IAFE   05512
INSTITUTO DE ASTRONOMIA Y FISICA DEL ESPACIO
Unidad Ejecutora - UE
capítulos de libros
Título:
Teorizaciones, predictibilidad, y creencias sobre los eclipses en la Antigüedad
Autor/es:
ROBERTO CASAZZA; ALEJANDRO GANGUI
Libro:
Actas del XXI Simposio Nacional de Estudios Clásicos
Editorial:
Universidad Nacional del Litoral
Referencias:
Lugar: Santa Fe; Año: 2010; p. 1 - 13
Resumen:
El estudio de los eclipses en la Antigüedad ha despertado mucho mayor interés entre los científicos que entre los filólogos clásicos, especialmente a lo largo de los dos últimos siglos, cuando las descripciones de unos pocos eclipses, principalmente de sol, consagrados por la tradición astronómica como eclipses históricos (es decir, eclipses descritos por fuentes históricas confiables -en su mayoría grecolatinas clásicas o tardoantiguas- cuyas fechas son compatibles con cálculos astronómicos retrospectivos), han sido consideradas científicamente como datos observacionales [1].Los eclipses históricos, contrastados con modelos teóricos de la Astronomía, han llevado a su vez a reformulaciones serias de teorías científicas vigentes, en especial de la interacción entre la luna y la tierra, incluyendo aspectos tales como la aceleración secular aparente de la luna y la velocidad de rotación de nuestro planeta, cuya desaceleración pudo, gracias a esos relatos, ser en parte comprendida y explicada.La tierra se traslada alrededor del sol en un lapso de 365,25 días, y lo hace en una órbita elíptica muy próxima a una circunferencia, donde el sol se ubica en uno sus focos. La luna, por su parte, cumple su órbita, también elíptica, alrededor de la tierra en aproximadamente unos 27,32 días. Pero esta órbita está inclinada con respecto a la de la tierra alrededor del sol (esta última, llamada la eclíptica) en unos 5,1º. Durante su movimiento, entonces, la luna intersecta al plano de la eclíptica en dos puntos opuestos, llamados nodos. Sólo cuando la luna se ubica en alguno de esos nodos pueden producirse los eclipses, pues son las únicas ocasiones en las que tierra, sol y luna pueden hallarse casi perfectamente alineados, aproximadamente cada 5,8 meses.Pero la orientación de la órbita de la luna no es constante en el tiempo, sino que precesa (esto es, la ortogonal al plano de la órbita lunar cambia su dirección en el espacio, como si se tratase del eje de un trompo que pierde velocidad de giro). Y esto es debido en parte a la interacción de nuestro satélite con el sol y con la tierra. Como consecuencia, la línea imaginaria que une los nodos también cambia y se va corriendo lentamente por el plano de la eclíptica en sentido retrógrado (contrario al orden de los signos zodiacales) unos 19,3º por año.Esta breve reseña ilustra una parte de la complejidad que involucra la explicación (y más aún, la predicción) de los eclipses.  [abreviado]La descripción y la predicción de eclipses ocupó a numerosos pensadores antiguos y tardoantiguos: algunos elaboraron relevantes teorías sobre sus causas, y otros lograron predecir con parámetros racionales la posibilidad de un eclipse. Y todos, de un modo u otro, favorecieron la comprensión de estos acontecimientos astronómicos, concretada definitivamente por la Europa moderna, heredera del mundo clásico. En efecto, las sucintas descripciones de eclipses -por poner algún ejemplo- de Arquíloco, Píndaro o Tucídides (entre otros) han aportado datos decisivos para el esclarecimiento de problemas astronómicos impensados en la Antigüedad. El núcleo de su aporte surge de un rasgo común a todos los eclipses históricos, y es que para los estudiosos del siglo XIX aquellos eclipses coincidían en su fecha con la predicción teórica de eclipses, pero no en la hora, puesto que ocurrían, hasta posteriores correcciones, aproximadamente unas 3 horas antes (es decir, unos 45º de longitud terrestre hacia el Este) respecto de lo que el cálculo y las tablas lunares reclamaban. Como resultado de ello, la comunidad científica ensayó un conjunto de correcciones a la velocidad de rotación de la tierra, que debió ser concebida en un proceso de desaceleración como resultado de la fricción tidal o de mareas que se produce en la región de contacto entre los océanos y la corteza terrestre, la cual causa que la velocidad de rotación disminuya lentamente y el día, por tanto, se alargue a razón de -en promedio- un par de milisegundos por siglo. Mediante dicha fórmula resultó posible la armonización -no sin dificultades originadas en otros factores, especialmente las perturbaciones gravitacionales sobre los cuerpos astronómicos involucrados- del grueso de los eclipses históricos con la Teoría Lunar debidamente reformulada y corregida.Estrabón (ca. 63 a.C.-19 a 24 d.C.) en su Geografía, 1, 1, 12 define al eclipse como [..caracteres griegos, ver PDF..], es decir, como combinación o composición del sol y la luna [con la tierra]. Una apropiada definición, que sigue siendo la usada mayormente en la actualidad. Estas alineaciones de los tres astros son de diversos tipos. [abreviado]Concluimos esta introducción -necesaria para sentar las bases astronómicas de los fenómenos que nos convocan- puntualizando el propósito de nuestro trabajo. Es nuestro interés discutir sucintamente cuatro aspectos relevantes vinculados a los fenómenos eclípticos en la Antigüedad. Esos aspectos son los siguientes:* Teorizaciones sobre las causas de los eclipses,* Predictibilidad de los eclipses en la Antigüedad,* Recomendaciones para la observación de eclipses de sol,* Creencias y prácticas sociales ante los eclipses.||[1] Se considera eclipses históricos a los siguientes: eclipse del canon asirio (15 de junio del 763 a.C.); eclipse de Asurbanipal (27 de junio del 661 a.C.); eclipse de Arquíloco (6 de abril de 648 a.C.); eclipse de Tales (28 de mayo del 585 a.C. -hay densas discusiones sobre este eclipse-); eclipse de Píndaro (30 de abril del 463 a.C.); eclipse de Tucídides (3 de agosto del 431 a.C.); eclipse de Agatocles (15 de agosto del 310 a.C.); eclipse de Hiparco (20 de noviembre del 129 a.C.); eclipse de Flegón (24 de noviembre del 29 d.C.); eclipse de Plutarco (20 de marzo del 71 d.C.); y eclipse de Teón (16 de junio del 364 d.C. -aquí también quedan dudas-).