INVESTIGADORES
SCRIBANO Adrian Oscar
libros
Título:
Contigo Aprendí-Estudios Sociales de las Emociones
Autor/es:
LUNA ZAMORA, R. Y SCRIBANO, A (COMP.)
Editorial:
CEA-UE-CONICET-Universidad Nacional de Córdoba-CUSCH- Universidad de Guadalajara
Referencias:
Lugar: Córdoba; Año: 2007 p. 247
ISSN:
978-987-9357-74-3
Resumen:
Introducción Rogelio Luna Zamora y Adrián Scribano   Todos los trabajos que integran este volumen se relacionan entre sí a partir del análisis –más explícito en algunos trabajos que en otros– de los patrones culturales y la subjetividad. Algunos hacen énfasis en las estructuras, instituciones e imaginarios sociales, otros profundizan más en la subjetividad y el mundo muy personal. En el marco de la aludida diversidad, todos tienen por eje de análisis el enfrentamiento, las dualidades, abismos y fisuras de la cultura que envuelven a los individuos que se encuentran en permanente búsqueda de dar sentido a sus vidas con sus pensamientos, deseos y sentimientos, en medio del sistema social dominante que termina por imponer su regulación normativa. Un sistema que coagula y restringe aquello que es sugerido por la subjetividad, constriñendo sus deseos más profundos, haciendo evidente que sus sueños e ilusiones son sólo eso, frustración, engaño y espejismo frente a la dureza y crudeza de la realidad. En los diversos estudios aquí presentados, los sujetos viven y enfrentan –algunos de manera más “consciente” que otros– la realidad que se les impone, que les violenta su pensamiento y acción, sus percepciones y sentimientos. Una realidad que algunos de los sujetos aludidos vivencian  y sufren, en tanto externa a ellos como objetos pasivos, manifiestan su condición de víctimas del sistema dominante, sea que han naturalizado la cruda realidad y la aceptan, sea que se rebelan sabiendo de antemano que son sólo espacios de cierta libertad ilusoria que es lo único que les es permitido, que la realidad les asfixia su ser y su potencial de ser y que termina por de-marcarles sus espacios, sus sueños y posibilidades de realización y satisfacción personales. Quizá los trabajos que de manera más vivencial expresan esta angustia del ser imposibilitado, sean los tres primeros capítulos, a saber, los de Adrián Scribano, Rocío Morfín, Berenice López y Bertha Lidia Nuño. Adrián Scribano retoma el análisis del cuerpo y de la formación de las emociones y los sentimientos poniendo en evidencia los mecanismos de soportabilidad social y los dispositivos de regulación de las sensaciones. Las emociones se ajustan a un entramado muy eficiente para el control de las subjetividades, de los deseos y pasiones de los individuos. La esfera emocional de los individuos aparece como un engranaje más en el andamiaje que el sistema capitalista dominante instaura para ejercer el control y el dominio a pesar de la voluntad de los individuos. Adrián de entrada sitúa la esfera emocional como parte de los mecanismos de reproducción del status quo. Aparecen así pensamientos de lo político y lo social como una realidad abrumadora para el sujeto, le permite sólo observar la “inevitabilidad” de lo existente, naturalizando el omnipresente sistema de dominio. La realidad que conduce a la “soportabalidad” individual y social,  aplastando a nivel individual la opción de rebeldía ante las injusticias sociales, ante la operatividad del sistema de control político y estético concretizado en la vida cotidiana, es decir, el cómo los individuos in-corporan, (hacen cuerpo)  sentimientos y emociones que permiten la reproducción de y forja la formación de los cuerpos individuales dominados y sojuzgados. El trabajo concluye señalando algunos procesos por los cuales “…la lógica de la impotencia atada al miedo y la mentira como ejes configuracionales de una sensibilidad que naturaliza la coagulación de la acción y solidifica la evitación del conflicto es posible de ser revertida”.   