni, ha sido a lo largo de la historia una de las zonas rurales más olvidadas de Bolivia. Con una economía tradicionalmente basada en el cultivo de la quinua, la explotación de la sal y la cría de llamas, fue recién a partir de los años 1980 que comenzó a desarrollarse vertiginosamente la industria del turismo. El desarrollo de este nuevo mercado se acompañó de una intensa dinámica de patrimonización, concepto que hasta entonces era inexistente en la región. En este contexto y bajo el impulso inicial de numerosos promotores externos, las comunidades indígenas-campesinas comenzaron a producir sus propios atractivos turísticos sobre todo a partir de los vestigios del pasado existentes en sus territorios, convertidos progresivamente en «patrimonio material o tangible» y en «recursos culturales». Así, en pocos años fueron apareciendo en la región numerosas cuevas que exponen restos humanos momificados junto a antiguos objetos en elaboradas escenografías, se readecuaron al turismo sitios arqueológicos y se construyeron museos y miradores de distinta índole. En esta comunicación trataré sobre las intensas dinámicas de actualización ontológica que se vienen dando en los últimos años en las comunidades indígenas de la región del Salar de Uyuni, y que interpelan nuestras praxis de arqueólogos. El trabajo resulta de un monitoreo que vengo realizando desde 2005 sobre la evolución de la relación que los pobladores locales mantienen con lo que ellos denominan chullpa, y nosotros sitios arqueológicos, tumbas o restos momificados.

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