INVESTIGADORES
GIORDANO Mirta Nilda
capítulos de libros
Título:
Inmunidad mediada por los linfocitos B
Autor/es:
GIORDANO M
Libro:
Introducción a la inmunología humana
Editorial:
Panamericana
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2011; p. 275 - 303
Resumen:
Existen tres poblaciones de linfocitos B: la población B-2 es la más abundante en la sangre y los tejidos linfáticos secundarios. Los plasmocitos derivados de esta población son los encargados de producir anticuerpos contra antígenos proteicos. A diferencia de los linfocitos B-2 que requieren colaboración con linfocitos T para activarse y secretar anticuerpos, los linfocitos B-1 y los linfocitos B de la zona marginal del bazo pueden diferenciarse a plasmocitos sin recibir señales co-estimulatorias.  Los linfocitos B-1 se generan en el hígado fetal y se autorrenuevan por proliferación en las cavidades peritoneal y pleural donde constituyen la principal población de linfocitos B. Su principal función es la producción de anticuerpos dirigidos contra antígenos no proteicos, como polisacáridos, fosfatidilcolina y lipopolisacáridos. Los linfocitos B-1 producen, sin aparente exposición a antígenos foráneos, los denominados anticuerpos naturales que son mayoritariamente de isotipo IgM, aunque también los hay de isotipo IgA o IgG2. Los anticuerpos naturales cumplen funciones protectores en infecciones por bacterias capsuladas y ciertos virus, como Influenza. Además juegan un papel crítico en la remoción de células dañadas o envejecidas a través de la activación del complemento y la fagocitosis por macrófagos. Los linfocitos B de la zona marginal del bazo (BZM) son los primeros en entrar en contacto con los antígenos que circulan por la sangre, por lo tanto constituyen una primera línea de defensa en caso de infecciones sistémicas. Los linfocitos BZM producen grandes cantidades de IgM específica dentro de los primeros 3 o 4 días post-infección sin requerir la colaboración de linfocitos T. Responden preferentemente a antígenos polisacáridos de bacterias capsulares. Los niños menores de dos años tienen una respuesta pobre frente a las infecciones por este tipo de bacterias debido a la inmadurez de los linfocitos BZM. Los linfocitos B-2 requieren recibir dos señales para activarse, proliferar y diferenciarse en células productoras de anticuerpos. La primera señal proviene del reconocimiento del antígeno a través del BCR, mientras que la segunda señal está dada por  una subpoblación particular de linfocitos T CD4+, denominada T colaboradora folicular (TFH). Para que ocurra la colaboración el linfocito B-2 endocita el antígeno, lo procesa y presenta junto con moléculas CMH de clase II al linfocito TFH específico. El reconocimiento a través del TCR induce el aumento en la expresión de CD40L y la secreción de citocinas, como IL-21, IL-10 e IL-4. La colaboración T-B ocurre en el borde del folículo primario produciéndose un primer foco de proliferación. Algunos linfocitos B se dirigen a los cordones medulares y se diferencian en plasmocitos secretores de IgM. Otros linfocitos B ingresan en el folículo primario y se multiplican activamente dando lugar al centro germinal. Una vez que dejaron de proliferar, estos linfocitos B conocidos como centroblastos, se transforman en centrocitos, los que junto con linfocitos TFH y células dendríticas foliculares conforman la zona clara del centro germinal. En el centro germinal ocurre: 1) la hipermutación somática, que modifica la porción variable de la Ig permitiendo el aumento de la afinidad de los anticuerpos y 2) el cambio de isotipo de Ig que reemplaza la porción constante de una cadena pesada por otra de clase diferente. Los centrocitos que sobrevivieron al proceso de selección dan lugar a dos tipos de células: plasmoblastos, que abandonan el centro germinal para completar su diferenciación a plasmocitos y linfocitos B de memoria. Algunos plasmoblastos abandonan los tejidos linfáticos secundarios y migran a la médula ósea donde pueden transformarse en plasmocitos de larga vida media que logran mantener los niveles séricos de anticuerpos elevados durante meses o años. Los anticuerpos pueden actuar en la respuesta inmune antiinfecciosa como anticuerpos neutralizantes o reclutando mecanismos efectores a través de su porción Fc: 1) activando el sistema complemento y 2) activando respuestas celulares mediadas a través de los receptores Fc presentes en los leucocitos. Para su puesta en marcha, ambos mecanismos requieren la interacción previa del anticuerpo con el antígeno, proceso que conduce a la formación de complejos inmunes. Los diferentes isotipos de anticuerpos contribuyen en forma particular a la protección antimicrobiana en los distintos compartimientos del organismo. La IgM, por su alto peso molecular,  se encuentra normalmente en el compartimiento vascular, mientras que la IgG también actúan en el extravascular. La IgA secretoria cumple un papel fundamental en los mecanismos de defensa operativos en las mucosas, donde actúa como anticuerpo neutralizante. La IgE modula la permeabilidad de la barrera endotelial gracias a su capacidad de inducir la degranulación de los mastocitos mediante el RFceI.