INVESTIGADORES
BLANCO Daniel
congresos y reuniones científicas
Título:
El incuestionable poder de la inferencia
Autor/es:
CARMAN, CHRISTIÁN; BLANCO, DANIEL
Lugar:
México
Reunión:
Congreso; Congreso Latino Americano de Ciencia y Religión; 2011
Institución organizadora:
Iam Ramsey Centre, University of Oxford, Universidad Panamericana
Resumen:
Los conflictos emergentes del diálogo entre la ciencia y la religión suelen dirimirse o bien en la especificación de pertinencias (donde el desacuerdo se revela como un malentendido, resolviéndose ?callando? al ?magisterio entrometido?) o bien (si es que el tema en cuestión es de un interés mutuo legítimo) en la corrección de un alegato por parte del otro. Para el segundo caso, lo que el discurso religioso fuera a decir al respecto del mundo natural debería pasar primero por la afinada zaranda del discurso científico. Por ejemplo, si la Biblia dice que la vida en la Tierra fue creada en seis días a partir de la intervención directa del Creador cuando la ciencia nos dice (desde uno de sus exitosos constructos, el de la teoría de la evolución) que la biodiversidad es producto de la evolución, entonces hemos de revisar nuestra exégesis, alegorizando donde antes literalizábamos, para resolver la discordancia (así sucedió también con el caso Galileo). La presuposición detrás de esta ?imposición hermenéutica correctiva? es que las palabras pueden tener más de un significado (siendo el literal sólo uno entre muchos) mientras que ?el mundo allá afuera? es único, siendo abordable objetiva y unívocamente a través del conocimiento científico. Así, si el tópico del diálogo pertenece al ámbito de la naturaleza (como el mencionado tema de la creación), irremediablemente es la religión quien debe escuchar y aprender, y la ciencia quien debe afirmar y enseñar. La religión que pretenda sobrevivir ha de adaptarse sumisamente a los dictados de la ciencia, envestida como una forma privilegiada de conocimiento. Curiosamente, la misma presuposición se insinúa en los casos donde hay coincidencias. Para dar otro ejemplo: cuando la ciencia afirmó mediante la teoría del Big Bang que efectivamente hubo un comienzo para el universo, tal cosa se celebró en círculos religiosos por razones obvias. Ante el escenario de coincidencia, es la fe la que sale fortalecida y no la ciencia, lo cual supone que la fe necesita del apoyo de la ciencia y no viceversa. Sin embargo (abstrayendo la discusión), las seguridades y certezas atribuidas a la ciencia contrastan con la alegada tentatividad y provisionalidad de sus teorías. Este trabajo contacta dos debates actuales: el de la relación entre la ciencia y la religión, y el del realismo científico (este último de reconocidos antecedentes en la tradición analítica). Concretamente, revisamos (sucintamente) la relación que tienen las teorías científicas con la verdad de modo de poder justificar una toma de posición frente a la presuposición aludida. Aunque en absoluto desalentamos el que el creyente esté atento a los dichos de la ciencia, pensamos que es necesario (por razones que esgrimiremos) atemperar nuestras certezas a la hora de aceptar como verdaderas a las teorías científicas (por exitosas que fueran). Creemos que como producto secundario (pero vital para nuestros intereses) de la adopción de esta postura moderada, las desavenencias podrán, sino resolverse, al menos atenuarse.