INVESTIGADORES
MACERI Sandra Beatriz
congresos y reuniones científicas
Título:
Placer y felicidad: en torno a los fundamentos teóricos de la economía
Autor/es:
GARCÍA, PABLO, MACERI, SANDRA.
Lugar:
Universidad Nacional de Tres de Febrero, Centro Cultural Borges.
Reunión:
Congreso; III Congreso Iberoamericano de Filosofía de la Ciencia y la Tecnología; 2010
Institución organizadora:
Universidad Nacional de Tres de Febrero
Resumen:
Maceri, S., García, P., “Placer y felicidad: en torno a los fundamentos teóricos de la economía”, Libro de abstracts y resúmenes del III Congreso Iberoamericano de Filosofía de la Ciencia y la Tecnología, ISBN 978-987-1172-62-7, Universidad Nacional de Tres de Febrero, 2010, p. 865. En el campo full text se adjunta el trabajo completo expuesto en el Simposio Lógica, Metodología y Filosofía de la Economía de la Sociedad Iberoamericana de Metodología Económica. TEXTO PUBLICADO:En este trabajo examinamos el reclamo por la necesidad de un criterio de armonía de las acciones de los agentes económicos “más allá del consumo”, en el sentido de que el consumo no puede desempeñar realmente la función de un fin último que ordene la toma de decisiones. Al respecto, analizamos el placer y la felicidad en tanto criterios de elección del consumo y profundizamos en el análisis del rechazo al hedonismo a favor de la economía de la felicidad, poniendo de manifiesto que, en cualquier caso, identificar un criterio de este tipo no es una tarea simple. Además, no dejamos de tener en cuenta que la relación entre el placer y la felicidad no es necesariamente excluyente. Resumen ampliado. Según la racionalidad procedimental, la amplia mayoría de las decisiones de los consumidores son espontáneas y se basan en rutinas o procedimientos que no atienden a más de uno o dos criterios. La racionalidad procedimental es una propuesta de modelo de racionalidad limitada que describe como los agentes económicos con información incompleta y en un marco de incertidumbre recurren a procedimientos o rutinas basadas en la experiencia previa en lugar del cálculo maximizador que propone la teoría neoclásica. Sea como fuere, estas alternativas no parecen agotar la explicación  del comportamiento consumidor del agente económico. Para sentar las bases de cualquier teoría del consumo es necesario explicitar el contenido preferencial de los criterios de su armonización. Si el fin no es consumir por consumir (y consideramos que no lo es), significa que hay otros criterios más allá del consumo. En este trabajo consideramos la necesidad de un criterio de armonía “más allá del consumo”, un fin último que ordene la acción del hombre como consumidor. Los bienes resultan imprescindibles, es cierto, pero éstos deben guardar una cierta proporción y una cierta combinación, y también deben darse en un tiempo y en un lugar precisos.[1] La consideración del consumo deja abierto el camino para la búsqueda de un criterio unificador del gasto que ayude a la realización del objetivo total que indicaba Menger: “A la totalidad de los bienes de que dispone un individuo para la satisfacción de sus necesidades lo designamos como su “posesión de bienes”. No se presenta, pues, ante nosotros como una cantidad de bienes caprichosamente acumulada sino como el reflejo de sus necesidades, como un todo articulado, que no puede ser aumentado o disminuido de forma sustancial sin que se vea comprometida la realización del objetivo total”.