CIIPME   05517
CENTRO INTERDISCIPLINARIO DE INVESTIGACIONES EN PSICOLOGIA MATEMATICA Y EXPERIMENTAL DR. HORACIO J.A RIMOLDI
Unidad Ejecutora - UE
capítulos de libros
Título:
Pobreza extrema y desarrollo cerebral. Fortalecimiento de recursos socio-emocionales y cognitivos en niños.
Autor/es:
RICHAUD, M.C.
Libro:
Estudios de Resiliencia en América Latina
Editorial:
Pearson
Referencias:
Año: 2011; p. 150 - 175
Resumen:
Las experiencias que se repiten a menudo- sean positivas o negativas- tienen un gran impacto en la forma en que el cerebro se organiza. El fortalecimiento de los elementos sinápticos ocurre a través de la validación funcional, de forma tal que el cerebro se conecta para equiparar las necesidades del entorno (Andersen, 2003).Si el ambiente en que vive el niño no brinda las condiciones óptimas para su desarrollo (nutrición, estimulación sensorial, salud de la madre, apego madre/hijo, etc.) no se reforzarán ni la cantidad ni el tipo de vías neuronales adecuadas y, por ende, la poda neuronal será mayor y más perjudicial para el desarrollo saludable del niño. El rol de la desnutrición por pobreza en el desarrollo cerebral ha sido difícil de resolver, debido a que el estatus nutricional está muy correlacionado con variables familiares y ambientales que probablemente impactan en el desarrollo neurocognitivo. Aunque los programas de suplementación nutricional son consideradosuna “manipulación experimental” del estado nutricional aisladamente, en la práctica estos programas están a menudo acompañados por otras formas de enriquecimiento o afecto que influyen en las vidas de los niños en formas “no nutricionales”, lo que perpetúa la confusión (por ejemplo los niños que reciben el desayuno en la escuela faltan o llegan tarde menos que cuando no recibían desayuno). El consenso con respecto al rol de la nutrición en los resultados cognitivos de los niños en pobreza ha cambiado en los últimos años, de causa primaria a un factor que contribuye indirectamente y a través de la sinergia con otras desventajas ambientales(Farah, Noble y Hurt, 2005). Existen diversos factores ambientales, más allá de la desnutrición,que pueden afectar los procesos del desarrollo cerebral, pero uno de los más relevantes es el producido por el estrés ambiental,impacta fuertemente la biología del cerebro, principalmente a través de su influencia en el funcionamiento hormonal del organismo, ya que produce la activación de la glándula suprarrenal que secreta las hormonas esteroidales corticales, entre ellas, el Por lo tanto, el estrés provoca un aumento en los niveles de cortisol en la sangre.Los niveles excesivamente altos y permanentes de cortisol en el cerebro impiden el crecimiento neuronal y la formación de sinapsis en el niño. De allí al riesgo de déficit cognitivo y socio-emocional hay un solo paso (Lewis y Thomas, 1990; La capacidad para afrontar el estrés es controlada por un conjunto de circuitos cerebrales y sistemas hormonales altamente interrelacionados, que han sido especialmente diseñados para responder adaptativamente a los desafíos del entorno. Los circuitos neurales para afrontar el estrés son particularmente “plásticos” durante los períodos fetal y de la primera infancia. El estrés tóxico durante este temprano período puede afectar el desarrollo de los circuitos cerebrales y sistemas hormonales, de manera que conduzca a sistemas de respuesta pobres para controlar el estrés, que pueden ser demasiado activos o lentos para desconectarse cuando se enfrentan con amenazas a lo largo de la vida. La nutrición inadecuada, el abuso de sustancias (particularmente la exposición prenatal) y la exposición al plomo, que han sido tradicionalmente tomadas como factores potencialmente causales del desarrollo cerebral disminuido, hoy se consideran incompletos. Hay gradientes en una gran variedad de medidas de salud física, muchas de las cuales afectan el desarrollo neurocognitivo de los niños en pobreza (Adler et al., 1994). El área cerebral más afectada por el cortisol es el lóbulo temporal medial relacionado con la memoria, aunque se ven impactados también los sistemas prefrontales relacionados con la regulación de la respuesta al estrés (Meaney et al. 1996). Esto resalta la importancia de la estimulación cognitiva y la nutrición socio-emocional en el niño (Farah et al., 2005). Los niños de hogares proveedores de afecto y sostén tienen un hipocampo más grande, la porción del cerebro asociado a la formación y recuperación de recuerdos. ansi-language: ES; mso-bidi-font-family: ArialMT; mso-bidi-font-size: 12.0pt"> El desarrollo emocional se construye en la arquitectura cerebral de los niños pequeños en respuesta a sus experiencias individuales y de acuerdo a las influencias de los ambientes en que ellos viven.  