INVESTIGADORES
MOREYRA VILLALBA Beatriz Ines
congresos y reuniones científicas
Título:
Líneas de investigación de Historia Social Argentina
Autor/es:
BEATRIZ I. MOREYRA
Lugar:
Cordoba
Reunión:
Jornada; Reunión sobre Ciencias Sociales y Humanas: estrategias de innovación y formación en Unidades Científicas del CONICET; 2009
Institución organizadora:
Centro de Estudios Avanzados. Unidad Ejecutora (CONICET-UNC)
Resumen:
La línea de investigación gira en torno al proyecto colectivo titulado “Procesos amplios, experiencia y construcción de las identidades sociales: Córdoba y Buenos Aires. Siglos XVIII-XX”, que se desarrolla con apoyo financiero del CONICET y la ANPCyT a través de un PIP y un PICT 2004 y que recientemente ha obtenido un nuevo PIP. Nuestra línea de indagación se inserta dentro de las tendencias predominantes en la historia social contemporánea internacional, una historia social que, alejándose de las aproximaciones macro-sociales prevalecientes hasta los años ‘70 del siglo XX, ahora coloca al hombre, al sujeto, en el centro de su interés y busca explorar los fenómenos sociohistóricos a escala humana, es decir, en sus dimensiones experienciales y subjetivas, pone énfasis en el análisis de las experiencias de los actores sociales, en “lo vivido”, en “lo cotidiano”, frente al juego de las estructuras y la eficacia de los grandes procesos sociales, masivos, anónimos, inconscientes que durante largo tiempo requirieron la atención de los investigadores. Se postula el reconocimiento del carácter activo y reflexivo de la conducta humana, lo que condujo a prestar una atención particular a la sociedad y a analizarla como una categoría de la práctica social, es decir, como una construcción permanente a partir de sujetos sociales activos, que interactúan entre sí y con su entorno y cuyas identidades son ambiguas y cambiantes en el tiempo. En síntesis, el giro hacia el carácter activo, estructurante, de la conducta humana condujo a que la meta de la historia social contemporánea sea acercarse a los procesos sociales desde las experiencias, los comportamientos y las representaciones mentales de los actores sociales dentro de contextos espacio-temporales concretos. En este sentido, a diferencia de la historia social predominante hasta los ‘70, los de abajo, las capas inferiores de la sociedad, ya no son percibidas como grupos sobre los cuales se ejercían de manera casi mecánica influencias exteriores de toda suerte -económicas, políticas, sociales, culturales- sino como sujetos dotados siempre de un espacio variable de libertad, disponible para ejecutar una acción estratégicamente orientada. Así, los “olvidados de la historia” -pobres, mujeres, esclavos, niños, asistidos, excluidos, marginales, minorías, etc.- no actuaban simplemente como reacción a impulsos exteriores de los cuales permanecían cautivos, sino que se orientaban conforme concebían que sus intereses serían mejor gratificados, movilizando una herencia cultural y mental progresivamente constituida. En este marco, es comprensible entonces el interés de la historia social contemporánea por aprehender las experiencias de los sujetos sociales e indagar sus interacciones con sus acciones y su papel en la progresiva constitución de una identidad social. Esto marca otro distanciamiento respecto a la historia social prevaleciente hasta los ‘70, porque en ella predominaba una concepción esencialista de los grupos sociales; ellos eran vistos como entidades naturales, objetivas, preestablecidas de la realidad. Parecía existir una continuidad entre la descripción de ciertas propiedades o características compartidas por un conjunto de personas, la presencia de un interés común y la existencia de un grupo social, de un actor colectivo capaz de movilizarse para la consecución de objetivos propios. La existencia de los grupos sociales se tenía entonces por un dato de la realidad. En cambio, para la historia social contemporánea, cuyas principales premisas permean nuestro proyecto, los grupos y las identidades sociales son resultado de un proceso histórico social complejo y  contingente, producto de prácticas sociales y culturales concretas y cambiantes. El grupo social no es un dato ni el mero producto de una toma de conciencia, sino una construcción con una historia propia. En este marco, entonces, la atención de los historiadores sociales se deslizó hacia los actores individuales y las relaciones mantenidas entre ellos y, a partir de ellas, hacia el complejo y accidentado proceso de construcción de los colectivos sociales, concebidos como entidades activamente estructuradas. Se procura así elaborar una visión relacional de los grupos sociales, partiendo de la hipótesis según la cual son esos vínculos los que permiten identificar la pertenencia a los distintos grupos. Los criterios de reagrupamiento y agregación de los sujetos no reposan más, al menos no exclusivamente, sobre datos cuantificables sino sobre una experiencia social y generacional común; los criterios de identidad y deslinde ya no son sólo los anclajes estructurales, sino también las dimensiones subjetivas, los factores culturales, las diferencias étnicas, las cuestiones de género, entre otros.