Rocío Morfín, abona una metodología y una perspectiva muy poco abordada en la literatura de las emociones. Nos referimos a la fenomenología del estado afectivo que lleva precisamente a la autoconsciencia del ser, del qué siento, del cómo lo siento y su significado para la vida del sujeto sintiente en momento donde el pasado y el futuro se hacen en el presente. Su trabajo que lleva por título “Los sentimientos en el acto reflexivo. Una descripción de las posiciones que nos generan el sentimiento de identidad”, dan cuenta de cómo la subjetividad y la individualidad son partícipes de la cultura y del contexto, pero también de cómo la cotidianidad no siempre facilita la toma de consciencia de los propios estados psicológicos y emocionales por los que atravesamos en la vida cotidiana. La reflexibilidad sobre nuestro cuerpo sintiente nos lleva a la autoconsciencia de qué sentimos y cómo nos sentimos. En este proceso de hacer consiente la consciencia emocional-sintiente el presente se torna presente viviente, se in-coporiza el pasado con sus frustraciones y anhelos realizados y fallidos, el futuro próximo con sus deseos, esperanzas y temores. En el trabajo de la autoría de Berenice López Coutiño y Bertha Lidia Nuño Gutiérrez, se exploran los estados psicológicos y emocionales de las mujeres que viven uno de los trastornos alimentarios propio de la vida contemporánea: la bulimia. Analizan esta enfermedad desde de la propia subjetividad de las mujeres que padecen este síntoma de la cultura del cuerpo en su expresión más mediática. La autoconsciencia de lo biológico y psicológico con este trastorno aparece en toda su dimensión dramática a través del  propio testimonio de las mujeres que lo padecen. En sus estados emocionales se vinculan a discursos donde el deseo de la propia muerte aparece de manera recurrente. Inmersas en un proceso autodestructivo que acompaña a los mecanismos de control emocional bajos, presas de pensamientos depresivos, frustración, irritabilidad, imagen corporal distorsionada, en medio de una fuerte tendencia hacia el perfeccionismo. En esta obra se ofrece una mirada a la lógica de la subjetividad individual en diálogo, confrontación y aún subordinación –asimilación– con el sistema sociocultural y político dominante. En otros términos, cómo los individuos-cuerpos viven, perciben, crean y recrean sus emociones y sentimientos, en su cotidiano vivir y convivir con los otros cuerpos: sus comunidades, sus familias, sus entornos inmediatos, mediatos y otros más alejados; o mejor dicho, aparentemente más alejados y distantes, con los cuales pese a esta lejanía a veces son más próximos, cercanos y aún íntimos, que muchas de las interacciones de otros seres con los cuales mantenemos una proximidad física. Son entes que no obstante su carácter virtual influyen en el inconsciente conformándonos y determinando nuestra propia relación más íntima con nuestro propio y personal cuerpo. Sean éstos entes los códigos aprendidos en nuestra infancia por nuestro entorno sociocultural, sean aquellos que recibimos vía mediática emitidos por la casi omnipresente televisión y de otros aparatos y estructuras que algunas veces son invisibles, o cuasi invisibles, pero que su influencia y su peso en la determinación del espacio en el que nosotros los individuos podemos ejercer nuestros deseos, aspiraciones, sentimientos y emociones son de tal magnitud, que delimitan con gran eficacia nuestros signos corporales, nuestros desplazamientos físicos y mentales, nuestra interacción con los otros cuerpos-subjetividades, que se mueven y desplazan también con los códigos delimitados y permitidos por el sistema dominante. Como nunca antes en la historia de las ciencias exactas y sociales, el estudio de “la afectividad” ha adquirido hoy día un papel relevante. Efectivamente, la esfera de “lo emocional” tiene que ver con todas las dimensiones del ser bio-psico-social, de suerte que la gama de ciencias susceptibles de realizar su análisis es igualmente multidisciplinario y por supuesto, la gama de enfoques diversos, complementarios los unos, discordantes los otros, han contribuido a enriquecer nuestro conocimiento sobre la compleja naturaleza del cuerpo individual con relación a la intrincada interrelación con el cuerpo social en el cual cada individuo se desenvuelve en su historia personal y con la carga de su subjetividad, intenta realizar sus deseos, autovaloraciones y referentes de identidad, casi siempre con una descarga de aprensiones