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Al comienzo de nuestro trabajo señalamos que el optimismo racionalista, predominante durante el primer cuarto del siglo XVIII, parece haber dejado poco espacio para la permanencia de un escepticismo que había alcanzado en algunos textos de Pierre Bayle ?como la remarque ?B? del artículo ?Pyrrhon? en el Dictionnaire historique et critique? su más alto punto de originalidad en mucho tiempo. Por un lado, filosofías tan potentes como la de Leibniz tendían a que la razón humana se confirmara fuertemente en sus derechos, sea para alcanzar verdades seguras en su ámbito, sea para salvar las disonancias que pudieran producirse con las convicciones de fe. Por el otro, en las posiciones antagonistas a ese supuesto acuerdo entre fe y razón, la confianza en la última era igualmente muy fuerte. En efecto, panteístas, ateos y deístas radicales coincidían en que era hora de que la razón impusiera sus condiciones frente a los dogmas religiosos, mostrando la irracionalidad y la violencia que los sostenían.Dentro de este contexto, el escepticismo, cuyos vínculos con la ortodoxia nunca habían sido fáciles, fue adoptado por las posiciones contrarias a la fe. Esta adopción, sin embargo, supuso cambios y torsiones evidentes en su léxico y en su orientación general. La duda se radicalizó, transformándose en instrumento de denuncia de las falsificaciones religiosas, y la tranquilidad de ánimo perdió sentido en un momento crítico que exigía militancia.El manuscrito Dudas de los pirrónicos es un buen ejemplo de estas transformaciones. En él, presentando y utilizando un lenguaje escéptico, se oculta y se muestra un deísmo radical que examina la religión exclusivamente como instrumento político de control de los comportamientos humanos. Lo mismo encontraremos en otros textos clandestinos como Symbolum sapientiae o Parité de la vie et de la mort, que también se anuncian como escépticos, pero cuyo objetivo último es, en el sentido antiguo y original, dogmático

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