INVESTIGADORES
BISET Emmanuel
congresos y reuniones científicas
Título:
Figuras del exceso democrático
Autor/es:
EMMANUEL BISET
Lugar:
Córdoba
Reunión:
Jornada; VII Jornadas de Filosofía Política: Exceso y Prudencia; 2008
Institución organizadora:
Facultad de Filosofía y Humanidades
Resumen:
Si nos atenemos a la semántica histórica que otorga densidad a los conceptos de exceso y prudencia, cierta tradición nos llevaría hacia dos extremos: o bien la praxis que excede el logos, o bien la prudencia como logos mismo de la praxis. Sólo por la existencia de un criterio de medida es posible diferenciar, y construir una escala jerárquica, entre exceso y prudencia. De modo que, de una u otra forma, es el logos aquello que funciona como criterio. Este principio articulador tiene dos componentes: por un lado, la medida justa, el justo medio como aquello que permite diferenciar, por otro lado, es la medida en sí misma, la posibilidad de medición aquello que está en juego. La primera pregunta se dirige hacia la relación entre la medida en sí y la justa medida. Sólo es posible diferenciar entre una praxis excesiva y una praxis prudente si existe un criterio como medición. Por esto mismo la cuestión del criterio va más allá de la praxis ética donde adquieren especificidad los términos para replegarse sobre la praxis política. Porque si prudencia significa justa medida es el tema de la justicia el que se dirige a la cuestión política. La buena medida es la justicia como distribución de los bienes de la comunidad, es decir, el criterio que permite asignar los bienes según una medida justa. Ahora bien, el exceso, en uno u otro caso tiene un doble sentido, interno y externo a la vez: por un lado, el exceso se puede pensar como la desmesura según el criterio, es decir, como el extremo opuesto a la prudencia o a la justicia; por otro lado, el exceso puede ser la ruptura misma del criterio, es decir, aquello que pone en cuestión la misma posibilidad de contar, medir o calcular. Lo excesivo así tiene dos figuras: el extremo o el afuera. Estas figuras del exceso han tenido un estrecho vínculo, desde su mismo origen, con la democracia. Como si a lo largo de la historia la democracia no pudiera pensarse sino como exceso. La filosofía, una y otra vez, ha efectuado un doble proceso en función de las dos figuras: o bien otorgarle una medida excesiva a la democracia, inventar una forma de dar cuenta de ella, de incluirla, de comprenderla; o bien excluirla como lugar de lo impensable, estancia decisiva de lo extra-filosófico. Por esto mismo, la cuestión parece dirigirse, primero, hacia aquello que define a la filosofía misma como medida y, segundo, al estatuto excesivo de la democracia. En el primer caso está en cuestión el concepto, o mejor, el logos mismo de lo filosófico como pensamiento conceptual. En el segundo caso es posible preguntarse por el significado del exceso democrático, por la diseminación inscripta en el significante exceso. Diseminación que no es una posibilidad externa, ni siquiera como contingencia del concepto, sino su misma posibilidad. Dicho de otra forma, sólo hay exceso si este disemina su significado de modo irreductible. Lo excesivo es la diseminación. Si la democracia excede la medida, si no hay democracia prudente ni justa, la cuestión es pensar las figuras de ese exceso. Pensar, así, en dos dimensiones: en la diseminación y en su repliegue sobre la constitución de la filosofía como filosofía política. Al pensar la medida en sí el asunto es cómo hacer filosofía política del exceso democrático. Aquí, brevemente, se rastrean algunas figuras del exceso siguiendo a Jacques Derrida.