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Si hay algo que pueda explicar el inagotable atractivo de la figura literaria de don Juan Manuel, tal es la naturaleza paradojal de su conciencia artística. Si por un lado hace explícita su concepción de la literatura como instrumento para otros fines, por otro lado da inequívocas muestras de una profunda y sistemática preocupación formal. Si por un lado su postura ideológica es claramente conservadora en todos los aspectos públicos y domésticos de la política y de la religión, según es dable esperar de un miembro de la más alta aristocracia, por otro, la práctica literaria mediante la cual vehiculiza esa ideología podría calificarse de experimental y aún "vanguardista" en relación con los cánones tradicionales del quehacer literario de su tiempo. Me interesa ahora discutir un fenómeno paradójico menos evidente que se circunscribe al uso de la forma exemplum en El conde Lucanor. En principio, podría decirse que don Juan Manuel no escapa a las generales de la ley en cuanto a las características de su discurso ejemplar, orientado a asegurar la univocidad de su mensaje doctrinal y, por ende, la eficacia didáctica del texto.Pero si bien es innegable que los textos de don Juan Manuel aspiran explícitamente a la claridad enunciativa y a la univocidad de sentido, esto no impide que se manifieste en ellos (particularmente en El conde Lucanor) una pluralidad de sentidos, fruto no sólo de la naturaleza misma del lenguaje literario (y por ello, ajeno a la voluntad del autor), sino también de las estrategias puestas en juego por don Juan Manuel para asegurar la eficacia didáctica de sus relatos.