INVESTIGADORES
FABRIS Mariano David
libros
Título:
Democracia en reconstrucción. Mosaico histórico de los años ochenta
Autor/es:
FABRIS, MARIANO; TORTORELLA, ROBERTO
Editorial:
Eudem
Referencias:
Lugar: Mar del Plata; Año: 2011 p. 210
ISSN:
978-987-1371-87-7
Resumen:
Recientemente, el fallecimiento de quien se convirtiera en el emblema del último retorno a la democracia política, Raúl Alfonsín, permitió observar un renovado interés en los medios de comunicación y en el escenario político a propósito de la década del ochenta, en un proceso que también generó derivas académicas en el análisis de un período que, de cualquier modo, inspiró tempranas interpretaciones contemporáneas centradas en los problemas ligados en lo fundamental a lo que se denominó -algo ambiguamente- la ?transición democrática?. No obstante, luego de esa constatación superficial es indispensable observar que, más allá de las condiciones convocantes de la figura cuya desaparición física acabamos de evocar, ese episodio resultó un eficaz conductor de ciertas preocupaciones y polémicas de la política contemporánea argentina. En la recuperación de Alfonsín, los actores sociales y políticos tradujeron en la elaboración y difusión de imágenes sobre su trayectoria, su estilo de liderazgo y su gestión, un irredento conflicto que la polarización de tesituras en torno al actual gobierno nacional parece haber vuelto a tonificar. Así, las representaciones que pujaron en la esfera pública, tanto en los grandes medios privados como en los oficiales u oficiosos, ofrecieron al observador que quisiera trascender la frontera de la crónica un fresco de la confrontación entre quienes, refractarios al kirchnerismo, propusieron a Alfonsín como un representante conspicuo de un principio republicano que estaría hoy redondamente ausente en virtud del ejecutivismo y del avasallamiento institucional y quienes, adherentes a la gestión o más afines a las líneas generales de su política, lo exhibieron como un baluarte del principio democrático, un líder que ?en un contexto no del todo favorable- estuvo consustanciado con la sempiterna lucha contra el privilegio de la que el ahora extinto Néstor Kirchner y la presidente Cristina Fernández serían sus consumados campeones.       Estas representaciones, hoy dominantes en los debates político-ideológicos a escala de los mass media, vinieron a dejar en sordina a otras que, en las metáforas totalizadoras sobre el carácter general de la década del ochenta, habían impregnado no sólo el convencionalmente llamado ?sentido común histórico?, sino también ciertas miradas holísticas construidas desde las ciencias sociales. Tal es la suerte que han corrido expresiones alusivas a los sinsabores que, en los campos político, económico y social, había deparado aquella experiencia, en valoraciones todavía insuficientemente distanciadas del proceso referido como para construir miradas menos simplificadoras. Así, entre las imágenes condensadoras de sentidos que testimoniaban sobre un renovado desencanto ante las promesas de una etapa histórica que se había iniciado con un talante resumido en la entusiastamente nominada ?primavera democrática? y que sumaba entre sus frustraciones la de las supérstites inflexiones de la ?cuestión militar? y la de una profunda crisis social y económica cuyo corolario fatal fue la hiperinflación, campeó aquella metáfora que algo provocadoramente se incluye en el título de este volumen: la ?década perdida?. Sin que se intente aquí hacer de esta modesta intervención en la producción histórica un acicate de un debate teórico que excede sus propósitos, es evidente sin embargo que la lectura de los capítulos que la integran ofrecen un escorzo que descompone narrativas totalizadoras genéricas sobre esa etapa como la antedicha, al tiempo que hace a la vez más compleja la ineludible tarea disciplinar futura de recomposición de un discurso histórico que las incluya sin mutilarlas. Esta entrada sin duda sesgada, que hace el efecto de un mosaico histórico, revierte no sólo sobre la multiplicidad de lógicas, prácticas y representaciones que conviven en el período de acuerdo con el actor considerado, sino también sobre la variedad de evaluaciones que de los ochenta pueden hacerse a partir de un análisis así circunstanciado. De tal guisa, es evidente que para ciertas fracciones de la intelectualidad progresista partícipe del denominado ?Grupo Esmeralda?, allegado al alfonsinismo y analizado aquí por Josefina Elizalde, la suerte dispar de su proyecto de una amplia transformación democrática de la sociedad argentina, sintetizado en el celebérrimo discurso de Parque Norte y sus nociones nodales de democracia participativa, modernización social y económica y ética de la solidaridad, hace sistema con las miradas desencantadas de la década. En una línea homóloga se instala el capítulo de Mariana Pozzoni, cuya indagación en las juventudes politizadas se aboca aquí a atender la parábola de una nueva generación de radicales que, con una experiencia construida básicamente en torno a la militancia universitaria en los ?70, se plegaron a partir de su participación en la Junta Coordinadora Nacional a dar el tono a la campaña electoral de Alfonsín y que pugnaron infructuosamente por constituirse e instalarse definitivamente como centro dinamizador de un nuevo radicalismo, pensado en términos de una tradición yrigoyenista que, no obstante, buscó reformular los aspectos estructurales de los rasgos partidarios juzgados arraigadamente liberales y apoyar la construcción del alfonsinismo como ?tercer movimiento histórico?. En las luchas señaladas en el párrafo anterior en pos de la consolidación de una democracia a la que no se la pudiera adjetivar con el vocablo ?formal? jugó un papel decisivo para Alfonsín la política de revisión de la violencia política de la década del ?70, que comprendía