CIIPME   05517
CENTRO INTERDISCIPLINARIO DE INVESTIGACIONES EN PSICOLOGIA MATEMATICA Y EXPERIMENTAL DR. HORACIO J.A RIMOLDI
Unidad Ejecutora - UE
libros
Título:
Nacer, jugar y pensar. Guía para acompañar el desarrollo
Autor/es:
OIBERMAN, A., MERCADO, A.
Editorial:
Lugar Editorial
Referencias:
Lugar: Buenos Aires; Año: 2006 p. 200
Resumen:
  El bebé  desde la concepción hasta los 36 meses. La psicología perinatal propone una cuidadosa mirada sobre la gestación  y el nacimiento.    El término perinatal alude a lo que rodea al nacimiento (perímetro, periferia).   En medicina el límite es preciso y queda establecido por el momento del parto como vértice y eje de todo el proceso. En psicología este término nos permite hacer referencia a un área de inserción, ya que con frecuencia se trata del trabajo en la maternidad (clínica ú hospital materno infantil) pero además implica un límite menos preciso ya que aborda la temática del nacimiento de un sujeto. Sabemos que el parto no culmina sino que continúa  la constitución del vínculo con el bebé anudando varias corrientes, tanto emocionales como cognitivas relacionadas con la prehistoria del bebé, con un alcance tal que refiere a las vivencias tempranas de los padres en posición de hijos, (situadas en un registro preverbal), a creencias y expectativas conscientes y a fantasías e ideales inconscientes.     De acuerdo a las los aportes de  la psicología (durante la segunda mitad del siglo XX) dedicada a los bebés y sus padres, estas corrientes corresponden, en líneas generales, al bebé real, el imaginado y el fantasmático.    La variable somática es de enorme importancia debido al protagonismo de lo corporal y la importancia de un cuidado adecuado en este período de la vida.   El embarazo depende de una decisión (ú omisión deseante) pero su evolución no siempre está sujeta a la voluntad de los padres.   La mujer se encuentra inmersa en una situación orgánica  que supera su capacidad de control y algunas veces todas sus previsiones.   La pareja que asiste a este “espectáculo milagroso” de la gestación y el nacimiento se encuentra además atravesada por cuestiones familiares, sociales y culturales que se entretejen en una compleja trama de significaciones. Estos aspectos requieren una especificidad en la atención psicológica, para favorecer el desarrollo integral del bebé y el cuidado de la familia. Por estas razones lo perinatal en psicología tiene fronteras más abarcativas y difusas que en medicina, alcanzando a la primera infancia, período crítico para la constitución del sujeto, que sería comparable con el nacimiento psicológico del niño, ya no ubicable en  un momento preciso de la historia sino como un advenimiento al que accede en función de la convergencia de las estructuras psíquicas  parentales con factores individuales y  situacionales específicos. La interdisciplina es un aspecto fundamental de la psicología en el ámbito perinatal, ya que los procesos psicológicos no se suspenden ante las urgencias y emergencias que ocurren en este campo.   Muy por el contrario, es requerida la intervención psicológica que puede sumarse a los recursos de afrontamiento propios de los pacientes en situaciones críticas, buscando preservar el vínculo parento filial en condiciones adversas o desfavorables. Es preciso recuperar el espacio simbólico en torno del nacimiento, y tener en cuenta que ambos nacimientos, no sólo el biológico, requieren cuidados adecuados.   El psicólogo debe actuar cuando detecta obstáculos en el establecimiento del vínculo madre-hijo y abstenerse para no interferir cuando no los hay.   Por ello es útil y adecuada  su inclusión en el equipo interdisciplinario de guardia de la maternidad, donde pueda acudir oportuna e inmediatamente donde sea necesario. A partir de la experiencia en el ámbito perinatal, es frecuente descubrir las dramáticas consecuencias de adjudicarle al animal humano un instinto maternal semejante al de otras especies.   