INVESTIGADORES
CORDOBA Lorena Isabel
capítulos de libros
Título:
Introducción
Autor/es:
CÓRDOBA, LORENA
Libro:
Dos suizos en la selva. Historias del auge cauchero en el Oriente boliviano
Editorial:
SOLIDAR/Suiza-CIHA/Bolivia
Referencias:
Lugar: Santa Cruz de la Sierra; Año: 2015; p. 13 - 41
Resumen:
Es sabido que, entre 1870 y 1920, el boom cauchero constituye una parte vital de la historia de la Amazonía: se cifra en la fundación de ciudades, en la migración masiva, en la incorporación de territorios hasta entonces marginales a la órbita republicana, en la delimitación de las fronteras nacionales, paralela a la concesión de territorios a empresas extractivas que fusionan capitales nacionales e internacionales. La industria cauchera moviliza además a otras industrias, como el transporte, la ganadería o la propia agricultura. O sea que el auge cauchero es un ?hecho social total?, que estructura, condiciona y modela la inserción del Oriente boliviano en el imaginario nacional e internacional.Mientras la industria del caucho crece de modo exponencial, conforma nuevos actores sociales. En primer lugar, las grandes empresas comerciales como la Casa Suárez, Vaca Díez, Braillard, Roca, Velasco & Henicke, etc. En segundo lugar, los pequeños patrones, que cuentan con sus propias barracas y personal pero no disponen de capital propio, por lo que deben recurrir al mismo sistema de ?habilito? que los trabajadores rasos: es decir, al intercambio de goma por adelantos de mercadería. En tercer lugar, tenemos a los ?fregueses?, que no tienen tierra ni capital pero sí algún personal a cargo, como por ejemplo los inquilinos de barracas pertenecientes a terceros. Finalmente, tenemos los trabajadores o peones contratados por un patrón por un sueldo fijo. En este contexto histórico tenemos que entender a nuestros autores. ¿Quién fue Franz Ritz? No es mucho lo que sabemos de su vida. Hay que reconstruir su biografía a partir de su propio relato de viaje, de retazos de información que proporcionan otros autores, y del recuerdo nebuloso de alguno de sus descendientes. Sabemos apenas que Ritz parte hacia Bolivia en 1907, embarcándose en El Havre, posiblemente contratado por la Casa Braillard de París. Luego de varios meses llega finalmente a Riberalta, donde se encarga del almacén de ramos generales de la empresa, mientras aprovecha para aprender el castellano. Luego trabaja en la farmacia de la compañía, con lo cual adquiere conocimientos básicos de medicina que le bastan para atender las afecciones más frecuentes de los siringueros mestizos e indígenas: dolores de muela, de estómago, malaria, etc. Tras siete largos años en Bolivia, en junio de 1914, decide tomar unas breves vacaciones en Suiza. Pero Ritz extraña la selva de forma irresistible, y a principios de 1915 regresa a Riberalta. Además del trabajo en la goma comienza a formar parte de un grupo de inmigrantes que nutre la ciudad y lleva adelante proyectos de índole social: la creación del Club Progreso en 1919, del cual Ritz es socio fundador, los pintorescos bailes de Carnaval, los aguerridos partidos de fútbol que reseña la incipiente prensa local. En 1917 tiene un hijo con una pobladora de Ixiamas, Eleodora Gonzáles, bautizado un año después en la iglesia de Riberalta bajo el nombre de Francisco Ritz. Para ese entonces se siente fuertemente en Bolivia la caída internacional del precio de la goma. Hay cierta esperanza de que vuelva a subir tras la finalización de la Primera Guerra Mundial, pero esto no sucede y en 1922 Ritz decide retornar a Suiza. Tras más de 15 años de trabajo, vuelve a la tierra natal con lo puesto, sin el menor ahorro. Como otros tantos inmigrantes anónimos que se atreven a cruzar el océano en busca de oportunidades, vuelve a su patria con la riqueza de la experiencia vivida pero sin un centavo. Su destino se pierde en Suiza, y no conocemos de él más que la añoranza de una juventud entusiasta. Nacido en Suiza en 1886, nuestro segundo autor, Ernst Loitenegger, tiene el mismo afán de aventuras que Ritz. Seducido por los rumores del ´oro que cae de los árboles´, el joven de apenas 20 años se embarca hacia Bolivia y se enrola en la legendaria Casa Suárez. La vida burocrática en Cachuela Esperanza, donde trabaja como contable, le desagrada de inmediato. Consigna fastidiado cada detalle de una rutina tediosa y monótona, y espera cualquier oportunidad para huir a la selva. Navega por el Madre de Dios recolectando goma, y finalmente, tras solicitarlo durante varios años, la empresa le destina la gerencia de la barraca Almendros, sobre el río Geneshuaya. Allí encuentra su lugar en el mundo. Por primera vez su relato deja entrever algún tipo de sosiego: refunda el establecimiento e instaura una nueva metodología de trabajo que pronto lo pone en buena relación con el personal criollo y también con los indígenas vecinos -y en particular, con los chacobos.Como Ritz en su momento, luego de 6 años y 2 contratos Loitenegger regresa a Suiza entre 1912-1913, mientras se inaugura el ferrocarril Madeira-Mamoré y comienza