[2] Una de las propuestas que pretende ofrecernos ese “criterio unificador” es la hedonista, según la cual, el criterio de elección del acto de consumo es solamente el placer que produzca en el consumidor. Sin embargo, no parece haber mayor dificultad en aceptar que no se demandan los productos con el simple criterio de que produzcan mayor placer, mayor satisfacción en términos hedonísticos. Entonces, ese criterio de armonía en la elección de los consumos no tiene que ser necesariamente la maximización del placer. Las sensaciones agradables del consumo, recordaba Veblen[3], no constituyen el único objetivo del esfuerzo económico. Hay otros criterios posibles de selección de los gastos que dependen de los objetivos y preferencias más personales de los demandantes. Debido al reconocimiento de la libertad individual en la elección de criterios últimos que dan sentido a las decisiones de consumo y que no necesariamente esos criterios deben ser “hedonistas”, se ha generado en la literatura económica un proceso que intenta vaciar de contenido hedonístico las curvas de demanda.[4] Por ejemplo, la propuesta de Phelps, que podría confundirse con una postura hedonista, se enmarca en esta línea. Phelps considera que la felicidad no se alcanza sólo por consumir bienes sino a través de los desafíos que nos permiten desarrollarnos en la vida práctica y que nos permiten crecer, donde en el camino y no en la meta está la felicidad. Dada la felicidad como objetivo, se plantea la pregunta referida a qué tipo de organización económica se corresponde mejor con la obtención de la felicidad, dado que, en palabras del mismo Phelps: “Una buena vida implica una buena economía”.[5] Phelps explica su posición alejándose de los neoclásicos y acercándose a Aristóteles. La teoría neoclásica de la felicidad, de acuerdo a la cual la felicidad presente es “utilidad presente” (una función sólo del consumo y ocio presentes) está muy alejada si la evaluamos desde la rica visión de las satisfacciones humanas en la teoría aristotélica. Desde esta perspectiva, aumentar el capital humano y el capital físico en un sendero de crecimiento más alto siempre puede aumentar el ingreso per capita pero puede no aumentar la felicidad, o la “utilidad per capita”. La teoría aristotélica es en principio bastante sofisticada. No parece sugerir que la gente estará para siempre más sonriente si se encuentra en una desafiante economía de dinamismo. Se entiende que la felicidad que viene de resolver un problema, tener una gran idea, o un descubrimiento, es la culminación de un episodio de intensa actividad durativa, si bien su culminación genera una satisfacción momentánea. Más aún, estos momentos no son el objetivo de la buena vida. La teoría aristotélica dice que hay profundas satisfacciones en una carrera de aprendizaje, creación y descubrimiento, lo que no significa que consistentemente la gente que tiene esas carreras sonreirá más que otros o se verá en alguna otra manera más feliz. Si esta clase de vitalidad es la sustancia de una buena vida y si es axiomático que una buena economía promueve una buena vida para los que participan de ella, se sigue que una buena economía promueve algo así como vidas con vitalidad: una economía no puede ser buena si no produce la estimulación, el desafío, el compromiso, el dominio, el descubrimiento y el desarrollo que constituyen la buena vida,[6] además, o independientemente del hecho o la posibilidad de consumo. En este trabajo profundizamos en el análisis del rechazo al hedonismo a favor de la economía de la felicidad poniendo de manifiesto que no es nada simple. En todo caso, la relación entre el placer y la felicidad no es necesariamente excluyente. De este modo, el criterio ordenador de la acción consumista sigue constituyendo en asunto a pensar. [1] Cf. FRANCH MENÉU, Fundamentos del Valor Económico, Unión Editorial, Madrid, 1990, a quien seguimos en este trabajo. [2] MENGER, Principios de Economía Política, p. 67. Disponible en http://www.hayek.org.ar/new/images/fotos/Menger01.pdf [3] Cf. VEBLEN, “Why is Economics Not an Evolutionary Science”, The Quarterly Journal of EconomicsVolume 12, 1898. Disponible en http://socserv2.socsci.mcmaster.ca/~econ/ugcm/3ll3/veblen/econevol.txt [4] Cf. FRANCH MENÉU, cap. 1. [5] Cf. PHELPS, “La Buena Economía: El Vitalismo de Aristóteles, Cervantes y Bergson  y la Justicia Económica de Kant y Rawls”, Revista de Economía Política de Buenos Aires, año 1, vol. 2, p.19. [6] Ibidem, pp.14-15.