INVESTIGADORES
BAHR Fernando Anibal
libros
Título:
Tradición clásica y Filosofía Moderna: el juego de las influencias
Autor/es:
FERNANDO BAHR
Editorial:
Ediciones UNL
Referencias:
Lugar: Santa Fe; Año: 2012 p. 168
ISSN:
978-987-657-619-2
Resumen:
El volumen está integrado por ocho estudios independientes. 1) Lisandro Aguirre, en “El Pirronismo moderno de David Hume”, divide su trabajo en cuatro partes. En la primera trata la profesión de escepticismo que efectúa el mismo Hume en sus escritos, aclarando que este escepticismo no es total o excesivo, sino más bien de tipo “mitigado”. En la segunda, analiza la concepción tergiversada y despreciativa elaborada por Hume respecto de los llamados “pirrónicos”, es decir, los discípulos o seguidores del filósofo griego Pirrón de Elis (nacido en el siglo IV a. C.). En la tercera, afirma y argumenta a favor de la tesis según la cual Hume era, en verdad, un pirrónico, aunque él mismo no haya sido consciente de tal filiación. Finalmente, en la cuarta parte, examina el concepto o la noción de creencia, y cómo a partir de allí se puede vincular aún más estrechamente las posiciones de Sexto Empírico (difusor del escepticismo antiguo, nacido en el siglo II d. C.) y Hume. 2) Fernando Bahr, en “Pierre Bayle y el epicureísmo”, trata un autor, Pierre Bayle (1647-1706), considerado habitualmente uno de los principales representantes del escepticismo moderno; lo hace sin embargo examinando los argumentos con que Bayle defiende la ética epicúrea en sus escritos. También su exposición se divide en cuatro etapas. Primero se ocupa de entender mejor el juego de fuerzas que, según Bayle, gobierna la conducta humana. A continuación, analiza qué méritos atribuye Bayle a la perspectiva hedonista en general y epicúrea en particular respecto de la comprensión del bien supremo. En tercer lugar, tratare de mostrar dónde considera Bayle que se encuentra el principal acierto de la ética epicúrea. En cuarto lugar, finalmente, retoma algunos aspectos de la crítica que hizo Bayle dirigió a la moral estoica, crítica desde la cual considera que su defensa del epicureísmo se vuelve más inteligible. 3) Brenda Basílico, en “Marin Mersenne, Henri Estienne y el redescubrimiento de las Hipotiposis Pirrónicas de Sexto Empírico” se ocupa de los primeros traductores de la obra fundamental del filósofo griego, Gentian Hervet y Henri Estienne, y del influjo que el prefacio de Estienne a su traducción parece haber tenido en la Vérité des Sciences, obra compuesta por Marin Mersenne (1588-1648). En primer lugar presenta los motivos por los cuales aquellos eruditos decidieron traducir y publicar una reunión de argumentos escépticos, motivos que se relacionan con la cura de la “enfermedad dogmática” y la defensa de fe religiosa. A continuación, compara la estrategia expositiva que Estienne utiliza en su prefacio con el modo cómo Mersenne presenta su diálogo en la Vérité des Sciences, mostrando que en ambos se recurre a la antiperístasis, es decir, a una figura retórica por la cual se oponen dos ideas o teorías con el fin de que una de ellas aumente por oposición el vigor de la otra. De esta manera, puede entenderse que la presencia del escéptico sea esencial en la construcción de una obra en defensa de la fe, como en el caso de Estienne, o en defensa de la ciencia, como en el caso de Mersenne. 4) En “Lluvia de átomos: o sobre el clinamen en las físicas atomista y aristotélica”, Manuel Berrón indaga en aquellos pasajes, antiguos y modernos, en los que se afirman y critican los postulados de la existencia de unidades mínimas de la materia (átomos) y la existencia del vacío. Su tesis es que, a pesar de la distancia temporal, los términos de ambos debates son similares y terminan en dilemas también semejantes. Divide su trabajo en tres partes. En la primera analiza los fragmentos conservados de los filósofos griegos Leucipo, Demócrito y Epicuro, y el poema De rerum natura del romano Lucrecio. En la segunda se concentra en el cuestionamiento y refutación de la tesis que afirma la existencia del vacío, especialmente desarrollada por Aristóteles en Physica IV 1-9 así como la negación de la unidad mínima de materia, de los átomos, en Physica VI. En la tecera, finalmente, analiza el modo cómo la misma discusión se presenta en los tiempos modernos entre los aristotélicos y un atomista en particular, Pierre Gassendi (1592-1655). 