y tensiones entre lo subjetivo y lo culturalmente permitido. Dada la formación profesional de los participantes y el enfoque predominante en los textos aquí ofrecidos, el lector encontrará que uno de los temas más recurrentes es el del control social de los cuerpos –particularmente vía el autocontrol y la autopercepción– de sus sentimientos y emociones, que son herramientas conceptuales, afectivas, corporeizadas e internalizadas profundamente en nuestro ser individual-social. En cuanto a la formación de los conceptos sociales en los sujetos, el cuarto capítulo proveniente de la pluma de Yadira Robles, se interroga sobre el proceso que conduce a que los niños de entre 9 y 11 años de edad, generan sus conceptos sobre la desigualdad social. Desde esta perspectiva, los niños van aprendiendo el ajustamiento del propio cuerpo al del cuerpo social, proceso que los conduce a naturalizar la realidad social. El aprendizaje de estos conceptos sociales sobre quién es quién y del por qué, se inserta en ese entramado de lo inevitable, lo ineludible, lo que conduce a lo que desde edad temprana se empieza a dibujar como futuro propio y cercano, son elaboraciones subjetivas de su propia imagen, de aquellos que les es autorrelevante para su identificación social –y política– a través de la identificación de clase de sus propios seres más queridos y cercanos, sus padres y familiares, sus amigos en el vecindario o colonia con los cuales conviven cotidianamente, sus compañeros de salón en la escuela. En este proceso van forjando su autoapreciación y de alguna manera visualizan su futuro propio, su devenir y su forma de integración al cuerpo social. Yadira lo plantea como el aprender una semiótica del ser, desde la propia subjetividad, creando así una semiótica de la vida y de lo social ofrecida por la interiorización cotidiana con todos las mediaciones –la familia, los compañeros de escuela, vecinos y la misma televisión– en donde los niños van asimilando esquemas mentales de valoración e identidades, la suya propia, su autoimagen y la del resto de la sociedad. Armando Ibarra propone también, en el capítulo quinto, que el rol del receptor aún en su edad infantil, se explica desde una perspectiva dinámica, donde la actividad del televidente se ejercita oponiendo filtros y resistencias y aportando elementos para su propia formación, a partir de los mensajes televisivos. El sentido del texto político televisivo sólo se completa con la participación del receptor. Es él quien da significado a los mensajes emotivos o racionales desde sus propias necesidades, deseos y aspiraciones. Desde una perspectiva política menos radical, Armado Ibarra equipara la influencia que tienen en la formación de los esquemas mentales y políticas los padres, el entorno social inmediato como la televisión. Armando profundiza en el poderoso aspecto de la tecnología audiovisual que unida impulsa y desata emociones que no siempre pasan por la lógica de la racionalidad ni la lógica de la argumentación de los programas televisivos, justamente lo que hace de la televisión uno de los medios de influencia uno de los más poderosos instrumentos del poder para influir en la formación de la psique en formación. De aquí precisamente que permanece en la mesa de discusión, de qué tanto la influencia de este poderoso medio es más fuerte que las influencias cotidianas de sus interacciones con sus entornos primarios –la familia y la propia comunidad infantil con la cual van forjando su propia ubicación respecto de los otros y de sí mismos–, en ese mágico e invisible proceso de forjar su autoimagen y la del mundo social que les rodea, de sus sentimientos y autopercepciones del estar y ser en el mundo de cierta manera y no de otra, descartando aquellas que jamás podrían ser, aquellas que ni soñando o imaginando se atreverían a visualizar como posibles. No podía faltar en estos momentos donde la inseguridad está presente en todos los ámbitos públicos y privados, el abordaje de la delincuencia. David Coronado (capítulo sexto) da cuenta de la centralidad de este problema en su trabajo sobre la violencia  y la formación de la subjetividad.  