el declive del auge cauchero. Sin embargo, emulando nuevamente a su compatriota, pronto añora la vida en la selva y decide regresar a Bolivia. Su relato termina allí. Sin embargo, la biografía de Loitenegger es más rica, y más compleja también su relación con la industria cauchera. En efecto, a los 28 años, en septiembre de 1914, se casa en Londres con la joven Esperanza Suárez, de 18: la hija mayor de Nicolás Suárez. Gracias a este matrimonio su historia se vuelve más fácil de reconstruir que la de Ritz, pues entra al círculo íntimo del gran patriarca de la goma. Loitenegger y Esperanza no tienen hijos propios pero adoptan a una niña, a la que bautizan Blanca Loitenegger. Es encargado de la filial brasileña de la empresa, Casa Suárez & Filhos, en Belem do Pará. Pese a que Loitenegger y Esperanza se separan en la década del 1930, sigue trabajando para los Suárez en su oficina londinense y mantiene una relación cordial con Nicolás Suárez y su esposa Judith. Finalmente muere en Londres, el 29 de mayo de 1942. En cierta forma, estas dos historias son paradigmáticas. Los inmigrantes europeos que llegaron a la Amazonía durante el boom cauchero fueron muchos, y es imposible menospreciar sus aportes sociales, culturales, sanitarios o económicos al desarrollo del Oriente boliviano. Inéditos en castellano, los relatos de Loitenegger y Ritz tienen pues un interés por sí mismos, como testimonio historiográfico de ese aporte. Pero, a la vez, nos brindan información significativa sobre aquellos años de gloria de la industria cauchera. Dijimos antes que la historia de ambos se conecta en múltiples puntos. Ritz y Loitenegger son suizos, solteros, de veintitantos años, y viajan a Bolivia entre 1905 y 1907, cuando el boom de la goma está en su punto más alto, seducidos por el mismo afán de hacer fortuna y conocer un mundo nuevo. Ambos quedan extasiados por el exotismo embriagante de la naturaleza selvática. Cada uno a su modo, ambos se ven afectados por las costumbres de la población indígena y mestiza. Y ambos, por fortuna, registran sus impresiones en sendos relatos que aun hoy podemos leer como novelas de aventuras.Sin embargo, las narraciones también nos muestran que sus experiencias personales no son idénticas. En este sentido resulta provechoso comparar brevemente los textos. Comencemos por los puntos en común. Ritz y Loitenegger escriben a partir de la nostalgia de una juventud añorada. De hecho, sabemos que nos relatan tan sólo una parte de sus aventuras bolivianas, y que al menos temporalmente sus recuerdos son fragmentarios y parciales. La narración de Ritz llega hasta su retorno a Suiza, en 1914, y nada dice acerca de su segunda estadía en Bolivia, cuando nace su hijo, o sobre su partida definitiva en 1922. Loitenegger relata asimismo sus primeros 6 años en el Beni, pero no menciona jamás su relación personal y profesional con la familia Suárez, su casamiento con Esperanza o sus años postreros en Brasil y en Londres. Los textos describen igualmente los lujos y opulencias de la industria cauchera, los procedimientos técnicos, logísticos y disciplinarios de la industria, la distinción entre el ´caucho´ y la ´goma´, el sistema del endeudamiento y enganche de mano de obra, o la trama siempre inestable de las relaciones interétnicas. Pero, más allá de ciertas sensaciones compartidas, el estilo y el tono de ambos son diferentes. Ritz es más discreto, inocente, casi despreocupado. Tolera todo con buen humor y estoicismo. Loitenegger es más descarnado y pesimista: su prosa es melancólica, nostálgica, por momentos hasta cínica. Ritz preserva el anonimato casi total de los actores de la trama. En su relato los indígenas son actores de reparto, opacos y anónimos. Más indiscreto, o más meticuloso, Loitenegger nos revela los nombres de colegas europeos, empleados indígenas, mujeres, hijos, concubinas, víctimas y victimarios. Ritz habla de las mujeres, el sexo y el amor en la selva con distanciamiento ruborizado, como un jovencito adolescente. Loitenegger, en cambio, detalla sin pudores las uniones sexuales y amorosas propias o ajenas.Como sea, más allá de los tonos personales, de las sensibilidades, de los matices literarios, y por qué no de sus propios silencios, creemos que los recuerdos de Ritz y Loitenegger tienen un inmenso valor histórico. Sin caer jamás en una lectura en blanco y negro, ni incurrir en los tópicos extremistas del cauchero como héroe inmaculado del progreso, ni de la leyenda negra (el cauchero como predador cruel e impiadoso), tal vez nos permitan humanizar un poco la figura histórica del cauchero. Las historias de estos suizos en la selva, así, nos ofrecen elementos para reflexionar desapasionadamente sobre las ambigüedades, las contradicciones, los claroscuros, las zonas grises de la industria del caucho en la Amazonía boliviana; así como también, desde un punto de vista más general, sobre la importancia indiscutible que tanto el caucho como quienes le dedicaron sus vidas tuvieron a la hora de forjar el destino del Oriente y aun de la propia Bolivia.