Sin embargo, si lo natural del nacimiento  se ha perdido, si la gestación es controlada casi como un proceso infeccioso en los hospitales, si los partos se programan con fecha y hora, y la maternidad cobra significados, particulares, culturales y sociales, entonces ¿tiene alguna lógica suponer que la hembra de la especie humana habría de desplegar instintivamente algún saber maternal simplemente por “portación de útero”?    Muchos creen que las mujeres saben qué hacer con un recién nacido, pero la experiencia histórica demuestra que raras veces es así.   Desde el punto de vista de la psicología ésta atribución de competencia, innata y natural es equivalente a un acto de violencia contra la mujer en el que al mismo tiempo se discrimina al hombre: asumiendo que él no sería tan eficiente en el cuidado del bebé como su mujer.   En consecuencia; las mujeres se ven forzadas a “hacer como que saben” y los hombres tienden a quedar excluidos de la crianza.   Distinta sería la aceptación de que el ser humano no es una máquina y que nadie tiene un sistema operativo innato preparado para criar cachorros humanos para convertirlos en personas saludables y admitir que los padres se comprometan con sus propias dudas y puedan preguntar.   Autorizarse a la crianza desde lo único inherente al ser humano: la ignorancia y la capacidad de aprender y desplegar recursos. Para ello el adecuado acompañamiento profesional involucra una actitud de alerta  no invasiva.   La disposición a responder preguntas acerca del desarrollo evolutivo y de las habituales crisis vitales contribuye a establecer un soporte oportuno a la tarea de los padres. Los manuales sobre desarrollo no están escritos para padres, sino para los profesionales que trabajan con ellos.   Todos los bebés son diferentes y suponer una norma sin excepciones para el desarrollo implica patologizar la diversidad.    Por otra parte si se desconoce la serie de hitos de la evolución normal, también se corre el riesgo de confundir lo normal con lo patológico o de no intervenir en forma temprana cuando es preciso hacerlo. Este planteo paradojal se resuelve a través de la actitud clínica que respete la diversidad y el proceso de aprendizaje interactivo que ocurre entre los bebés y sus padres.   En este sentido habla Winnicott, cuando tranquiliza a las madres diciendo que nadie sabe mejor que ellas lo que necesita al bebé.  A través de la experiencia en el trabajo con madres, es posible descubrir que esto es así siempre y cuando el equipo de salud autorice a la madre a descubrir lo que ya sabe, no por instinto sino probablemente porque en algún rincón de su cuerpo ha quedado la huella de sus primeros años de vida, cuando ella misma era un bebé.    La asombrosa capacidad de las madres de identificarse con el bebé resulta de un saber presente en todo ser humano más allá de las fronteras de lo simbólico, aquello cifrado en el cuerpo en una época preverbal: durante la vida intrauterina y el período sensorio motor .  Una experiencia que luego tratamos de describir entre el desvalimiento y el contacto, con palabras torpes que de ningún modo pueden expresar lo indecible.  Es preciso además entender que los hombres también han recorrido ese camino preverbal: también guardan huellas del inicio de sus vidas y  seguramente pueden desarrollar una preocupación paternal primaria a su manera, descubriendo en sus hijos lo que algunas vez experimentaron en carne propia y quedó sepultado en algún rincón de la memoria.   Tal vez con una modalidad psicobiológica diferente, pero no menos intensa. Esta idea se puede sustentar desde la capacidad que tienen las mujeres que adoptan bebés para desarrollar el maternaje y la incapacidad de algunas madres biológicas para ello mismo... es decir, que el vínculo biológico, no garantiza en absoluto el contacto psicológico o emocional. En síntesis, la idea de éste manual no es subestimar el saber de los padres, sino ayudarlos  a apuntalarlo y desplegarlo.    La propuesta es que quien decida ejercer el rol parental, pueda abordar la experiencia con la actitud de un explorador que se aventura sobre un territorio desconocido, que sin embargo alguna vez recorrió en los  brazos de sus padres .