INVESTIGADORES
TACCETTA Natalia Roberta
congresos y reuniones científicas
Título:
El montaje y la deriva de la hsitoria. Guy Debord y Walter Benjamin
Autor/es:
NATALIA TACCETTA
Lugar:
Buenos Aires
Reunión:
Congreso; Congreso Nacional AFRA; 2013
Institución organizadora:
Asociación Filosófica de la República Argentina (AFRA)
Resumen:
En su producción cinematográfica, Guy Debord convierte en imagen su teoría de la deriva y el détournement o tergiversación, que aplicó a distintos ámbitos de la cultura y el arte. Las imágenes cinematográficas atravesadas por la lógica del azar y la deriva, acompañadas por la voz sentenciosa de Debord leyendo sus propios pasajes teóricos, podrían pensarse como la constatación de la naturaleza fracturada del cine y el intento de articular un relato sobre la historia que escapa necesariamente a la teleología. Las películas debordianas plasman las imágenes mediatizadas de la sociedad del espectáculo y cambian su signo a través del montaje y los estratos significantes que surgen a partir de él, así como también de la utilización de carteles, la descontextualización y la explotación de estrategias narrativas poco convencionales. Dicho de otro modo, a partir de la superposición de mecanismos cinematográficos –contrapuntos de imagen y sonido, superposiciones, saturaciones, etc.- emergen constelaciones de sentido que se sustraen a la lógica del espectáculo, en tanto modo de producción social cuya razón de ser es la mercancía y su carácter fetichista, motivo por el cual Debord veía urgente una integración explícita y práctica del arte y la política. Las ideas que Debord aplicó al cine se vinculaban con la necesidad de autodestrucción del arte llevada adelante por algunos dadaístas y surrealistas y continuada por los letristas y situacionistas. Además, fueron influyentes los planteos de cierta tradición libertaria, difundidos extensamente a partir del “Mayo francés” de 1968. En términos cinematográficos, este entramado de influencias se vio plasmado en la renuncia al cine-espectáculo, la transformación a través del montaje-détournement y la integración en situaciones cinematográficas que, entre otras cosas, propiciaran la constitución de un público que se dejaba afectar por las imágenes y abandonaba su posición pasiva más convencional. Estas operaciones se pueden apreciar explícitamente en sus primeras incursiones fílmicas como Hurlements a favor de Sade (1952), Sur le passage de quelques personnes à travers une assez courte unité de temps (1959) y Critique de la séparation (1961), que se vuelve interesante revisar. Las películas de Debord no narran ninguna historia, sino que son, más bien, pensamientos encadenados. Construyen un espectador que debe ir más allá de los “valores cinematográficos” para activar su propio pensamiento. El recurso retórico fundamental es el détournement, esto es, el desvío, la tergiversación o la corrupción del sentido. No se trata solamente de la construcción de contrapuntos a través del montaje, sino de que las imágenes expresen incluso lo contrario de aquello para lo que fueron construidas, a fin de que se vacíen del sentido asignado por la sociedad espectacular. Podría decirse, Debord crea series vaciadas a partir de la acumulación de los elementos detournés (por ejemplo, reescribiendo el discurso publicitario), que constituyen una poética fílmica que se pronuncia políticamente de manera más o menos evidente, poniendo de manifiesto que el détournement es un arma de lucha de la dialéctica materialista en la cultura. Así es como Debord intenta responder al capitalismo con un proyecto utópico que tiene lugar en el centro de lo que quiere derribar. Y lo hace convirtiendo una estrategia eminentemente cinematográfica –el montaje- en una herramienta política para exhibir la necesidad de repolitización del arte y la exposición del modo en que la vida moderna desactiva las potencialidades revolucionarias. El montaje es, precisamente, el mecanismo a través del cual es posible hacer estallar las interpretaciones convencionales de la historia y los modos tradicionales de escribirla. Tanto para Debord como para Walter Benjamin, la historia ha sido considerada un continuum que se extiende hacia adelante, hacia un infinito progreso, que se desvela falso, problemático e ideológicamente perverso. Benjamin expresa esta concepción de la historia en sus referencias a que “la historia siempre es escrita por los vencedores” y con la metáfora del Ángel de la historia, que mira hacia el pasado con estupor. Poner en práctica una alternativa aproximación a la historia se vuelve ineludible no sólo para una comprensión auténtica del pasado, sino para un verdadero abordaje del presente; es decir, no sólo a fin de restaurar alguna suerte de pasado más justo, sino para horadar la estructura de la historia para que sea posible desarmar los presentes aparatos de poder que quedaron velados por las narrativas hegemónicas. Para Benjamin, el pasado sólo puede ser aprehendido en la imagen que relampaguea en el instante en que se vuelve incognoscible e inteligible al mismo tiempo. Esto implica en la lógica histórica benjaminiana, que el pasado no puede redimirse tal como era, sino que puede ser salvado como lo que no ha sido, como algo nuevo. En esta reconstrucción y reescritura de la historia, el montaje es un procedimiento privilegiado, que permite pensar la relación con el arte a partir de la figura de la “ruina” y a través de las nociones de “imagen profana” y “shock”, en tanto operaciones historiadoras. La alianza entre “arte” y “técnica” que propone Benjamin le permite hacer estallar tanto el mundo carcelario del interior burgués como el mundo del progreso para producir una “vivificación” del pasado que se actualiza en el cine con su “dinamita de décimas de segundo”. Politización, destrucción e interrupción se encadenan para hacer efectivo un despertar del hombre y volver imposible la apropiación de su consciencia y la masificación de su expectación artística. En este sentido, las experiencias debordianas pueden ser pensadas como actualizaciones de estos presupuestos benjaminianos y, fundamentalmente, como una matriz a partir de la cual repensar las duplas arte/política y cine/historia en el contexto de prácticas artísticas más contemporáneas. En su producción cinematográfica, Guy Debord convierte en imagen su teoría de la deriva, el détournement, y la lógica del azar. Sus imágenes podrían pensarse como un intento de articular un relato sobre la historia que escapa a la teleología. Teniendo en cuenta las consideraciones benjaminianas sobre la historia –su crítica al historicismo y la rehabilitación del montaje como herramienta de escritura histórica- es posible pensar las experiencias debordianas como actualizaciones de estos presupuestos benjaminianos y como una matriz a partir de la cual repensar las duplas arte/política y cine/historia en el contexto de prácticas artísticas más contemporáneas.