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Desde la década de 1880, el desarrollo de la bacteriología implicó importantes transformacionesen las prácticas médicas, así como en la configuración del campo sanitario en sus múltiples dimensiones cognitivas, tecnológicas, políticas y profesionales.Estos cambios sucedidos en un lapso de unas pocas décadas tuvieron su origen en Francia y Alemania y adquirieron rápidamente un carácter global. Hacia fines del siglo XIX, en buena parte de los países de Europa, de Asia y América podían observarse instituciones creadas a semejanza de los institutos dirigidos por Pasteur y Koch.El tema ha recibido una gran atención y discusión por parte de la historia de la ciencia, y existe un consenso sobre cuáles han sido sus principales ejes, que fueron resumidos en los siguientes cuatro: a) el desarrollo de la teoría de que las enfermedades infecciosas tenían agentes causales específicos, las bacterias o microbios, y de una serie de prácticas para su identificación y cultivo articuladas en los postulados de Koch; b) un giro reduccionista en el paradigma médico, concentrado ahora en los efectos específicos de estos agentes infecciosos y en sus mecanismos de contagio, en oposición a una mirada holística del organismo; c) un aumento de la importancia de los métodos experimentales y de laboratorio; y d) la introducción de productos biológicos exitosos para el tratamiento de algunas enfermedades.En este trabajo nos concentraremos en este último punto, tomando como objeto lo sucedido en Buenos Aires hacia los últimos años del siglo XIX y las primeras décadas del XX, donde se dio una temprana incorporación y desarrollo local de sueros y vacunas en la práctica médica y veterinaria, tanto para el diagnóstico como para la atención de enfermedades infecciosas.En particular, nos interesa mostrar el modo en que la fabricación de estos productos biológicos se constituyó en un eje central del desarrollo de la bacteriología en el plano local. Esta influencia atravesó las fronteras entre el campo público y privado, y se verificó tanto en la conformación de las instituciones ligadas a la investigación y desarrollo así como en las carreras profesionales de los médicos involucrados en esta tarea, que en muchos casos fluyeron entre uno y otro espacio.De hecho, si bien en un primer momento el desarrollo de sueros y vacunas fue objeto de instituciones públicas, la oportunidad económica que suponía su comercialización, en el contexto de un dinámico mercado local de medicamentos, dio lugar a varios emprendimientos privados. De modo tal que se constituyó un espacio híbrido entre el mundo científico, académico, profesional y comercial, donde los desarrollos bacteriológicos aparecían como elementos que permitían desplegar estrategias de éxito en estos distintos planos.

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