David parte de la premisa central de que en la formación de la subjetividad de la sociedad contemporánea se encuentra la violencia, con un peso primordial y como forma cultural capaz de concretizar la globalización económica y las mutaciones sociales y culturales. Como fermento de la violencia se encuentra tanto la pérdida de los espacios-soporte institucionales, así como cambios en los espacios de socialización. Estos elementos están en la base del entronizamiento de la violencia como el medio ad-hoc para manifestar la existencia y realización de estos los sujetos que han encontrado en actividades consideradas por instituciones sociales y jurídicas como delictivas, y que dada las condiciones económicas y de otros órdenes, los sujetos que ejercen estas prácticas encuentran “justificaciones” de diversa índole una forma de realización de su vida personal y social. Ciertamente la cultura contemporánea presenta expresiones de reciente cuño, entre las que se encuentra un tipo de violencia que se apropia tanto de la existencia del individuo como de las emociones en la intimidad, en las sensaciones, en la subjetividad y en la misma personalidad, provocando la formación y existencia de "comunidades destructivas", plagadas de inercias indiscutibles, fragmentaciones heredadas y un sinfín de dispositivos de ocultamiento del sentido a través de los cuales los delincuentes buscan el reconocimiento del mundo, reafirmando su propia existencia; esta nueva lógica social corre al parejo de las actividades extremas, de la búsqueda del sentir la adrenalina correr por su cuerpo, de la excitación que la naturaleza aventurera de sus actividades les invoca, de la sensación de autoafirmación victoriosa provocadas por las experiencias límite, por la estética de la muerte y la ética de la estética.   En el capitulo séptimo Tania Rodríguez en su trabajo “Las emociones y su valor para el análisis cultural” propone valorar e indagar a las emociones como indicadores de las diversidades y estructuras culturales. Preocupada por el contenido motivacional, intencional y cognitivo de los entramados emocionales describe las posibilidades – y limitaciones- de las herramientas conceptuales disponibles para operar un análisis cultural a través de lo que los sujetos sienten. Adquieren importancia, por esta vía, lo que los individuos desean y pueden desear ajustados a las tonalidades culturales que transforma a las emociones en plataforma de de clasificación de lo aceptable y lo no aceptable.    Como Tania afirma “…un punto de partida importante para el análisis cultural es entender que la fuerza motivacional de la cultura nunca es directa e inmediata: pasa por la selección y la apropiación, así como por la recreación y negociación de los significados culturales. Existen continuidades y discontinuidades entre los ideales culturales y las experiencias personales, así como entre los significados culturales públicos y los significados culturales transformados por las personas.” El artículo enfatiza la importancia metodológica  del estudio de las emociones como camino de acceso a “proposiciones y recursos culturales” que son incorporadas y usados por los sujetos. Objetos culturales que, de un modo u otro, “albergan” emociones y los juicios sociales que se enraízan en ellas. De esta manera, las emociones “…permiten identificar aquellos objetos (creencias, ideas, objetos, prácticas, etc.) que generan alegría, orgullo, satisfacción, preocupación, tristeza, decepción, frustración, culpa o vergüenza y un gran etcétera. En este sentido, son indicadores de que a las personas les importan ciertas cosas más que otras y por qué. Están relacionadas con la valuación, las expectativas de logro, y en consecuencia, con la deliberación y la toma de decisiones.” El libro finaliza con el trabajo de Rogelio Luna quien desde un perspectiva construccionista  enfatiza la importancia de continuar y recrear la elaboración de una sociología de las emociones bajo del supuesto que en ellas intervienen “…a) evaluación de la situación, b) cambios en las sensaciones fisiológicas, c) la libertad o la inhibición de gestos expresivos, d) un nivel cultural identificando específicamente la constelación de los tres primeros elementos.” . A lo largo del artículo Rogelio mapea los antecedentes de la sociología de las emociones, introduce el recorrido del armado del campo disciplinar y establece las coordenadas conceptuales para una mirada construccionista.  