Viejos son los trapos. De arqueología, ciudades y cosas que hay debajo de los pisos

DANIEL SCHÁVELZON; ANA IGARETA

Siglo XXI Editores

Lugar: Avellaneda; Año: 2007 p. 123

978-987-1220-97-7

Si fueramos caminando por la calle y paráramos a cualquier persona para preguntarle “¿que es un arqueólogo?” es probable que obtuvieramos una respuesta que nos remitiera inmediatamente a Indiana Jones o Lara Croft, dependiendo del sexo y edad de la persona. En caso de ser consultados, casi todos nosotros nos imaginaríamos rápidamente un paisaje exótico en la lejana Manchuria o la no más cercana Kuala Lampur, en que un hombre o una mujer solitarios y de aspecto misterioso, casi siempre vestidos de caqui y con sombrero a todo, irrumpen valerosamente en una tumba sobre la cual pesa un terrible maldición para recuperar un ídolo de oro allí depositado. Por supuesto, esa es la versión Hollywood de un arqueólogo y –como siempre- la realidad tiene algunas diferencias. Por empezar, casi todos nosotros somos mucho más feos y por lo general no nos vemos misteriosos e intrigantes, sino más bien mugrientos y algo zaparrastrosos. Para seguir, no trabajamos en solitario, sino que integramos equipos de varias personas en los cuales cada uno necesita de los otros para que el trabajo salga bien. Y finalmente, no todos trabajamos en lugares apartados y exóticos: algunos de nosotros desarrollamos nuestra actividad tal cerca de lugares poco exóticos que literalmente pueden encontrarnos en medio de cualquier vereda. Quienes nos dedicamos a la arqueología urbana –de nosotros se trata- nos ocupamos de desenterrar las historias de habitan en las profundidades de las ciudades. Este libro intenta “desexotizar” el quehacer de los arqueólogos, presentándolo en cambio ejemplos que la muestran como una actividad científica y sistemática pero cercana a la gente.