El palacio Ferreyrra

PAGE, CARLOS A.

Junta Provincial de Historia de Córdoba

Lugar: Córdoba; Año: 1997 p. 57

Uno de los mayores atropellos cometidos contra la ciudad de Córdoba es, sin duda, la constante agresión edilicia que sufre el tradicio­nal barrio concebido en 1886 por el empresario porteño Miguel Crisol. En aquel año nació Nueva Córdoba, un barrio que fue acumulando en el andar de su historia un admirable patrimonio arquitectóni­co, donde no pocas espléndi­das residencias fueron la imagen acabada de la Nación de principios de siglo. Pero en las últimas décadas se produjo un fenómeno, inespe­rado en su momento que, rápidamente, borró su historia y con ella quedó sepultada una parte sustancial de la identidad cordobe­sa. Híbridas moles de cemento sobrepasaron, sin piedad, las esbeltas torres de los Capuchinos, causando sombras que se esparcieron en las veredas y calles. Ese eterno anochecer se sumó a una primavera que nunca más volvería para muchos centenarios árboles allí planta­dos. Las suntuosas e históricas casas, primero fueron encerradas y luego reducidas a escombros, envueltas en la arrasadora tormenta de los siempre renovados progresos antihistóricos. La ciudad creció de manera incontenible, sin anticiparse a su comprimida extensión, y el producto fue un rotundo cambio de fisonomía que borró gran parte de su pasado.     En este verdadero y desolador contexto, el Palacio Ferreyra se presenta como la imagen de esa arquitectura dieciochesca francesa que se revivió a comienzos del siglo XX, emergiendo como un testimonio de vida inserto en la identidad ciudadana y cuyo lenguaje resulta de los más espléndidos ejemplos del país y de América.