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Desde los 90 se observa cómo los cambios en la estructura social impactaron en la estructura urbana metropolitana; la polarización social y el fuerte proceso de concentración económica se reflejaron en el espacio metropolitano en términos de fragmentación y segregación. En los últimos años, la recuperación económica ha transformado al mercado inmobiliario en un destino privilegiado para la inversión financiera, lo que ha inducido un proceso de apreciación diferencial del suelo en relación a otros bienes y a los ingresos de lo/as trabajadore/as. El dinamismo de la inversión inmobiliaria y las características específicas del aumento de la oferta residencial destinada a los sectores de ingresos altos y medio-altos, se despega cada vez más de la demanda de vivienda de miles de familias y, también, explica su exclusión. Algunas organizaciones sociales de base territorial se proponen hacer frente a esta situación, encaran procesos de producción social del hábitat y reivindican su derecho al territorio en contextos de adversidad. En esta oportunidad, proponemos una reflexión sobre las posibilidades y limitaciones (internas y externas) de desarrollo de estas experiencias a partir del caso de construcción de viviendas por cooperativas del Movimiento de Trabajadores Comunitarios de Luján.