IDENTIDAD Y OTREDAD. LA MIRADA DESDE EL GIRO LINGÜÍSTICO

FRANCISCO NAISHTAT

UNIVERSIDADE SAO JUDAS TADEU, SAO PAULO, BRASIL

Simposio; V COLOQUIO DE EPISTEMOLOGÍA "SUBJETIVIDADE E COMUNICAÇAO- O DESAFIO DO OUTRO"; 2006

UNIVERSIDADE SAO JUDAS TADEU

El problema de la identidad individual, es decir, básicamente, de la identidad del yo y de la existencia de los otros yoes es, como es bien sabido,  un problema de la filosofía moderna, que nace esencialmente con el dualismo cartesiano, se replantea con acuidad en el empirismo de Locke y Hume, y subsiste de manera crucial en la filosofía contemporánea. Por otra parte, aunque los griegos no abrieron una tradición filosófica en torno a este punto, debe reconocerse, sin embargo, que la noción aristotélica de sustancia (ousía), la identidad sustancial como supuesto ontológico del cambio y las sustancias primeras como soporte de la predicación,  constituyen una referencia ontológica que ha sido determinante en los planteos, las soluciones y las aporías en torno a este problema: la mera distinción moderna entre la noción cualitativa de semejanza extrema y la noción límite de identidad numérica carga en efecto con esta vieja noción de identidad sustancial que hunde sus raíces en la tradición platónico-aristotélica. Por consiguiente, este problema, aunque esencialmente moderno, nos sitúa en un punto de encuentro entre un esquema conceptual heredado de la antigüedad, donde las nociones de sustancia, cambio, mismidad, alteridad y causa desempeñan un papel constitutivo, y una tradición moderna en que la figura de individuo y de su problemática unidad e identificación se desplazan por primera vez al centro del tablero filosófico. La modernidad descubre paradójicamente, en el viejo lenguaje de la sustancia, la duda ontológica acerca del yo y de los otros yoes, una cuestión que para un filósofo antiguo no habría tenido seguramente demasiado sentido. El así llamado “argumento escéptico”, esto es, la tesis del solipsismo, y de la consiguiente duda acerca de la existencia de las otras mentes y/o personas, habría resultado probablemente ininteligible para un antiguo. Dicho esto, no me propongo recorrer aquí la historia del argumento escéptico, lo que me llevaría a un tratado de historia de la filosofía moderna, sino retomarlo propiamente desde el atajo de la filosofía contemporánea, en el centro de la cual voy a privilegiar dos perspectivas fundamentales: la pragmática y la hermenéutica fenomenológica. Este atajo contemporáneo es ciertamente el atajo del lenguaje y del así llamado “giro lingüístico de la filosofía”. ¿Qué resulta del encuentro entre el argumento escéptico del solipsismo y el giro lingüístico de la filosofía? ¿No es el lenguaje de por sí una realidad intrínsecamente intersubjetiva, que arruinaría de entrada cualquier veleidad solipsista? ¿Por otra parte, no revela acaso la nueva focalización del s. XX en el lenguaje unos elementos que escapan a los filósofos modernos, como el hecho de que el propio planteo del argumento escéptico del solipsismo ya carga con un esquema conceptual heredado, donde la noción de identidad sustancial cumple un papel central? El giro lingüístico desplaza por ende el problema planteado por el argumento escéptico, al traer al centro de la escena filosófica la dimensión presupuesta antes: el lenguaje que conduce la mismísima formulación del argumento.