IDIHCS   22126
INSTITUTO DE INVESTIGACIONES EN HUMANIDADES Y CIENCIAS SOCIALES
Unidad Ejecutora - UE
congresos y reuniones científicas
Título:
Lo agonal y lo ireneico en la filosofía
Autor/es:
BLANCO ILARI JUAN
Lugar:
CABA
Reunión:
Otro; XXII Semana de la Filosofia; 2010
Institución organizadora:
UCA
Resumen:
Voy a empezar con una confesión: en todo enunciado del tipo “La Filosofía tal o cual” hay algo pretencioso. Esta pretensión consiste en sintetizar una larga y rica tradición que se compone de innumerables capilares y tiene una estructura reticulada. Frente a esta gigantesca catedral, llena de catacumbas, intersticios y recovecos, el lenguaje mismo aparece como la primera ocasión del embrujo. Pensar la filosofía en términos de un sustantivo es el primer engaño. La trampa consiste en suponer que filosofía es sólo el conjunto de problemas y soluciones que, a lo largo de varios siglos, construyeron los filósofos. No es que esto sea en sí un error; el error es suponer que esto es todo lo que hay. Ya Ortega y Gasset había advertido, siguiendo en esto quizá a Kant, que, cuando de filosofía se trata, lo mejor es dejar de pensar en un sujeto y dirigir nuestra atención al verbo. Hay una distinción clara y esencial entre la filosofía y el filosofar. La esencia de lo que debemos entender por filosofía se encuentra más del lado del quehacer que del lado de “lo hecho”, no estamos en presencia de un factum sino de un faciendum. La filosofía, es más una empresa, una tarea, que un producto, un objeto, un resultado. Pero esto no es todo, adelantando el tenor de lo que voy a decir, hay que advertir que, la filosofía a la que adhiramos dependerá de el tipo de tarea que realicemos. Es decir, entre el sustantivo y el verbo hay una estrecha relación. Por ello debemos estar atentos a no caer en la trampa que consiste en separar uno y otro. En este trabajo me detendré en lo que está antes del quehacer, en lo que dispara la empresa filosófica y que, en principio y por definición es extra-filosófico. Trataré, en primer lugar, de congelar ese instante, de identificarlo y clarificarlo. Luego, me propondré articular las dos grandes vías que se abren a partir de ese momento. No pretendo agotar todas las posibilidades que se pueden abrir luego del instante “disparador”, pero tengo la convicción que las dos que recorreré son las más originarias y representan lo que podríamos llamar el gesto filosófico de base. Conciente de mi pretensiosidad diré que en el filosofar se juegan dos actitudes últimas, una más combativa y la otra más pacifista.