INVESTIGADORES
FERREIRO Juan Pablo
congresos y reuniones científicas
Título:
Tramas económicas, parentales y políticas en las redes de la élite jujeña del siglo XVII
Autor/es:
JUAN PABLO FERREIRO
Lugar:
Córdoba
Reunión:
Workshop; Workshop Familias iberoamericanas en el marco del Bicentenario; 2010
Institución organizadora:
Centro de Estudios Avanzados-REFMUR-ALAP
Resumen:
El objetivo principal de este trabajo es establecer una comparación en busca de asociaciones regulares o recurrentes –y los posibles significados de su ausencia- entre las redes parentales, camarillas políticas y con particular énfasis, las redes comerciales y productivas presentes en San Salvador de Jujuy, durante el siglo XVII. Las características propias del material documental que la sociedad colonial jujeña, sus élites en particular, dejaron como testimonio de sus actividades (acuerdos comerciales, contratos de compraventa y laborales, registros de casamientos y bautismos, actas electorales, etc.) facilitan la utilización de estrategias destinadas a  identificar regularidades en tales comportamientos colectivos. Nos aproximamos a éstos a través de las acciones particulares ejecutadas por individuos, díadas y  pequeños sociedades. Dichas actividades se inscriben en tendencias colectivas subyacentes, que no son otra cosa que la dinámica efectiva de tal entramado relacional, desplegado a lo largo del tiempo y conformándose así en un habitus identificable. Tales tendencias adquieren un espesor histórico exhibiendo grupos de sujetos (individuos o familias) que tendieron a asociarse entre sí para realizar alguna actividad, así como “zonas muertas” de la sociabilidad; donde las conductas resultaron las contrarias, reflejando un bajo, o inexistente, patrón de interactividad o vínculo; lo cual permite proponer el reconocimiento de  algunos límites tanto dentro de la organización, como de la estructura sociales. Para ello, recurrimos al análisis de redes sociales –o análisis estructural- a través de algunos de sus recursos básicos, como lo son el establecimiento de los criterios de centralidad, poder, influencia o prestigio, la conformación de cliques o camarillas como expresión de estrategias clientelares y la búsqueda de articulaciones y concentraciones intra-reticulares. Los materiales que se utilizaron en dicho análisis fueron ciento quince actas de representación u otorgamiento de poderes personales, ochenta y cinco escrituras de obligación de pago, ciento treinta y tres escrituras de compraventa de propiedades inmobiliarias, veintidós escrituras de compraventa de ganado, ochenta y ocho escrituras de concierto y compañía, once escrituras de compraventa de esclavos, ciento ochenta registros de bautismo, cien actas matrimoniales, noventa y cinco actas electorales capitulares y doscientas treinta y cuatro beneficios de merced de tierras. Toda esta documentación procede de los principales repositorios públicos provinciales (Archivo de Tribunales, Histórico Provincial y del Obispado) y representa al período que transcurrió entre 1596 y 1690 en la jurisdicción de San Salvador de Jujuy. El marco general que da origen y sentido histórico a esta sociedad emergente, la asentada definitivamente el 19 de abril de 1593 en San Salvador de Velasco en el Valle de Jujuy, es la fase del proceso de Acumulación Primitiva del capital que Assadourian (1982) identifica como Sistema de la Economía Mercantil. Sus características principales fueron la de forzar la separación entre productores directos y sus medios de producción, expresada a través del hecho colonial; y la de operar la transición entre la reproducción mercantil simple y la ampliada. Su principal consecuencia fue que tanto la forma de acumulación dominante, como la ocupación y control efectivos de la población y su territorio estuvieron regidos por la economía mercantil. Toda producción, actividades y relaciones sociales, a su vez, fueron determinadas por este fenómeno general. En este contexto, la conquista y colonización efectivas de una amplia jurisdicción con eje en el valle de Jujuy, resultaron consecuencias geopolíticas de las necesidades provocadas por el aumento productivo de Potosí durante el último lustro del XVI. Esto se debió a la introducción de innovaciones tecnológicas y a la ampliación del hinterland que debía abastecer tal crecimiento con recursos, mano de obra y un corredor que vinculase al polo altoandino con la salida marítima del Río de la Plata. También significó el último acto