desde el origen de su formulación en el discurso del líder de Renovación y Cambio el juzgamiento de lo actuado tanto por las Fuerzas Armada en la última dictadura como también por las organizaciones civiles armadas. Este punto, que llevó al gobierno a una indisimulable tensión entre los propósitos inicialmente formulados y la puesta en práctica de una iniciativa cuyo alcance no pudo controlar totalmente, es observado por Micaela Iturralde desde la óptica del diario Clarín en su calidad de saliente representante de la prensa escrita de los años ochenta y de actor partícipe en la elaboración de una narrativa sobre el pasado reciente que se nutrió a la vez de la estrategia de reconciliación propugnada por la Iglesia Católica y del régimen de memoria codificado en el Nunca Más. Esta tesitura redundaba en ingentes beneficios para un medio comprometido en los años previos con el apoyo a la acción represiva del autodenominado ?Proceso de Reorganización Nacional? y necesitado, en el nuevo contexto de reconstrucción democrática, de darse a una doble tarea: por un lado, reposicionarse en la sociedad civil como uno de los tantos actores ajenos a cualquier responsabilidad ante lo ocurrido; por otro, abrir perspectivas en relación a las expectativas de  expansión empresarial del medio.                       Los años iniciales de la democracia tampoco resultaron cómodos para la Iglesia y ello no sólo por sus relaciones con las Fuerzas Armadas. En ese sentido, Mariano Fabris indaga sobre los debates en relación al divorcio vincular en Argentina, encontrando en los rasgos de cruzada que adoptó la estrategia eclesiástica, al menos hasta la media sanción en la Cámara de Diputados, derivas ligadas no sólo a la reivindicación de su monopolio de la competencia religiosa sino también a las dificultades para este actor de adecuarse a la nueva democracia en virtud de sus reclamos por ubicarse como referente de primer orden en tópicos que juzgaba inherentes a un postulado carácter nacional argentino que, definido de modo tajantemente esencialista, incluía a la vez que estaba constituido por la cultura católica.  Ahora bien, si la mirada se posa en otros actores el tono de la década muta en otro bien diferente. En tal sentido, los años iniciales de la democracia fueron de fuerte conmoción para un peronismo cuya derrota histórica de 1983 no dejaría de producir consecuencias. En el campo sindical, luego del momento en que la amenaza de la proyectada reforma democratizadora de los gremios quedara en el olvido, el proceso de normalización de la CGT permitió un proceso de recomposición institucional, todo lo cual es tratado por Carla Sangrilli al atender el proceso previo y las circunstancias en que se dio el congreso de 1986. En tal sentido, Sangrilli argumenta que, basándose en el análisis de la conformación de las altas cúpulas dirigentes de la CGT normalizada, no es posible acompañar las hipótesis que sostienen una extendida renovación de las élites sindicales a favor del sector servicios como producto de la política económica que se impuso desde mediados de los años ?70. Los dirigentes pertenecían a las fracciones dominantes en el modelo industrialista y a sectores tradicionales del peronismo, y si alguna renovación ocurrió ella debe buscarse en la aparición de algunos líderes surgidos en los últimos años, en el contexto de de fuerte represión e ilegalidad en que la dictadura dejó a los gremios. Por otro lado, los dos últimos artículos ofrecen una visión de la década del ?80 para el peronismo. El recorrido de Marcela Ferrari en relación a la controvertida normalización del peronismo en provincia de Buenos Aires, el distrito más importante del país, proporciona una interpretación de los conflictos intrapartidarios en la que la imagen de una organización en la que, luego de 1983 y ante el retroceso de sectores ?ortodoxos?, se recortarían sectores claramente diferenciados de los tradicionales, propugnando la renovación partidaria y con sólidos clivajes ideológicos que definen apologías y rechazos, es reemplazada por otra, en la que se dan procesos de fragmentación y aglutinación en relación a las disputas específicamente políticas asociadas a la lucha por el poder y el control de cargos expectables dentro del partido y ante eventuales situaciones electorales, y en tales circunstancias es que se construye el línea renovadora que logra alcanzar su cénit antes de las internas de 1988. El volumen se cierra con un último capítulo sobre el subperíodo 1989-1991, considerado aquí como una fase en la que grandes dilemas de la década previa (las tensiones con el ?partido militar?, la inflación, la crisis económica y social) conviven con la apuesta cada vez más firme hacia posiciones que, según se vea, pueden denominarse neoliberales o neoconservadoras, o ambas a un tiempo. En tal sentido, Fernando Suárez se dedica en su trabajo a una figura individual, Carlos Menem, y a su liderazgo, lo que necesariamente lo conduce a observar aspectos relacionales de la construcción de su poder, tanto dentro como fuera del peronismo. Suárez se concentra en discutir la hipótesis que señala la ?traición? de Menem a una plataforma ?populista?, no sustentables en un análisis de las fuentes ligadas a la campaña electoral, en la que a los acercamientos a sectores empresariales ?habituales en el peronismo, por otra parte- se suman componentes discursivos de su plataforma definidos por cierta vaguedad de objetivos y métodos, y en los cuales la presencia de ideologemas ligados a la necesaria reforma del Estado están ya presentes. No obstante, en la campaña serían otros candidatos ?como Angeloz, típicamente- quienes más francamente asumirían el discurso reformador, en tiempos en los que un nuevo consenso sobre las tareas a llevar adelante en países periféricos como la Argentina se estaba gestando paulatinamente.