INVESTIGADORES
PAGE Carlos Alberto
libros
Título:
El Parque Sarmiento
Autor/es:
PAGE, CARLOS A.
Editorial:
Fundación Centro
Referencias:
Lugar: Córdoba; Año: 1996 p. 84
ISSN:
950-43-7868-4
Resumen:
Desde el lejano Jardín del Edén, o el de la Arcadia de Virgilio, con sus evidentes significacio­nes, el hombre intentó desde siempre recrear aquellas imágenes añoradas y a la vez deseadas. En este regreso sentimental a la edad dorada, se buscó un escape hacia la utopía, para encontrar la paz perfecta, en un sueño de la humanidad por encontrar una vida en mítica armonía con el mundo natural.                 Esta reconciliación con la naturaleza, solo es posible dentro del arte, concebido dentro de una isla de añoranza alejada, en el espacio como en el tiempo, para buscar una realidad que no se puede satisfacer.                 De esta manera y en cada cultura, se desarrolló la importante tarea del diseño de parques y jardines, representando desde tiempos remotos la evolución de las sociedades al punto de convertirse en modelos culturales.                 El gusto refinado por los grandes espacios verdes se comenzó a manifestar en el siglo XV, donde en los jardines de las villas, se pueden visuali­zar los primeros ejemplos de una especialidad, que fue evolucionado y tendiendo a elevar el sentido de dominio del hombre sobre la naturaleza.                 Los diseña­dores comenzaron a destacarse en la materia y uno de los primeros fue Claude Mollet (m.1613) quien estuvo al servicio de Enrique IV y Luis XIII. Proyectó los jardines de Saint-Germain-en-Laye y las Tulle­rías, mientras que su hijo Andrés continuó con su obra. Juntos definieron un predominio del diseño francés, donde el gusto se orientó hacia disposiciones más armónicas y los conjuntos sustituyeron a las partes. Predominó en el lenguaje francés la simetría y el equilibrio, dispuestos en terrenos con calles rectas y distribu­ción regular de árboles. En este sentido uno de los mejores ejemplos de la época lo constituye el parque del Palacio Real de Versalles, ejecutado por André Le Nôtre (1613-1700). Con este diseño prevalecen por entonces las formas simétricas con un geometrismo donde se desarrollan grandes ejes visuales.                 Otros hacedores como Boyceau de la Baraude­rie, transformaron los parte­rres, espacio de jardín propiamen­te dicho en una plaza, en octogonales, triangula­res y otras formas geométricas que se articulan como base fundamental de este estilo clásico.                 Toda esta manifestación técnica va creando el ambiente para la aparición de Le Nôtre y Mansard, cuando los edificios y el jardín se los consideró como una sola unidad espacial.                 En el siglo XVIII se preconizó con mayor énfasis la vuelta a la naturaleza. El jardín de paisajes se transformó en parque público, en el que las ansias de libertad intentaban desprenderse de las presiones de una civiliza­ción dominada por la técnica. Aparecen los jardines del sentimiento o de la sensibilidad, opuestos a los jardines de la inteligencia como los desarrollados hasta entonces por los franceses. Los ingleses estuvieron al frente de esta nueva concepción, que incluso nació dos siglos antes con Bacon. Paralelamen­te en Francia surgió un movimiento análogo, con las figuras de Addison y Pope como propulsores del nuevo lenguaje; pero será en Bridgeman, donde aquellos postulados se ejecuta­ron. De esta manera surgieron el Parque Real de Richmond y de Stone, constituyéndose en diseños de transición, donde novedosamente aparecieron fosas que sustitu­yeron el camino y muro perimetral, para profundizar las visuales y concentrar en su interior escenas campestres. Copiar la naturaleza con calles enarenadas, vegeta­ción dispersa en grupos y otros recursos similares, fue también el ideal romántico de William Kent.                 Durante el Segundo Imperio, se produjo en Francia una renovación importante en las ideas y los gustos. Así apareció el célebre paisajista Adolphe Alphand, considerado el más prestigioso de su tiempo, con importantes trabajos en la transformación del París de Haussmann. Pero todos sus contemporáneos se apoyaron en las teorías del destacado Eduard André, autor de uno de los libros claves en la materia: “L’Art des Jardins, Traité Général de la Composition des Parcs et Jardins”, publicado en Francia en 1879.                                    Con ellos y con el impulso de las obras de Haussmann, apareció la jardinería pública en amplios y nuevos espacios, donde los ciudadanos podían encontrar los mejores momentos de un revalorizado ocio.                 Aquellas ideas francesas, que se expandieron por todo el mundo, también llegaron a nuestro país, a través fundamentalmente del reducido sector de la población que podía viajar a Europa y contemplar aquellas obras. Ellos fueron los que trataron de imponer esta nueva concepción del espacio verde público, tratando de emular la bien lograda París.                 Una primera etapa, se sucedió a partir de las intervenciones paisajísti­cas en Buenos Aires de Prilidiano Pueyrredón, a mediados del siglo XIX; pasando por el Palermo que Sarmiento intentó recrear del Central Park de New York, reuniendo técnicos y paisajistas franceses e ingleses; hasta las actuaciones de Juan A. Buschiazzo y Eugéne Courtois que cambiaron la Buenos Aires del progresista intendente Torcuato de Alvear (1). La llegada al país del arquitecto paisajista Charles Thays imprimió indudablemente un cambió superador e inédito.                 Thays arribó a nuestro suelo por encargo del empresario Miguel Crisol, precisamente para realizar el gran parque de Córdoba, hoy llamado Sarmiento. La historia de los grandes parques y transformaciones paisajísticas argentinas se iniciaba en aquella hora, donde todas las ciudades del país desearon tener un parque como éste y un diseñador del nivel y capacidad que este francés supo darle a los ansiados proyectos de una nueva nación.                 En todas las ciudades y pueblos del país nacía una nueva concepción en los diseños paisajísticos, que invitaban a recorrer­lo y despertar una particular alegría de vivir.                 Córdoba honra la memoria de Charles Thays con el nombre de una calle, surgida del loteo de las manzanas sobrantes en donde existía un tanque de agua. Es una diagonal de una cuadra que parte del monumento a Deán Funes, trazada y loteada por el gobierno a través del departamen­to topográfico. Su gestor, el ingeniero Luis Norberto Dutari fue quien propuso aquel gran homenaje. Mientras en Buenos Aires, en 1947, quedaba inaugurado el busto en bronce realizado por el escultor Alberto Lagos. Pero el mayor homenaje que podemos hacer a estos hombres que constru­ye­ron nuestra nación, es el de perpetuar su obra, valorarla y sobre todo restituirla en su plenitud a los anhelos de vivir con una calidad que nuestro tiempo presente tanto necesita.