En el trazado del aludido camino sostiene que “…partir de la existencia de modelos psicosociales ofrece una perspectiva que permite explicar lo común a la experiencia de vivir una emoción determinada los individuos, explicarla en la dimensión interior, subjetiva, pero siempre en relación con el contexto sociocultural que da sentido y condiciona lo que el individuo siente y su potencialidad expresiva. Los cambios psicológicos aparecen así entrelazados entre la subjetividad individual y la realidad psicosocial.” No hay duda de que los trabajos aquí expuestos traen a colación –en sus propias dimensiones actuales– los planteamientos de los sociólogos clásicos (Marx, Durkheim, Weber y Parsons) en torno a los efectos de la estructura social sobre la personalidad y la conducta, quienes analizaron la influencia de las instituciones sociales, modo de producción –económico– sistemas de estratificación, urbanización, grado de complejidad, entre otras estructuras sociales duraderas, sobre las actitudes, creencias, valores e identidades de unidades sociales más reducidas como la familia y sobre el individuo mismo. Si partimos de la definición de estructura social como aquella configuración o modelo persistente de relaciones sociales que establecen contingencias y constreñimientos situacionales, determinando así conductas y emociones individuales, entonces podríamos coincidir en que las estructuras sociales efectivamente afectan y condicionan la subjetividad, las emociones y las situaciones que los individuos pueden vivir o son susceptibles de ser experimentadas por ellos. En este entramado, las emociones que por definición siempre son sentidas y vividas por individuos en tanto seres bio-psico-sociales, no son ajenas a la mediación de estas unidades menores constitutivas de aquellas grandes estructuras, en las cuales se desenvuelven en su vida cotidiana los individuos. En otros términos, el cómo la microinteracción social se realiza en y por medio de estructuras sociales como la familia y las redes sociales que a su vez están delimitadas por otras estructuras de mayor tamaño que condicionan las dinámicas de funcionamiento, sus reglas, sus prescripciones y desenvolvimiento que les caracterizan, pero que no obstante su persistencia y perdurabilidad, no son ajenas al cambio sociocultural. Si bien parece clara la influencia de las grandes estructuras sobre la relación y dinámica en la interacción microsocial, una perspectiva inversa no parece igual de clara, es decir, la repercusión de estas microdinámicas de grupos específicos sobre la estructura social dominante. El cambio social que puede ser observable a nivel micro y en la interacción cotidiana, al interior de las familias, en los cambios en las percepciones de los individuos y grupos sociales menores, no parecen afectar las estructuras sociales dominantes, excepto quizá a muy largo plazo. De facto, en el corto plazo cuando se mira de una generación a otra, aparecen como transformaciones en ciertos aspectos de los esquemas conductuales y mentales de los individuales y aún de ciertos grupos, pero que dan la impresión de quedarse como sólo transformaciones que impactan la cultura y acaso ciertos aspectos del orden social, pero las instituciones, el sistema social y la estructura permanecen sin cambio, excepto por cambios de orden económico mayores que refuerzan finalmente los mecanismos de control siempre y a fin de cuentas, por sobre los deseos de los individuos y pequeños grupos. Producción de la estructura emocional, a través del constreñimiento de las acciones, actitudes y el sentir los sentimientos subjetivos, junto con el control de su expresión, también son las propias emociones las que pueden conducir a la liberación de la opresión y al rompimiento de los esquemas de pensamiento dominantes. En este sentido, la sociología de las emociones y la reflexividad que emerge de las propias emociones puede conducir a que el cuerpo individual busque su redención social y política.