De hecho, la emoción es un aspecto del funcionamiento humano con una base biológica, que está conectado a diferentes regiones del sistema nervioso central que tienen una larga historia en la evolución de las especies (LeDoux, 2000 ; Panksepp,1998, 2000; Dawson,y Fischer, 1994; Gunnar y Davis, 2003). A través de los años de la niñez temprana los niños desarrollan capacidades crecientes tanto para usar el lenguaje para comunicar cómo se sienten y para pedir ayuda sin someterse, como para inhibir la expresión de las emociones que son inapropiadas en una situación particular.  Cuando no se sabe manejar  los sentimientos, el pensamiento puede dañarse. Avances científicos recientes han mostrado cómo el desarrollo interrelacionado de emoción y cognición depende de la emergencia, maduración e interconexión de circuitos neurales complejos en múltiples áreas del cerebro, incluyendo el córtex prefrontal, la corteza límbica, la amígdala, el hipotálamo y el tronco cerebral (Davidson, et al., 2002). Los circuitos que están involucrados en la regulación de la emoción son altamente interactivos con los que están asociados a las funciones ejecutivas (tales como planificación, juicio y toma de decisiones), que están íntimamente involucradas en el desarrollo de las habilidades para la resolución de problemas durante los años del preescolar (Posner  y Rothbart, 2000). En términos del funcionamiento básico del cerebro, las emociones sostienen a las funciones ejecutivas cuando están bien reguladas, pero interfieren con la atención y la toma de decisiones cuando están controladas pobremente (Shonkoff & Phillips, 2000; Damasio,1999; Davis,1992; LeDoux, 1996); Bush,  Luu, & Posner, 2000). Los niños pequeños que crecen en hogares perturbados por problemas de salud mental de los padres, abuso de sustancia o violencia familiar enfrentan amenazas significativas para su propio desarrollo emocional. De hecho, la experiencia de maltrato crónico, extremo e incontrolable produce cambios mesurables en el cerebro inmaduro (Glaser, 2000; De Bellis, et al., 1999). Las malas experiencias de los niños dañan el desarrollo pero existe la posibilidad de mejorarlo. La pobreza es un factor de riesgo, pero no haremos justicia con las personas que viven en la pobreza si fracasamos en comprender que muchas de ellas sobreviven, crecen, y son exitosas, a pesar de las considerables dificultades que deben enfrentar. Más aún, a partir del estudio de estos niños resilientes, podemos aprender qué clase de apoyos y condiciones del medio los capacita para volverse adultos productivos (Bradley et al., 1994; Werner, 1989). Los resultados demuestran que es mejor desarrollar programas de intervención y prevención porque claramente una buena parte de la acción de los mismos es experiencial. Esto acentúa el hecho de que los fenómenos observados en los niños en pobreza son el resultado de ambientes adversos (Farah, et al., 2006).  No hay evidencia científica de que los niños pequeños que han sido expuestos a la violencia se convertirán invariablemente en adultos violentos. Aunque estos niños están en mayor riesgo de impactos adversos en el desarrollo cerebral, no están condenados a obtener resultados pobres y pueden ser ayudados sustancialmente si se les provee tratamiento apropiado combinado con relaciones confiables y proveedoras de cuidadores sostenedores (Graham-Berman y Hughes, 2003). Por otra parte, el desarrollo cerebral no es lineal; existen períodos críticos o ventanas de oportunidad, de mayor plasticidad neuronal en determinadas áreas cerebrales, en los cuales se adquieren con mayor facilidad los distintos tipos de conocimientos y habilidades. Con pocas excepciones, las ventanas de oportunidad en el cerebro humano no se cierran tan abruptamente. La ventana más grande para el crecimiento del cerebro, confirmada por los neurocientíficos, se cierra alrededor de los 10 años, cuando el balance entre la creación de sinapsis y su atrofio cambia abruptamente. Estas ventanas pueden ser utilizadas para tratar de contrarrestar o atenuar los efectos del estrés ambiental, por medio de acciones  dirigidas a operar sobre las delicadas relaciones que entraman los elementos que configuran el desarrollo del niño. De acuerdo a estos antecedentes teóricos y empíricos, el objetivo del presente capítulo es analizar los efectos de los factores de riesgo asociados a la pobreza extrema en la maduración cerebral, expresada en el desarrollo de los procesos socio-emocionales y cognitivos en niños, y estudiar las posibilidades de fortalecer los recursos psicológicos necesarios para un crecimiento adecuado, a través de intervenciones sistemáticas y continuas. El estudio que presentaré forma parte de un programa mayor denominado Programa de intervención para fortalecer los recursos afectivos, cognitivos y lingüísticos en niños en riesgo por extrema pobreza  llevado a cabo en el Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Psicología Matemática y Experimental (CIIPME), dependiente del CONICET por un equipo de investigación bajo mi dirección. Dentro de las múltiples variables que se analizan y sobre las que se interviene, en este capítulo, por razones de extensión,  presentaré solamente los resultados correspondientes a emociones positivas, impulsividad cognitiva y reflexividad y afrontamiento.1