5) Ricardo Cattaneo está a cargo del capítulo titulado “Interés por el escepticismo y filosofía sistemática en algunos escritos de Hegel”. Su análisis se concentra en una recensión escrita por Hegel para un periódico literario (Literatur Zeitung de Erlangen) titulada “Relación del escepticismo con la filosofía. Exposición de sus diferentes modificaciones y comparación del nuevo con el antiguo”. Sostiene que en la misma, Hegel no se propone solamente llevar adelante una nueva polémica con sus contemporáneos (con Gottlob Ernst Schulze, en particular), sino que procura mas bien determinar la relación (Verhältnis) entre escepticismo y filosofía tanto para hacer explícitas las diferencias entre el escepticismo antiguo (fundamentalmente Sexto Empírico) y el más nuevo o moderno (esto es, el de Schulze) como para recoger fundamentalmente las razones que uno y otro aportaban a la tarea en la cual Hegel se hallaba empeñado: lograr una exposición sistemática, científica de la filosofía. 6) En “Algunos aspectos problemáticos del ‘cogito’ cartesiano a la luz del pensamiento clásico”, Gerardo Medina examina primero la concepción cartesiana del pensamiento (cogito) para luego cotejarla con la concepción presente en algunos de los filósofos griegos (Heráclito, Parménides, Platón) y romanos (San Agustín). Su propósito fundamental es mostrar que entre éstos últimos hay numerosos ejemplos de que actos como ‘querer’ ‘sentir’, etc, se hallan incluidos en la categoría “pensamiento” sin que necesariamente ello derive o implique un carácter estrictamente ‘intelectualista’, como si todo ‘acto conciente’ fuese sólo una mera apariencia o una simple noción abstracta y vacía de una conciencia reflexiva. Defiende a Descartes, pues, de esa acusación y subraya la función ‘colectora’ del cogito constrastándola con la concepción ‘compartimentalista’ en la que las funciones rompen la unidad originaria del pensamiento.. 7) El capítulo “El epicureísmo en la filosofía de Diderot” está a cargo de Esteban Ponce. En él se se procura circunscribir y tratar una cuestión que los especialistas aún no han terminado de resolver, a saber, la de la génesis del pensamiento de Diderot y, en particular, de su materialismo. Descartada la hipótesis de un influjo directo de Hobbes en este sentido, se señalan otros posibles influjos que, a través de tratados clandestinos de la primera mitad del siglo XVIII como Sentiments des philosophes sur la nature de l´âme o la Lettre de Thrasybule à Leucippe, conducen finalmente al epicureísmo, es decir, a los cartas y fragmentos de Epicuro y al De rerum natura de Lucrecio. La propuesta es, entonces, examinar los modos cómo aparecen las figuras simbólicamente más fuertes del epicureísmo en los escritos de Diderot (particularmente, El sueño de D´Alembert, la Carta sobre los ciegos para uso de los que ven, la Interpretación de la naturaleza y algunos artículos de la Enciclopedia) y evaluar en qué medida esas figuras apuntan un camino que el mismo Diderot habría recorrido. 8) En “El último Sócrates de Montaigne”, finalmente, Manuel Tizziani analiza el modo en que Michel de Montaigne busca apropiarse de las enseñanzas de Sócrates. Para ello, se ocupa en primer lugar de reconstruir la particular imagen del filósofo ateniense que Montaigne presenta en los capítulos finales de sus Ensayos. Se observa en este sentido que a los ojos del último Montaigne Sócrates encarna la sencillez de una sabiduría que, a partir del autoconocimiento y de la profesión de la propia ignorancia, conduce a despojarse de todos las falsificaciones y tergiversaciones del vanidoso conocimiento humano y restaura el equilibrio que la naturaleza ha enseñado originalmente a sus hijos. A partir de allí, Tizziani afirma la presencia en Montaigne de una “ética de mínimos” en la que la figura representada por Sócrates se vincula fuertemente, uniendo pensamiento y vida, a la propia identidad del ensayista.