la clausura de la etapa de conquista  propiamente dicha en el Tucumán Colonial y Río de La Plata. En estas condiciones la nueva jurisdicción fue integrada a una región mayor que la contenía y de la cual dependía. Esta última se caracterizó por un alto grado de especialización productiva –su economía giraba alrededor de la explotación minera- y una autosuficiencia relativa en cuanto a alimentos e insumos básicos para la producción principal –en buena medida controlada externamente-. Políticamente disponía de un margen también relativo de autonomía, ya que si bien estaba regida desde la metrópoli, la distancia y el control imperfecto que esta ejercía ampliaban los márgenes de maniobra locales con relación a la toma de algunas decisiones. Sus centros eran la ciudad de Los Reyes, en el Perú y sede virreinal; Charcas, sede de la Real Audiencia, y Potosí, núcleo económico y productivo. A la vez, esta región –identificada como Espacio Peruano- presentaba un muy desigual desarrollo socioeconómico y político. En los grandes, poblados y relativamente organizados centros de poder ya mencionados, los mercados y las conductas a ellos vinculadas ya estaban en pleno desarrollo. En las zonas marginales y nuevas como Jujuy, en cambio, los mercados eran inexistentes o incipientes y frágiles. Tales situaciones determinaron las particularidades que presentó la incipiente sociedad jujeña colonial. En este escenario aún en formación para 1593, altamente provisorio y volátil, que comenzó como necesidad de un circuito mercantil externo, pero sin la existencia de mercados autorregulados locales, era imprescindible la intervención de alguna forma de organización social que garantizase la renta colonial -la transferencia de los recursos nativos aún más allá del límite de la propia sustentabilidad-, y una ideología que la promoviese y sancionase  Aquí, sin dudas, la piedra de toque de todo el sistema lo constituyó la capacidad para establecer parentescos con otros grupos familiares y patrimoniales La principal característica de la colonización y conquista, su carácter de empresa “privada” capitulada con la corona, otorgó un rasgo particular y definitivo a tales actividades, transformando a la hueste en clientelas que pivotaron sobre una base organizativa de familias extensas, cuyos miembros no siempre corresidían, y que se articularon a partir de una figura patriarcal masculina. Las instituciones que tuvieron a su cargo dicha tarea fueron la la familia extensa no residencial, como estructura político-parental –y unidad productiva- que expresaba en términos de organización social este orden de cosas, y la encomienda. La primera se articulaba a partir de una figura central, el paterfamiliae o patriarca, cuyas características lo asimilaban primero al capitán de hueste y al patrono clientelar, y luego a la función del monarca en su reino. Dicha imagen coincidía, en sus aspectos centrales con la noción de señorío, y regionalmente, también con su sustituto americano, el feudatario o encomendero. Su forma histórica fue la “casa”, en la que el patrimonio condensaba la capacidad de alianza y la memoria genealógica. La “mesa poblada” fue su característica, y en ella se  acogió a parientes, aliados, sirvientes y esclavos y constituyó un cuasi-grupo permanente, disponible para una movilización política o económica y de volumen variable. De allí que el relevamiento de la red nupcial establecida nos revela de qué manera, con qué extensión, y a través de quienes, se desplegaron estrategias destinadas a vincular a personajes y grupos familiares que poseían cierta notabilidad y/o recursos en algún otro campo socialmente importante. Tales conjuntos se ordenaban estratificadamente y de acuerdo a una jerarquía más o menos rigurosa, la cual, a su vez, informaba y determinaba la producción y la reproducción, la filiación, la identidad y la herencia, y delimitaba, sobre todo, la extensión de los roles y la capacidad de intervención en la toma de decisiones apoyándose sobre una doble diferenciación establecida sobre el género y la diferencia etaria o generacional.  A través de la primera se trazaban los vínculos asimétricos entre los sexos; por la segunda se establecían las relaciones con los herederos y sucesores. Esto conformaba un conjunto patrimonial cuya reproducción y transmisión se organizaba, aunque no se agotaba en él, a partir de un núcleo de parentesco que se extendía de manera reticular englobando tanto a parientes, como a asociados y dependientes.